Por Daniel Matamala
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Se esperaba una derrota, pero esta fue tan aplastante que superó todas las previsiones. Por 202 votos a favor y 432 en contra, el Parlamento británico rechazó el acuerdo entre el gobierno de Theresa May y la Unión Europea para la salida de Gran Bretaña; el ya célebre Brexit.

Es la peor derrota parlamentaria que haya sufrido un gobierno británico en al menos un siglo. En circunstancias normales, significaría la inmediata caída de la primera ministra.

Pero estos días no tienen nada de normal, y es perfectamente posible que Theresa May pueda sobrevivir a la moción de censura que se votará mañana, para seguir al frente del país.

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Es que no hay alternativas claras. La aventura del Brexit llega a un callejón sin salida, en un país que debate cuál es la menos mala de las soluciones: un acuerdo que no convence a casi nadie, una salida unilateral que sería una catástrofe para el Reino Unido, o buscar un nuevo reférendum, para que sea el mismo pueblo británico quien deshaga el nudo gordiano que ató.

Como en la pichanga del barrio: el que la hace, la deshace.

El tema es de máxima relevancia y no es sólo económico. Es, antes que nada, el futuro de uno de los grandes proyectos políticos de nuestra era el que está en juego. No hay que olvidar que la Unión Europea no nació simplemente para hacer mejores negocios o aumentar unos puntos en el PIB, sino para hacer interdependientes a los países europeos y así volver imposible una tercera guerra mundial. Ese proyecto, ni más ni menos, es el que está viviendo hoy horas cruciales.

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