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La pandemia apagó las luces de muchos escenarios, pero no logró lo mismo con el deseo de actuar de Paulina Urrutia. Comenzó su carrera de actriz a temprana edad y, ad portas de cumplir 53 años, sigue siendo una de sus grandes pasiones.

Participó en una decena de producciones e interpretó a personajes que, hasta el día de hoy, permanecen en el imaginario colectivo de los chilenos. Urrutia se involucró con el Sindicato de Actores de Chile (Sidarte), donde llegó a ser su secretaria general y presidenta en el 2001.

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Su carrera dio un giro radical cuando en el año 2006 la entonces presidenta Michelle Bachelet la nombró presidenta del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, actual Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Urrutia decidió dejar de lado sus proyectos personales para asumir ese rol.

En mayo del 2017 asumió la dirección del Teatro Camilo Henríquez, sucediendo al dramaturgo Ramón Griffero. Actualmente, se encuentra participando en la obra Mentes Salvajes, labor que compatibiliza con el cuidado de su marido, el periodista Augusto Góngora, quien padece Alzheimer.

En conversación con Matilde Burgos en el estreno de la nueva temporada de CNN Íntimo, Paulina Urrutia Fernández abordó cómo ha sido realizar teatro durante la pandemia y cuestionó el poco apoyo que ha entregado el Estado al sector cultural. Asimismo, conversó sobre la enfermedad de su esposo y reflexionó sobre los temores que siente al respecto.

Hacer teatro en pandemia

Durante la crisis sanitaria, Paulina Urrutia no dejó de hacer teatro y, a través de Zoom, pudo seguir desarrollando su profesión. “Mentes Salvajes fue de las primeras obras que se hicieron en la virtualidad (…), fue como un respiro, con todas las limitaciones que tiene el formato, pero también con todas las posibilidades”.

Actualmente, Mentes Salvajes se encuentra realizando una “mini temporada” en formato presencial. Para Urrutia, entre lo virtual y lo presencial “no hay punto de comparación”, ya que “la conexión y relación que se establece con el público (…) no tiene comparación, es algo único”.

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Respecto al impacto de la pandemia para el teatro, afirma que ha sido “absolutamente devastador”. “Los teatros ocupados a mitad de sala no nos permite subsistir de nuestro oficio (…), hay infraestructura que si hubiera tenido aporte del mundo público habría permitido que la actividad no se detuviera”.

“Fuimos uno de los sectores más golpeados durante la pandemia, al igual que el mundo del turismo y de la gastronomía, pero las ayudas que recibimos por parte del Estado fueron fondos concursables que nos hicieron competir entre nosotros para recibir los apoyos”, agregó.

Urrutia se refirió a la decisión del Concejo Municipal de Las Condes de no entregar financiamiento a Santiago a Mil por presentar contenido, según ellos, ideológico. “Lo terrible de tener cerrados los teatros es que hace que la gente diga que esto no es necesario (…) estos no son espacios de propaganda”, dijo.

“Hay múltiples visiones políticas y de realidad del mundo, pero estos son espacios de reflexión (…). Lo que produce el teatro -y cualquier arte- es la capacidad de separarnos de nosotros mismos y vernos. Cómo pueden acusar al teatro de una ideología, si en el fondo lo que muestra es a la humanidad”, afirmó.

La actriz sostuvo que, durante la pandemia, el teatro chileno vivió “un periodo de oscurantismo (…), por eso hay que decirle al teatro que vuelva porque todos lo necesitamos”. “El arte es vital para ser capaces de tener visión de nosotros mismos, de la realidad que vivimos y cómo poder transformarla”.

Conviviendo con el Alzheimer

En el año 2014, el marido de Paulina Urrutia, el periodista Augusto Góngora, fue diagnosticado con Alzheimer, una enfermedad progresiva que todavía no tiene cura. Desde su diagnóstico, la actriz se ha dedicado a cuidar a quien ha sido su pareja durante más de 20 años.

—¿Qué significó la pandemia para ustedes?

Fuimos unos privilegiados en el sentido de vivir en una comunidad donde las casas son pareadas y nos escuchamos entre los vecinos. Compartimos nuestras vidas desde hace muchos años pese a que, evidentemente, en comunidades así siempre va rotando la gente.

Urrutia detalló que Augusto Góngora “es uno de los fundadores” de la comunidad donde residen. “Contamos con vecinos y gente con la cual no perdimos el contacto y también nos ayudan, que es lo más importante en una enfermedad como esta, el contar con una red que no sea solamente yo, sino que también la familia, los vecinos y la comunidad en general”.

Estas enfermedades la idea es que se vivan de manera comunitaria, que se vivan como una sociedad. A mi juicio, lo más complejo de todo -y yo creo que es la gran enseñanza que tiene el Alzheimer- es que es una muerte en cámara lenta. Entonces, permite que uno vea minuto a minuto, día a día, mes a mes, año a año, el deterioro del ser humano”, sostuvo.

—¿Cómo avanzó el Alzheimer de Augusto durante estos meses?

Lo que se avanzaba en años se avanzó en meses, semanas, de un día para otro. Eso lo que me hace reflexionar es que el ser humano es gregario; aprende, se desarrolla y se potencia en comunidad, con otros y, por lo tanto, todo este desarraigo y desapego entre los seres humanos lo único que hace es involucionar a la humanidad.

—¿Qué ha significado para ti estar con Augusto casi todo el tiempo?

Ha sido muy difícil y doloroso también en el trato con otras personas, en el sentido de diferenciar a la mujer de la cuidadora. Yo me resistí mucho tiempo a que me dijeran cuidadora, yo decía que era su mujer y, por lo tanto, no entendía otra manera de ser la mujer de Augusto si no asumía su cuidado, pero el momento más crítico lo estoy viviendo ahora.

“Yo viví el proceso que viven muchas mujeres, porque las cuidadoras, especialmente en Chile, un 86% son mujeres y suelen ser las hijas, hermanas, sobrinas o mujeres de personas que están enfermas”, dijo Urrutia. “Yo en dos segundos dejé de ser mujer y dejé de ser actriz para convertirme en la cuidadora de Augusto y eso repercute”, agregó.

La actriz sostuvo que la sociedad “tiene que asumir (…) que todos tenemos que pasar por el cuidado de alguien, eso es parte de la humanidad”. “La sociedad tiene que aprender a ser más humana, a no solamente valorar logros y éxitos, sino que también valorar las caídas, las precariedades y la vulnerabilidad”.

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Temores y penas

Paulina se casó con Augusto cuando llevaban 20 años de pareja, posterior a que el periodista fuera diagnosticado de Alzheimer. “El hecho mismo fue muy importante, porque así debiera ser siempre el sentido de casarse, el comprometerse con una persona en salud o en enfermedad, cuando se está bien o mal (…). Fue un regalo el Augusto”.

—Augusto quería tener hijos, ¿Por qué finalmente no sucedió?

La vida es muy sabia. No tuve hijos, pero creo que todos tenemos que hacernos cargo de alguien que depende absolutamente de nosotros y, en mi caso, no iba a ser un hijo, iba a ser mi marido (…) No me puedo arrepentir de las decisiones que he tomado porque siento que, felizmente, las pude tomar con toda la libertad.

—Teniendo la experiencia de la enfermedad de Augusto y de tu madre que falleció de cáncer cuando eras niña, ¿Qué piensas sobre la ley de eutanasia? ¿Estás de acuerdo?

Absolutamente. Hoy día, los animales mueren en mayor dignidad que los seres humanos. O sea, algunas personas en situaciones muy límites están obligadas a no poder decidir sobre su propio cuerpo y yo creo que hoy día existen tantas maneras de morir dignamente que tenemos que facilitar eso, ayudarnos.

—Llevas casi ocho años cuidando a Augusto. ¿Tú vas a seguir cuidándolo o va a llegar un minuto donde ya no puedas seguir haciéndolo?

Yo siempre digo que esto es un proceso, pero yo creo que lo más difícil que he vivido este último tiempo es darme cuenta de que, pese a toda la voluntad y amor, hay cuestiones tan duras como que ya no me lo puedo. Yo he vivido momentos muy duros al constatar la miseria humana, la impotencia, la vulnerabilidad extrema, que no es solamente de él, sino que es la mía también.

Para la actriz, el hecho de no poder levantar a su esposo “es una impotencia (…), me dice que lo ayude y yo por más intentos que haga no puedo”. “Aquello es lo más duro que he vivido y obviamente eso solamente va a evolucionar (…) y en algún momento tengo que ser capaz de separar a la cuidadora de la mujer y permitir la ayuda para mí”.

—¿Augusto sigue sabiendo que está contigo?

Yo diría que sí, ya que cuando se siente perdido a quien llama es a la Pauli (…) mi voz lo calma, mi mano lo calma, sé cómo hacerle cariño para tranquilizarlo. Soy yo y no soy yo. Yo creo que eso también es esta enfermedad, es darnos cuenta de que todos para calmarnos a lo mejor no necesitamos a la mamá que yo perdí, necesitamos a otro, alguien que esté ahí para contenerte, para hacerte reír, para acompañarte.

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