Por Mónica Rincón
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La tuya y dos más. En delincuencia el más duro gana ante la opinión pública. El problema no es sólo que las medidas puedan vulnerar derechos, sino que hay que mirar los datos para ver si son o no efectivas.

La cifras dicen que para encontrar a una persona con orden de detención pendiente se necesitan 40 controles de identidad preventivos y, en cambio, sólo 15 controles de los del artículo 85 del Código Procesal Penal. Pero como es más simple salir a pescar, se hacen más de los controles preventivos que de los otros que requieren de indicios y que son más eficientes.

Carabineros no ha producido la información a la que la ley lo obliga para saber si al usar esta herramienta discriminan o no. Entonces, ¿es sensato ampliar sus facultades? Las autoridades prometen fiscalizar, pero en tres años de vigencia del control preventivo de identidad no lo han hecho.

En esta competencia de dureza, resurge en algunos la propuesta de toque de queda para los adolescente. Los mismos que dicen que los papás deben decidir sobre sus hijos, ahora quieren que el Estado diga cuándo pueden salir a las calles.

¿Cómo podría Carabineros fiscalizar que se cumpla? ¿Es deseable que en vez de dedicarse a buscar delincuentes gasten tiempo en vigilar que los adolescentes estén en sus casas? Si el argumento es que las calles son escuelas de delito, ¿acaso creen que de día se cierran esas escuelas? Siguiendo su lógica, habría que encerrar a los jóvenes todo el día y sólo permitir que vayan del colegio a sus casas. Absurdo.

Estas medidas y otras como rebajar el control de identidad para los 14 años no son inocuas. Estudios británicos citados por Catalina Dropel demuestran que estigmatizan y que refuerzan en los jóvenes conductas delictuales.

Los verdaderos delincuentes deben estar de fiesta de nuevo, contentos de que en vez de tomar medidas que realmente sean efectivas, estemos distraídos en una discusión que hace subir los índices de popularidad de los más rudos, pero que no contribuye a bajar los de delincuencia.

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