Por Mónica Rincón
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La mejor noticia que daré el próximo lunes, ya la sé. El 17 de mayo diré con orgullo: “Chile es el primer país que elige un órgano paritario para redactar su Constitución”. En medio de un difícil momento, un hito tremendamente positivo.

Una conquista que aún no convence a muchos y muchas. Dicen que es antidemocrático, porque serán electas algunas mujeres que obtengan menos votos que hombres.

Lo irónico es que lo argumentan también parlamentarios electos gracias al mismo sistema, uno que los arrastró con la votación de su acompañante o en que su lista sumó más sufragios, pero teniendo individualmente menos votos que candidaturas de otros pactos. Pero ahí no importó.

Otros advierten que quedarán fuera mujeres que obtengan más adhesión que hombres. Bueno, quienes creemos en la paridad, no queremos sobrerrepresentación, ni de ellos ni de ellas.

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¿Era necesario garantizar la paridad para escribir una Constitución? Los porfiados hechos dicen que sí: En Chile han habido 3.945 parlamentarios y sólo 112 parlamentarias.

Técnicamente, paridad, es asegurar al menos 45% de representación. Así, en la Convención Constituyente la cifra de mujeres va a oscilar entre 45-55%. ¿Con ello la Constitución tendrá necesariamente enfoque de género? No está garantizado, pero es más posible.

¿Y cómo hubiera sido la Convención Constituyente sin medidas afirmativas como esta? Muy masculina y sin pueblos originarios. Una con hombres menos capaces que muchas mujeres que quedarían fuera.

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El problema nunca fuimos nosotras, son ustedes, los hombres, los que están sobrerrepresentados en cada espacio de poder y su sobrerrepresentación fue lo que hubo que reparar.

Es un paso, no es la meta. La meta es un país con igualdad de género, donde las mujeres no tengan ni un derecho más que los hombres, pero ni uno menos.

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