Por Mónica Rincón
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Primarias abiertas, simultáneas y obligatorias. Eso significa: PASO.

Aunque las de esta vez en Argentina, podrían llamarse PASOS, porque hay que agregarle la “s” de sorpresivas.

El oficialismo esperaba que una victoria a nivel nacional fuera ajustada, pero victoria al fin y al cabo. Sin embargo, lo que vivió fue un desastre electoral, una masacre y lo grave para ellos es que eso los afecta en dos líneas.

Las PASO, son un anticipo de las elecciones legislativas del 14 de noviembre y un augurio, aunque más lejano, de la próxima presidencial.

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Desde ya y más con los cargos puestos a disposición por algunos ministros kirchneristas, es obvio que no van a ser fáciles los próximos dos años para Alberto Fernández como presidente, que queda debilitado frente -además- a una oposición que menos incentivos tendrá para negociar.

Aunque la “rueda” nunca está clavada en política -e ironías de la vida-, el presidente Fernández podría beneficiarse de una reactivación positiva de los mercados, que estaban contentos con la derrota de su coalición.

Podría beneficiarse también si decidiera dejar de dañar la fe pública, con hechos como la fiesta de cumpleaños de su esposa en medio de la pandemia o los vacunatorios VIP.

No hay muertos en política y si no, que le pregunten a Macri, que renace de las cenizas y el olvido, mientras de izquierda a derecha piensan en las legislativas, las presidenciales y en sus problemas internos.

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La pregunta es ¿quién piensa en los argentinos? Casi la mitad de ellos hoy vive en la pobreza y lo sabemos: cuando democracia y política no dan respuestas, crisis es la próxima palabra.

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