Por Paula Lepe

“Los ‘raros’ quieren casarse”. Transcurría abril de 1973 y así titulaba la revisa Vea su cobertura de una de las primeras protestas de la comunidad LGBTQIA+ en el país. “Colipatos piden chicha y chancho”, decía El Clarín en su portada.

Titulares impensados hoy en Chile, donde el matrimonio igualitario ya está en vigor y existe una Ley de no discriminación.

Pese a dichos avances, las organizaciones que promueven y defienden los derechos de la diversidad sexual y de género siguen observando críticamente la cobertura de los medios de comunicación a los temas que les atañen. Es por eso que el pasado jueves 2 de junio, la Fundación Iguales realizó la segunda edición de su Taller para Periodistas.

¿Qué falta por aprender?

Del VIH a la viruela del mono

“El taller nace de la necesidad de avanzar en una comunicación social más sensible a los temas de la diversidad sexual y de género, no sólo sobre cómo se informa, sino también cuál es el lenguaje que se usa“, explica Nicolás Levy, periodista y especialista en estudios de género y diversidad sexual, y encargado del taller “Cómo Comunicar la Diversidad Sexual y de Género” de Fundación Iguales.

En la instancia, Levy hace un recorrido por algunas coberturas mediáticas polémicas. En entrevista con CNN Chile, relata que una de las coberturas más “vergonzosas” tiene que ver con el VIH/Sida en los ’80: “La prensa invisibilizó completamente la pandemia que estaba surgiendo, luego la construyó como si fuera una enfermedad de un grupo, hacía una división entre víctimas culpables y víctimas inocentes, y usaba conceptos como que una persona ‘confesaba’ que tenía VIH, muy asociado a una realidad cristiana de culpabilidad y de pecado”. 

En las últimas semanas ha surgido un nuevo debate con los casos de viruela del mono registrados en distintos países. Si bien parece transmitirse mayormente entre otros hombres que practican sexo con otros hombres, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha hecho hincapié en que no se trata de una enfermedad de transmisión sexual, “ni tampoco una enfermedad ligada al colectivo gay”.

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Levy destaca que en estos casos existe una responsabilidad con el lenguaje, ya que “se pone el debate en las personas homosexuales y se completa información en base a prejuicios”. “La preocupación está en los hombres homosexuales que se exponen y la prensa asocia prácticas sexuales o comportamientos sexuales con orientación sexual, que es algo muy común que sucede y, por ejemplo, se asocia que la promiscuidad está en todas las personas que no son heterosexuales”, detalla. 

¿Cómo abordarlo? “Apegarse al lenguaje clínico cuando se habla de situaciones de salud pública y hablar de hombres que tienen sexo con hombres, porque tampoco podemos asociar esa práctica sexual con la orientación sexual de la persona”, recomienda Levy. 

Elección de fuentes

Dentro de las evaluaciones positivas, el colaborador de Fundación Iguales valora la representación de la vida de las personas de la diversidad sexual y de género en los medios: “Hemos visto interés en abrir el espacio de esas familias sin los prejuicios que se tenían antes”. 

Levy recuerda que en los ’90, cuando “tímidamente” se hablaba de algún tema relacionado al movimiento, solía contrastarse la perspectiva de un activista con una opinión experta del mundo de la ciencia, la medicina, las leyes, la política o incluso la religión.

A eso se le conoce como “efecto de dos campanas” y se enmarca en la idea de que hay dos lados en cada tema que merecen la misma atención. “En base a este argumento de triangular la información, lo que se hacía era quitarle credibilidad a la opinión experta del activista. Eso hoy día ya no lo vemos“, destaca Levy. 

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Preguntar y no asumir

Desde la Red de Periodistas y Comunicadoras Feministas (Periofem), la co-coordinadora de la comisión de Comunicaciones, María José Díaz, aún cree que se pueden generar avances en cuanto a la elección de fuentes, sobre todo para la correcta representación de las víctimas en noticias sobre crímenes de odio.

“Una de las cosas más importantes es ir hacia la persona o el entorno cercano de la persona en el caso de hablar de crímenes de odio, y preguntar, no suponer ni dar por hecho las cosas, y que sean muy cuidadosos con los detalles”, apunta. Su recomendación es “consultar cuáles son tus pronombres y cuál es tu identidad”

La periodista ejemplifica con la muerte de Valentín Quezada, joven trans de 25 años que fue encontrado muerto el lunes 7 de febrero en las aguas del río Chillán. “Desde su desaparición hasta su muerte había esa cosa como incómoda de preguntar, de cómo hablo, cómo me refiero a esta persona. Para que no se denote eso, mejor consultar”, aconseja.

Para manejarse con más destreza en ese ámbito, llama a revisar los manuales existentes sobre el abordaje periodístico.

Odio, no fobia

Desde distintas organizaciones han hecho énfasis en la necesidad de hablar de “crímenes de odio” y no de fobia cuando se atenta contra la vida de personas de la comunidad LGBTQIA+.

María José Díaz resalta en conversación con CNN Chile la importancia de incluir en los titulares el concepto “crimen de odio”, ya que “la fobia tiene que ver con algo psicológico, y el odio termina en el acto de hacer algo contra alguien“.

A juicio de Nicolás Levy, en tanto, este punto denota que se sigue “invisibilizando” la violencia cuando las víctimas pertenecen a la diversidad. “A no ser que sea un caso muy rimbombante como Daniel Zamudio o Nicole Saavedra, se invisibiliza o se traduce como ‘pasional’. Muchas veces nos encontramos con delitos de odio que tienen que ver con la exposición pública de las personas LGBTI+, y creo que Chile todavía adolece de incluir esa perspectiva y de seguir asociando ese concepto, que es el del crimen pasional”, critica. 

Para evitar estos lugares comunes, el especialista en estudios de género y diversidad sexual cree necesario “que en Chile se incluya la figura de la edición con perspectiva de género“, que en España, por ejemplo, “es la persona a cargo de revisar todos los contenidos del medio de comunicación para que puedan comprobar que no hay una producción androcentrista del lenguaje, de las representaciones, de los contenidos, que también atañe a la visibilidad correcta”. 

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