Por Nicole Plaza
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Game of Thrones cuenta la historia de distintos personajes con diversos pasados y características. Sin embargo, y como el nombre sugiere, a la mayoría los une un sentimiento: las ansias de poder.

En Westeros -el continente donde se desarrolla gran parte de la trama-, el mayor poder se encuentra en el Trono de Hierro, el cual -supuestamente- está forjado con fuego y mil espadas.

Dicho trono representa el dominio sobre los 7 reinos que componen el continente. Por este se pelea, sufre y sangra, una especie de sillón de metal, bastante incómodo e incluso doloroso, según reyes anteriores.

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Las motivaciones de los personajes para alcanzar el poder son diversas. Daenerys quiere recuperar el Trono para que los Targaryen vuelvan a ser la poderosa familia que alguna vez fueron, los Stark por venganza tras la muerte de Ned o los Lannister para tener el control total -tanto político como económico y social-.

No obstante aquello, en todo este juego de tronos, hay un amplio grupo de personas que casi en ningún momento están presente en las preocupaciones de estas familias reales. Porque aunque no es atractivo estar sucio y hablar mal, sin estas miles y miles de personas, la épica historia retratada en Game of Thrones no sería más que una sillita musical.

Los pobres

El estado llano (o Smallfolk, como se les denomina en el mundo de Canción de Hielo y Fuego) son las personas de contexto humilde, los sin casa ni apellido, sin legado ni educación.

Su función dentro de la sociedad es ser mano de obra, trabajadores desechables y carne de cañón. Siempre presentes, pero nunca vistos, aun cuando son por mucho la mayor población y participan activamente al lado de la nobleza, quieran o no.

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Sin embargo, en la historia constantemente se le quita importancia, aun cuando son ellos los que pelean en nuestras anheladas batallas, los que hacen las armas que usan nuestros personajes favoritos y quienes hacen de Westeros un lugar vivo.

El pueblo llano ha sido ignorado, tanto por la serie como por nosotros, los espectadores. Pero ya no más. Queremos hablar de sus vivencias, condiciones e, inesperadamente, poder, partiendo por uno de los pocos que tiene un papel reconocible en la serie.

Ser Davos Seaworth

Ser Davos Seaworth no siempre fue un Lord. Nacido simplemente como “Davos”, creció en Lecho de Pulgas, la zona más pobre de Desembarco del Rey. Donde debido a sus necesidades se hizo contrabandista.

Sí, no comenzó tan honrado como lo conocemos. O más bien, su contexto no le permitía poner sus convicciones por sobre, bueno, no morir.

Saltándonos un montón de historia, Seaworth llega a ser la mano derecha de Stannis Baratheon, uno de los pretendientes al Trono. Sin embargo, aun cuando Baratheon le entrega el título de Caballero de las Cebollas y tierras, el resto de los nobles no lo toma en serio.

Y es que aun cuando se encuentren en la misma posición, y aunque con el paso del tiempo se ha ganado el respeto de las personas, hay una diferencia irremediable.

¿Por qué? Una vez pobre, siempre pobre. Ser Davos, siendo el más sensato dentro de esta facción, le cuesta el triple ser escuchado, ya que el resto simplemente no lo ve como “uno de ellos”.

La Guardia de la Noche

Siguiendo la línea delictual, hablemos del lugar en donde van a parar malhechores. El Muro -como se le conoce a la frontera norte de Westeros- separa los 7 reinos con las tierras salvajes, y como ahora sabemos, mantiene a los caminantes blancos en su lugar.

Antiguamente era un honor defenderlo, siendo bastante popular entre la nobleza enviar a hijos que no heredarían la casa, ayudando así a la protección del reino. Por esta razón se unió Jon Snow, un bastardo sin expectativas de poder que decidió unirse.

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Sin embargo, cuando llega, el panorama era diferente. Actualmente, la Guardia de la Noche (los pocos que hay) se compone principalmente de delincuentes enviados al frío muro como castigo, sin posibilidad de oponerse o apelar, ya que es eso o la muerte.

Obvio que Jon no sabe esto y se sorprende cuando nota que a nadie le importa lo que hacen, pero ¿qué espera?

Para la mayoría es básicamente una cárcel, un lugar en donde están condenados a morir sin pena ni gloria, sin placeres, sin legado, y, si bien se podría dar el argumento que el Nieves está en las mismas, la diferencia es que el eligió esta vida, no la eligieron por él.

Por otra parte, se puede decir que está bien como un castigo por cometer un delito, ¿pero saben quiénes también cometen crímenes, y me atrevería a decir peores? La nobleza.

Pero estos casi nunca llegan a parar al Muro, a menos que se hayan topado con alguien que anduviera de malas o un enemigo más poderoso, pero la mayoría de las veces queda en nada. ¡Y eso que Jaime Lannister mató a un rey!

El Septón Supremo

La gente común es mucha, y juntas, pueden hacer cambios. Si estos son buenos o malos, queda para debate, pero es innegable la fuerza que constituyen.

Ejemplo de esto es la ascensión del Gorrión Supremo, ese cura que a Cersei le cortó el pelo, desnudó, y la hizo atravesar el “Camino de la Vergüenza” mientras mientras los pobres la insultaban, se burlaban y humillaban a la reina regente.

Aun cuando Cersei le dio poder a este a cambio de la bendición de Tommen como rey, el Gorrión nunca olvidó sus principios.

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Levantado por gente pobre y devota, harta de guerras y peleas, este mantuvo su austeridad y sus objetivos: hacer valer la voluntad de los siete, voluntad que no excluye a la realeza.

Este señor se alza como una voz de un grupo sin voz. No obstante, las ansias de poder de este se dejan ver, apartando nuevamente a la gente común como un pensamiento secundario. Puesto que, si bien no reniega de estos, el Gorrión no está preocupado de mejorar las cosas para los pobres, sino de castigar a los causantes de las desgracias a través de su recientemente adquirido poder.

Los pobres, en tanto, sólo miran el espectáculo y se quedan donde pertenecen: abajo.

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