Por Mónica Rincón
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Renato Poblete, el fallecido sacerdote jesuita que fue parte clave del crecimiento del Hogar de Cristo, el que ayudó en el pago del rescate de Cristián Edwards, entre tantas otras cosas. Hoy esta Congregación anuncia que ha iniciado una investigación por la denuncia de una mujer que lo acusa de delitos y situaciones abusivas entre 1985 y 1993, de carácter grave en el ámbito sexual, de poder y de conciencia. Un camino, tranquilizador, podría ser destacar que hagan público el caso. Pero no.

Es necesario decir que la Compañía de Jesús ha tenido las mismas conductas que antes hemos criticado en otras Congregaciones y grupos de la Iglesia Católica.

Basta con un par de ejemplos. Se dio la misma naturalización de conductas que eran claramente inapropiadas y abusivas, como tomar fotos desnudos a estudiantes que se bañaban en una piscina. Eso no era secreto y fue tolerado. Es más, se publicaban en el diario mural del colegio San Ignacio. La defensa del entonces rector Fernando Montes fue que cuando un papá se lo dijo, como no había habido tocaciones, sólo retó al sacerdote involucrado. Agregó que nunca recibió denuncias de abusos, como si lo de las fotos no fuera abusivo.

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También ha habido ocultamiento. De Eugenio Valenzuela, ex provincial de la Compañía de Jesús, recibieron denuncias que no hicieron públicas hasta que los propios denunciantes las subieron a una página de Faceboook, y en una primera instancia las descartaron. Mismo patrón con el sacerdote Jaime Guzmán, que hasta en un informe en EE.UU. aparece denunciado y con otros.

¿Quiere decir que todos en la Compañía de Jesús son responsables? No. ¿Implica descartar el tremendo aporte que han hecho a Chile? No.

Pero así como cuando Cristián Precht, ícono de los DD.HH., fue denunciado y muchos no quisieron creer y hablaron de conspiraciones, acá el prestigio de los jesuitas, el que sean una de las pocas congregaciones que están a la vanguardia en temas sociales y morales, no nos puede hacer evaluarlos con menos rigor.

Tenemos que hacer las mismas preguntas que no hemos hecho con la fuerza necesaria. ¿Cuántos otros casos hay que desconocemos? ¿Cuánto encubrimiento ha habido? ¿Quiénes supieron y callaron?

Porque cuando cerramos los ojos, es a las víctimas pasadas y a las que pueden venir a las que les seguimos fallando.

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