SEBASTIAN BROGCA/AGENCIAUNO

“Se trata de lo que pudiera llamarse la falacia de la justicia: la bofetada, el escupitajo, la patada o el insulto no serían reprochables si vienen de quien es tratado injustamente”, escribió Carlos Peña en su columna de opinión publicada este domingo en El Mercurio, en la que hizo un análisis tras la situación que vivió Gabriel Boric en Santiago 1, donde fue agredido por un interno el viernes. 

Respecto al fenómeno de las funas o incidentes públicos contra los políticos, el rector de la Universidad Diego Portales señaló que fueron las mismas declaraciones del candidato las que facilitaron la explicación del fenómeno.

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En su cuenta de twitter, Boric pidió “que este episodio sirva para visibilizar la realidad inhumana que se vive en las cárceles de Chile. Yo estoy bien, pero los presos no. Seguiremos trabajando por verdad, justicia, reparación y la libertad de los presos de la revuelta”.

Palabras que para Peña consisten en una “falacia” en la que “la injusticia permite todas las demasías” y por lo tanto, “castigar a alguien que actuó movido por propósitos de justicia equivaldría a convertirlo en víctima. Así, quienes cometieron delitos en octubre ahora son víctimas del Estado y de persecución”, dice la columna.

De acuerdo al columnista, ser víctima significaría incluso una “condición distinta a la del resto de los ciudadanos, porque mientras estos últimos deben someterse a las reglas de la ley (…) las víctimas están exoneradas de esos deberes“.

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De acuerdo con las palabras del rector, esta “falacia” alcanzó su peak durante el estallido social, “con la ayuda elocuente de algunas figuras televisivas que mientras transmitían cómo se provocaba un incendio, en vez de condenarlo subrayaban la injusticia que habría conducido a él”.

“La víctima puede abofetear (y hay que poner la otra mejilla) o decir lo que quiera (y hay que evitar refutarla). Eludir su golpe o refutarla sería victimizarla de nuevo”, agrega.

Y cierra: “es difícil exagerar cuán torcida moral y políticamente es esa falacia que se está expandiendo irreflexivamente en la sociedad chilena, la idea que todos son víctimas de alguna forma de injusticia y que, por eso, son acreedores de todo y deudores de nada”.

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