Antes que el nuevo brote de coronavirus azotara a Wuhan en diciembre de 2019, el paradero exacto e incluso la existencia de la ciudad china se había escapado de la conciencia del público occidental.

Pero no siempre fue así. Hace dos generaciones, esta ciudad de 11 millones de personas, ubicada en el cruce de los ríos Yangtze y Han era conocida como una importante urbe industrial en Occidente.

Era un lugar donde muchas potencias europeas tenían un consulado, además de ser una ciudad donde las principales empresas comerciales occidentales, japonesas y compañías internacionales de textiles e ingeniería tenían fábricas y oficinas de ventas.

Era una punto de encuentro extranjero regular para oficiales de aduanas, capitanes de barcos de vapor, comerciantes y cónsules. Wuhan también fue la cuna de la Revolución China en 1911. Un cuarto de siglo después, se mantuvo desafiante como la asediada capital de guerra de la China nacionalista.

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Desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, Wuhan aparecía regularmente en la prensa internacional y, como centro de comercio de tés y sedas entre otros productos, impactó directamente la vida de las personas en Occidente produciendo el té en sus teteras, el huevo en polvo de sus pasteles y la seda para sus pijamas.

Después del caos y la destrucción de la Segunda Guerra Mundial, la Revolución Comunista derribó la firme Cortina de Bambú. El comercio internacional se detuvo, la comunidad empresarial extranjera se fue y el mundo occidental se olvidó de Wuhan.

El Chicago de China

En 1900, la revista estadounidense Collier publicó un artículo sobre la “ciudad en auge” de Yangtze, Wuhan. La llamó por primera vez “el Chicago de China”, sobrenombre que se mantuvo por un buen tiempo.

En 1927, el veterano corresponsal de United Press Shanghai, Randall Gould, usó el apodo en un despacho sobre la agitación política en la provincia de Hubei. Después de esto, el término apareció cientos de veces en casi todos los periódicos del mundo.

Gould, nacido en Minnesota, estaba recién bajándose del barco en Shanghai cuando viajó por el Yangtze a Wuhan por primera vez. El periodista estaba en la ciudad debido a una revolución, la segunda en la ciudad en tan sólo 15 años. El gobierno nacionalista, dirigido por Chiang Kai-shek, estaba dividido a causa de las sangrientas tácticas de represión utilizadas en su brutal guerra contra un naciente Partido Comunista.

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Simpatizantes de izquierda establecieron el separatista Gobierno Nacionalista de Wuhan, mientras que Chiang formó su propio gobierno mayoritario en Nanjing. El gobierno alternativo de Wuhan duró solo seis meses, pero dejó a la vista desacuerdos a largo plazo dentro del Partido Nacionalista Chino. Para los corresponsales extranjeros como Gould, parecía que la joven República China estaba a punto de separarse.

Se carga un barco de vapor en Hankow.

Sus editores en Londres, Nueva York, París y Tokio estuvieron de acuerdo. Wuhan acaparó las portadas.

Dicha decisión editorial estuvo influenciada en parte por la larga lista de compañías con importantes inversiones en el Wuhan de 1927. Entre éstas se encuentran el Hong Kong & Shanghai Bank (HSBC), John Swire & Sons, British-American Tobacco, Standard Oil of New York, Texaco, Standard Chartered Bank.

Wuhan fue la principal potencia industrial china, produciendo hierro, acero, seda, algodón, té envasado y alimentos enlatados: en efecto era el Chicago de China.

La introducción de Occidente a Wuhan

Occidente conoció a Wuhan en 1858 como parte del desigual tratado de Tianjin, extraído de la debilitada dinastía Qing durante la Segunda Guerra del Opio.

El tratado permitió que barcos extranjeros navegaran por el río Yangtze, por lo que los británicos comenzaron a inspeccionar la vía fluvial hasta la provincia de Hubei. Específicamente, examinaron el conglomerado ribereño de Wuchang, Hankou y Hanyang, conocidos colectivamente como las “Tres ciudades de Wuhan”. Quedaron fascinados y exigieron que la ciudad se abriera al comercio exterior.

Robert Bickers, profesor de la Universidad de Bristol que estudia la presencia extranjera en China anterior a 1949 explica el pensamiento británico: “Después de la Primera Guerra del Opio, los británicos anexionaron Hong Kong como colonia y abrieron Shanghai en la costa a la cabeza del Yangtze al Este de China como puerto de tratados. Dieciséis años después comprendieron de mejor forma la importancia del interior de China y se concentraron tanto en Wuhan como en Tianjin”.

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Wuhan se volvió esencial para las ciudades portuarias costeras, alimentándolas con productos básicos (té, carne, tabaco, etc.) y produciendo exportaciones como el hierro, acero, seda, entre otros. La ciudad se transformó en el mayor emprendimiento al interior de China.

Wuhan ya era una ciudad masiva en 1850: casi un millón de personas vivía en tres pueblos de la mitad del porte Londres, la ciudad más grande del mundo en ese tiempo. Desde la década de 1860 los extranjeros inundaron la localidad, aunque la urbe siempre tuviera una población mayoritaria china.

Un grupo de trabajadores frente al primer horno del nuevo centro de producción de acero que se está construyendo en Wuhan, China, en 1959.

Los recién llegados se agruparon en Hankou creando un malecón arbolado de 3 kilómetros de largo, construyendo sus almacenes, muelles y oficinas, así como una pista de carreras, clubes y jardines públicos, todos adyacentes a la costa de Hankou.

La concesión británica era adyacente a las concesiones dirigidas por los alemanes, los franceses, los japoneses, una bastante disputada concesión belga y los rusos, que habían estado activos en el comercio del té de Wuhan en Siberia desde el siglo XII. Todas estas naciones, incluidos los estadounidenses, tenían consulados.

Si bien Wuhan se convirtió en un lugar cosmopolita, siempre fue esencialmente una ciudad de negocios: nunca desarrolló la vida nocturna o la industria del cine, las editoriales y las galerías de arte que se agruparon en los barrios más bohemios de Shanghai; no era exactamente el centro académico que era Beijing. Los extranjeros estaban presentes y sus soldados vigilaban los consulados, pero la ciudad conservaba un sentimiento chino más dominante.

Centro de revuelta

En 1911 la revolución republicana que derrocó a la última dinastía imperial china fue, aunque accidentalmente, provocada en Wuhan.

El catalizador inicial de la revuelta fue la explosión accidental de una bomba ocurrida cuando un descuidado revolucionario anti-Qing y pro-republicano arrojó un cigarrillo encendido al taller de algunos conspiradores rebeldes en la concesión rusa de Hankou.

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La explosión resultante alarmó a un nervioso carnicero alemán que llamó a la policía, quien a la vez descubrió un complot revolucionario. Se confiscaron sellos, planes y documentos que involucraban a miembros de la guarnición de soldados chinos de la ciudad de Wuchang como revolucionarios que se preparaban para un motín.

Cuando la policía obtuvo la lista de miembros revolucionarios, los rebeldes tuvieron que elegir entre ser arrestados, torturados y probablemente decapitados o pelear. No tuvieron otra opción que luchar. La rebelión anti-Qing se apoderó y finalmente terminó con la dinastía de 267 años de los Qing.

En general, las empresas extranjeras dieron la bienvenida a la nueva República, viéndola como una señal de mayor apoyo a las industrias modernas.

Holt House era la oficina de Butterfield & Swire, una de las “hongs” o casas comerciales británicas más grandes y conocidas de China.

De hecho, Wuhan estaba inundado de nuevas ideas y tecnologías industriales. La ciudad albergaba varias industrias de gran peso en China: Hubei Arsenal and Powder Works, Hanyang Iron and Steel, la línea de ferrocarriles a Beijing, servicios regulares a vapor hacia Shanghai, una gran cantidad de filamentos de seda, fábricas de algodón y fábricas de conservas.

Los hornos de la ciudad constituían un alto porcentaje de las herraduras del mundo, un producto tan importante a fines del siglo XIX como los neumáticos actuales.

Miles de cadáveres de cerdos fueron tratados para extraer millones de cerdas de porcino para exportar a Europa y América, el principal componente del naciente mercado de cepillos de dientes. Wuhan también fue un centro de producción masiva de huevos (frescos, en conserva, en polvo y líquidos) exportándolos a fabricantes de alimentos, restaurantes y panaderías de todo el mundo.

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A medida que Wuhan se hizo más industrialmente importante a nivel global, su papel como potencia de exportación le otorgó poder nacional a la urbe.

Robert Bickers señala que la ciudad “entró discretamente en la vida de los consumidores en Europa y América”. Pero algunos compradores extranjeros no creían que China pudiera producir hierro, acero y alimentos según los estándares occidentales.

 Sampans junto al Hankou Bund durante las inundaciones de 1931, en Wuhan.

Sin embargo, China fabricaba acero y hierro para sus nuevos ferrocarriles, puentes y construcción urbana, al mismo tiempo que aumentaba su industria militar con el objetivo de crear un ejército moderno bajo el mando de Chiang Kai-shek.

Debían encontrar formas de evitar estos prejuicios extranjeros. Los precios relativamente bajos fueron una de las principales formas de convencer a los compradores, pero otros fueron más creativos otros eran un poco más creativos. Carl Crow, un ejecutivo de publicidad estadounidense que vivió en China entre 1911 y 1937, visitó Wuhan regularmente y vio cómo los fabricantes chinos resolvieron este problema.

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Crow escribió en su clásica guía para hacer negocios en China de 1937: las fábricas de hierro y acero a menudo estampaban sus productos “Hecho en Hamburgo”, mientras las agujas de coser decían “Hecho en los Estados Unidos”. Mientras tanto, en norteamérica los huevos chinos eran considerados como “de baja calidad”, por lo que los enviaban en cajas que decían “Inglaterra”. Nadie se dio cuenta de nada.

Un objetivo

Los funcionarios de Wuhan insistieron en que los acuerdos de comercio internacional se hicieran en Wuhan y no (como era a menudo el caso en otros puertos del tratado) en las oficinas palaciegas y los clubes privados de Shanghai. Por lo tanto, una gran parte del dinero de este negocio se quedó en la ciudad y no fluyó hacia Shanghai o Guangzhou.

Al menos parte de ese dinero se reinvirtió. Puede ser que los europeos y estadounidenses ajardinaran sus concesiones en Hankou, pero Wuhan también se consideraba hermoso. El extenso campus de jardines de la Universidad de Wuhan cubría la ciudad de Luojia Hil. Esta institución es donde el sobrino de Virginia Woolf, Julian Bell, enseñó inglés a mediados de la década de 1930.

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Pero a fines de la década de 1930, la fuerza de Wuhan se enfocó en un objetivo. Los japoneses habían invertido durante mucho tiempo en la ciudad; operando fábricas de algodón, de aceite de semilla de la preciada planta y centros de tratamiento de frijoles.

Una vista del puente del río Yangtze de 1.678 metros de largo en Wuhan, China.

Japón invadió el Este de China en el verano de 1937. Bombardearon Shanghai y destruyeron la capital nacionalista de Nanjing. El gobierno se vio obligado a retirarse más arriba del Yangtze: Wuhan. La capital temporal de Chiang Kai-shek apareció una vez más en las portadas de los periódicos del mundo.

Finalmente, Wuhan cayó ante los japoneses en octubre de 1938. Gran parte de la industria de la ciudad fue desmantelada físicamente y transportada más allá del Yangtze hacia la capital nacionalista final de Chongqing, donde se iba a formar la columna vertebral de la industria de guerra china.

Después del conflicto, incluso con las exportaciones severamente reducidas, Wuhan retomó su posición como el centro industrial más grande de China y el principal puerto al interior del Yangtze.

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En la década de 1950, el puente del río Yangtze de Wuhan conectó tres líneas ferroviarias principales, lo que convirtió a Wuhan nuevamente en la principal terminal ferroviaria central del país. Pero para entonces los negocios extranjeros se habían ido; el viejo “Bund” británico y las concesiones habían sido cerradas o reutilizadas.

Wuhan desapareció de la memoria colectiva. Pero la vida continuó, la industria continuó y, en la década de 1980, los negocios extranjeros comenzaron a regresar. La urbe surgió como un centro de producción de automóviles. Honda, Citroen y GM se encuentran entre los principales inversores de la ciudad, mientras que los productos farmacéuticos y las nuevas tecnologías ambientales florecieron en la ciudad.

Pero Wuhan rara vez volvió a las portadas, hasta ahora con el coronavirus.

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