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Adriana Valdés nació el 3 de octubre 1943. Durante su infancia, estudió en un colegio en el que preparaban a las mujeres para el matrimonio o, a lo sumo, labores de secretariado. Sin embargo, la vida le tenía destinado otro camino.

Estudió castellano en la Escuela de Pedagogía de la Universidad Católica, donde luego hizo clases entre 1965 y 1975. Ahí fundó, junto a otros académicos, la revista Taller de Letras, de la cual fue subdirectora.

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En 1975 se integró como traductora a la planta internacional de las Naciones Unidas, donde trabajó hasta 2001. Además, desde 1991 hasta 2021, fue directora de la División de Documentos y Publicaciones de la CEPAL.

En paralelo, inició una carrera de ensayista, crítica y traductora que la llevó por un camino que culminaría con ella como la primera mujer en 133 años en dirigir la Academia Chilena de la Lengua y presidir el instituto de Chile.

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En conversación con CNN Íntimo, Adriana Valdés Budge recordó los inicios de su carrera y las brechas que debió sortear. Asimismo, contó detalles sobre la relación que tuvo, durante ocho años, con el poeta nacional Enrique Lihn.

Adriana, la crítica

Muchas mujeres en Chile están asumiendo cargos que históricamente eran ocupados por hombres. Para Valdés, la clave está en la educación: “Al incorporarse las mujeres a la educación universitaria masivamente, se han transformado en un conjunto poderoso y, además, estamos muy motivadas e inaugurando terreno”.

A mí siempre me gusta estar en lo que está partiendo, en lo nuevo. Cuando ya las cosas se establecen y las causas están muy armadas, me empiezo a aburrir. (Me gusta) el ser un poco pionera en lo que uno hace (…), porque cuando tú estás entre las primeras, estás inventando tu curso y haciendo camino al andar”, añade.

Para la experta, abrirse camino en el mundo de la crítica no fue fácil. “Empecé haciendo ensayos académicos. Tú te validabas con artículos (…) llenos de bibliografía, pero lo interesante era que yo trabajaba siempre con autores contemporáneos que acababan de publicar. Entonces, no eran asuntos arcaicos”.

Uno de sus primeros trabajos fue una crítica al El Obsceno pájaro de la noche, de José Donoso. La ensayista calificó el proceso como “difícil”, ya que “no iba a criticar si lo había hecho bien o mal (…), quería entender qué era lo que él había querido hacer (…) y yo creo que el mismo Donoso se lo estuvo explicando durante toda su vida”.

Tú tienes tres hijas, te separaste cuando ellas eran bien pequeñas, y se criaron contigo. ¿El feminismo se vivía en tu casa o no era tema?
No era tema, lo que sí era tema era formarse, la educación. (…) La que puede ser médico, que estudie medicina si se atreve, pero que no se corten las alas solas, que no tomen los estereotipos de las profesiones que eran para mujeres, ya que era mejor mirado que tú fueras, por ejemplo, profesora como yo, que otra cosa intelectualmente más demandante o que exigiera más autoridad.

El amor que no desaparece

Valdés fue pareja del poeta chileno Enrique Lihn casi hasta su muerte en 1988. La académica reconoce que él no era una persona fácil, pero acota: “Nadie es fácil, lo que sí, él era brillante. Yo siempre digo que, si te van a hacer sufrir, más vale que te haga sufrir un hombre brillante”.

¿Cómo te influyó él? Me imagino que es un desafío el estar al lado de un hombre así, brillante intelectualmente.
Yo era bien preparada en ese entonces (…) Él sabía millones de cosas que yo no, pero también yo sabía algunas cosas que él no y nuestras conversaciones eran muy entretenidas y productivas para ambos. Yo nunca hice un doctorado -en esa época fue imposible- y, sin embargo, siento que trabajé más que en un doctorado por todas las cosas que conocimos, que él me hizo conocer.

Cuando él murió, ustedes no eran pareja y, sin embargo, estuviste con él y lo ayudaste también a publicar su última obra.
Era de esas relaciones que muy profundas. Yo creo que ningún amor que tú has querido de verdad -y yo he querido a varias a personas en la vida- desaparece totalmente, te queda una cosa de lealtad profunda, un parentesco de adentro. Entonces, cuando él estuvo enfermo, me llamó y me dijo que él iba a tener que tomar muchas decisiones.

La escritora cataloga esa etapa como “una experiencia maravillosa que reparó muchas heridas”. “Él hizo un esfuerzo consciente al final por ponerse bien con la gente que le importaba y que quería, por lo que no fui la única, fueron muchos con quienes él se puso bien en ese entonces”.

Tú ganaste después un Premio Altazor con un libro sobre él.
Sí, eso fue 20 años después. Él murió antes de la votación del plebiscito del Sí o No, él nunca supo eso y por eso, tal vez, su Diario de muerte es tan oscuro. El hecho de la muerte es oscuro suficientemente, pero la perspectiva que él veía (era oscura), ya que nadie pensaba en esa época que iba a ganar el No ni que iba a volver la democracia. Entonces, él estaba viviendo en un tiempo muy desesperado.

—¿Qué significó para ti que el presidente Gabriel Boric, cuando todavía no asumía, citara a Enrique Lihn en uno de sus primeros encuentros que fue con el empresariado? Fue bien emocionante y atípico.
Fue increíble porque él citó el poema del Cementerio de Punta Arenas para referirse a su propio lugar de origen y ese es un poema en el que Enrique habla de la desigualdad más allá de la muerte (…) Para mí fue muy emocionante, pero fue más emocionante para mi comadre Andrea Lihn, hija de Enrique.

Enrique nunca ha estado olvidado entre los poetas (…), pero estar en un plano tan amplio y que, además, tantos de los empresarios supieran de quién estaba hablando (Boric), me emocionó mucho porque hubo un momento cuando Enrique murió que yo decía ‘tenemos que empujar su memoria, que no se pierda’, pero después de un tiempo la memoria de él navega sin que nadie la empuje y eso es muy lindo”, añade.

¿Qué significa tener un presidente que lee? ¿Cómo nos va a cambiar?
A mí me parece maravilloso, un presidente joven que lee me parece una gran cosa. La lectura es empática, o sea, te da la posibilidad de meterte en el mundo de otro ser, de un ser que es muy distinto a ti y de captar sus emociones y de emocionarte (…), esto de ir permeando las experiencias ajenas.

Cuando Gabriel Boric asumió, tú escribiste una columna donde decías que él transmitió esperanza e incluso escribiste en Twitter que estábamos menos amargados. ¿Tú crees que eso va a durar?
Yo espero. Eso de la esperanza es un asunto complicado porque hemos estado con la esperanza puesta en la Convención durante mucho tiempo (…) y lo que digo yo es que en este momento la esperanza no es un sentimiento espontáneo, es más bien una opción ética porque, o si no, qué nos queda.

La ensayista afirma que Gabriel Boric “encarnó en ese momento (cuando asumió) cierto tipo de esperanza, no una esperanza chiquitita y frívola, sino que una esperanza que, en este país y en este momento, es una opción ética. Si a él le va bien -y por eso yo pongo mi esperanza- nos va a ir bien a todos”.

La evolución del lenguaje

A lo largo de su carrera, Valdés ha podido observar –y ella misma ser testigo- de la inclusión de las mujeres en esferas donde antes eran excluidas. Asimismo, ha visto la evolución de lenguaje, el cual cada vez se vuelve más inclusivo.

En sus 133 años, la Academia Chilena de la Lengua siempre había sido dirigida por hombres, hecho que cambió en 2019, cuando usted asumió como directora. ¿Qué tiene que pasar para que eso no sea la anécdota, sino que vengan otras?
Cuando quise presentarme para directora de la academia, más que en mí, (…) pensé sobre todo en las mujeres, porque sí hay mujeres antes, como que está la cosa un poco más pavimentada y nosotras tuvimos, por ejemplo, justo antes de mi periodo, la primera mujer presidenta de una academia -la academia de ciencias- y fue María Teresa Ruiz, premio nacional de ciencias.

¿Qué porcentaje hay ahora de mujeres?
Depende mucho de las academias, pero ha aumentado enormemente y hoy es prioridad para nosotros y para las academias incorporar mujeres. Hay algunas que siempre fueron pioneras como la de ciencia y la de medicina (…). Tal vez en la academia mía, la de la lengua, estaba como en la media y hay otras que tienen un promedio decididamente bajo y que están muy decididas a cambiar esa de situación.

Ahora hablamos distinto de como hablábamos hace 10 o cinco años y eso es por el lenguaje inclusivo en el género. ¿Cómo ves ese cambio en el lenguaje que, para algunos, resulta forzado y, para otros, tan necesario?
Yo lo veo desde un punto de vista testimonial. Es decir, uno necesita dar testimonio de que se ve y de que los otros y las otras existen (…) Poner también al otro quiere decir que hay un esfuerzo testimonial adicional para hacer visible a las mujeres. Entonces, a eso es a lo que le llamamos lenguaje inclusivo.

Pero también está el género no binario.
Por supuesto (…), yo recuerdo a la presidenta Bachelet utilizando esos vocativos, pero no siempre, sino que en los lugares en que la gente necesitaba sentirse particularmente acogida. Entonces, es un recurso y a lingüistas nos enseñan que el rey de todo esto es el uso. Entonces, en la medida en que esto se use más allá de pequeños grupos o de imposiciones burocráticas, puede o no prevalecer y yo le atribuyo un valor testimonial.

El nuevo gobierno está empleando muchísimo esos términos. Eso, sin duda, va a hacer que sea cada vez más normal.
Es un poco difícil porque en la parte de vocativo no cuesta nada, pero sí cuesta cuando quieres hacer una frase completa y hacerla concordar, porque el problema del género gramatical es que es un tema de concordancia. Entonces, si tú dices ‘todes estamos contentes’, hay varias grabaciones en que se nota que, incluso las personas más motivadas, no logran hacerlo. Yo creo que hay que ver ese ángulo testimonial y ver también un ángulo práctico y de sentido común.

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Estamos viviendo cambios en la sociedad, en la política y también en la Constitución, ¿qué ves en la Convención Constitucional hoy?
Yo veo la Convención con mucha esperanza ética, una esperanza que no es sentimental, sino que más bien una posición ética, pero veo también que se ha creado un cierto microclima dentro de la Convención en el que se van aceptando como datos ciertas cosas que, para la ciudadanía, hace rato que no son datos y, entonces, es posible que haya un cierto desajuste entre lo que pasa adentro y lo que pasa afuera (del órgano redactor).

Eso es preocupante cuando es afuera donde se tiene que plebiscitar la nueva Constitución a través de voto obligatorio.
Claro, voto obligatorio y con un conjunto de votantes que ha sufragado tan distinto en las últimas elecciones democráticas. Por ejemplo, si uno ve la composición del Congreso, que es una elección totalmente democrática, y ve la composición de la Convención, se puede apreciar que no son la misma a pesar de tener el mismo sistema electoral, lo que nos habla de, quizás, una veleidad del electorado o de ciertos momentos de la democracia que son como de foto y después las fotos son diferentes en otros momentos.

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