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Ricardo Palma Salamanca por primera vez dio una entrevista. Después de recibir asilo por parte de Francia, uno de los asesinos de Jaime Guzmán decidió conversar con el Semanario The Clinic en París para contar parte de experiencia al interior del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), su vida en la clandestinidad y analizar a la izquierda a partir de su propia historia.

El texto refleja una visión crítica del rumbo del Frente desde el plebiscito; del comunismo, de su ideología, y la cultura que lo rodea. Y cuestiona la forma en la que su figura fue revindicada y de cómo se convirtió en una “causa perdida” útil para algunos.

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Un análisis que revuelve las aguas en la izquierda chilena, pues su figura -rechazada por la mayoría del sector- aún genera adhesión y empatía en otros tantos que valoran el rol del Frente en la dictadura.

Reflejo del golpe que causaron sus palabras es que la abogada comunista Julieta Urquieta atribuyera sus declaraciones a que “está afectado psicológicamente”.

Pero por más interesante que pueda parecer su visión, Palma Salamanca omitió lo que probablemente sea más importante: no hay una sola palabra de arrepentimiento por el asesinato de Jaime Guzmán. Apenas se podría desprender algo de su análisis de la lucha armada tras el plebiscito. “No tenía ningún sentido”, dice. Pero a 28 años del crimen del fundador de la UDI y cuando su asilo en Francia cierra una etapa importante del caso, probablemente esa parte de la historia era ineludible a estas alturas.

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