Por Patricio Pérez
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Publicado por patricioperez

Son cerca de las 21:30 horas y el Movistar Arena luce casi completamente lleno, aunque aún hay muchísimas sillas sin ocupar. ¿Quién iba a pensar que un show de Charly García iba a comenzar puntualmente a la hora?.

Antecedida de una pieza orquestada llamada “Pepperland”, parte del soundtrack de la cinta animada “Yellow Submarine” de The Beatles, las cortinas se abrieron y mostraron a García a sus anchas rodeado de teclados, junto a su fiel banda que estuvo atento a cada uno de sus movimientos, dando inicio a un show generoso en estados y sensaciones.

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Con la enorme estructura que remarca el concepto de la gira actual del artista (La Torre de Tesla) firme entre dos pantallas, García logró encantar tanto a los aliados, sus fans acérrimos, como a quienes disfrutaron de su música en fiestas y a través de carreteados cassettes en los 80 y 90.

Éxitos como “De mí”, “Yendo de la cama al living” y “Cerca de la revolución” se lucieron a la par de otras grandes piezas menos difundidas de su repertorio, como “King Kong”, “Parte de la religión” y “Cuchillos”, junto además de tres canciones pertenecientes a Random (2017), su último álbum a la fecha (“La máquina de hacer feliz”, “Rivalidad” y “Lluvia”).

Fuente imagen: Twitter @MovistarArena

Al igual que en los años en que se hacía acompañar de la fallecida guitarrista María Gabriela Epumer, García se apoya en gran medida en la voz de Rosario Ortega, quien suma otros colores a su alicaída voz y completa las partes que quedan en el aire cada vez que se mueve entre sus teclados y anima al público. Sobre él, una serie de videos apoyan ciertas lecturas de sus obras: extractos de películas de Kubrick, “Help” de The Beatles y grabaciones junto a Mercedes Sosa aportaron más cuotas de emotividad a un concierto ajustadísimo, que logra en su medida a hacer justicia a una carrera difícil de pasar por alto.

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Tras algunos clásicos como “Demoliendo hoteles” y “Nos siguen pegando abajo (Pecado Mortal)”, el ex Sui Generis comenzó a despedirse del público chileno (y varios argentinos que cruzaron la cordillera para verlo) con algunas piezas en las que su gastada voz se mostró con fuerza (“I’m not in love”, “Asesíname”). Al igual que en sus shows realizados en Buenos Aires, García logró emocionar a sus seguidores con las dos canciones que cierran los míticos discos Clics Modernos y Piano Bar, “Ojos de videotape” y “Total interferencia”, con un extenso delay en el que parecía no querer abandonar el escenario.

Era la despedida de un show redondo de 21 canciones en total, pero una gran cantidad de fans se resistía a dejar el lugar y se mantuvieron firmes a sus asientos por varios minutos. Casi como una hinchada de fútbol, pidieron a gritos el regreso de su ídolo, así como también demostraron su gratitud por tanta música. Un saludo al viento en agradecimiento a una obra que sigue cruzando generaciones, y que tal como lo ha demostrado el propio García en carne propia, parece inmortal.

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