Por Caterine Luco Soto

El 25 de agosto del año pasado, por primera vez las mujeres trans fueron escuchadas en una comisión de la Convención Constitucional. La instancia de Derechos Humanos escuchó el testimonio del sindicato nacional de trabajadoras sexuales travestis y trans, Amanda Jofré, formado en 2004.

En la sala que acogió a la subcomisión de Verdad Histórica, Reparación Integral y Garantías de no Repetición, se entregó el micrófono a dos representantes, que siempre con la frente en alto hablaron de su historia y la constante violencia que a nivel nacional e internacional no permite que las mujeres trans vivan más de 40 años en promedio. Eran Alejandra Soto, presidenta del sindicato, y Anastasia Benavente, asesora técnica.

“Nosotras también fuimos detenidas desaparecidas y nadie nos peleó, porque en ese tiempo nuestras familias no tenían la sensibilidad de que existían las personas trans, éramos echadas de nuestras casas, de los colegios, asesinadas por policías y neonazis y abusadas en las cárceles por los gendarmes“, señaló desde un principio Soto. “Yo fui crucificada muchas veces por la policía, tengo muchas marcas en mi cuerpo“, reveló, agregando que “muchas compañeras pasaron por eso y ya no existen, pero existimos nosotras, para hablar por las que murieron sin un nombre femenino“.

“La discriminación no se nos cambió con una Ley de identidad de género“, continuó la dirigenta, haciendo referencia a la norma 21.120, que en su artículo primero reconoce el Derecho a la Identidad de Género y la rectificación de sexo y nombre registral. “Ahora tenemos nombre y sexo femenino, pero no nos dan trabajo, porque para los jefes y empresas seguimos siendo hombres”.

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Dos meses tras la presentación, Soto fue víctima de un ataque transfóbico. Tras recibir golpes y cortes, “le arrojaron bencina y le prendieron fuego“, manifestó el sindicato, detallando que “si bien originalmente buscaron robarle la cartera, rápidamente los hechos se tiñeron de transfobia, usando los típicos epítetos con las que somos agredidas: ‘maricón’, ‘caballo’, ‘enfermo'”, entre otros. A pesar de haber sufrido graves heridas, la presidenta de Amanda Jofré sobrevivió.

En la memoria resuenan las palabras de su compañera, Anastasia Benavente, en la Convención: “Necesitamos que este nuevo Chile comprenda que se ha cometido un genocidio hacia la comunidad trans y travesti y que, por lo tanto, necesitamos una reparación integral“. Y cerró sentenciando: “Nuestra revolución será envejecer con dignidad, respeto y amor“.

Junto al histórico registro, tres mujeres trans activistas hablaron con CNN Chile sobre sus vidas y los desafíos de la sociedad nacional para integrar a la comunidad trans femenina, una de las más discriminadas, de manera justa y reparatoria, con el fin de dar a las siguientes generaciones la posibilidad de vivir en un contexto que les permita ser felices siendo ellas mismas.

Lucha Venegas

Mi existencia, mi vida, mi activismo, no sería comprensible sin las mujeres. No solo aquellas que me anteceden como activista, filósofa y profesional, sino también las mujeres que han impactado en mi historia, creciendo y sobreviviendo 20 años en el Sename; ellas fueron fundamentales para que yo esté viva, que sea de la forma que soy.

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Mi activismo transfeminista intersecciona y vincula distintos tipos de opresiones: Por identidad y orientación sexual, pero también por aquellas que tienen que ver con la clase social, con ser pobre. Yo me crié en el Sename y sobreviví, así que vinculo también esa violencia institucionalizada en la arquitectura de la sociedad. También mi activismo lucha contra la discriminación racista. Debemos articularnos para construir, para enfrentar juntas y para crear un mundo más habitable.

Soy docente universitaria y trabajo en la Dirección de Género, Equidad y Diversidad de la Universidad de Magallanes, que también es sensibilización, promoción y difusión de conocimientos. Como profesional siempre intento promover el conocimiento encarnado, la teoría situada, es decir, que pasen por cuerpos que han sido violentados históricamente sin posibilidad de hablar, para abrir un espacio a que esas voces puedan plantear sus puntos y teorizar sus existencias.

El hecho de que muchas universitarias no tengan compañeras ni profesoras trans no es casual, es parte de un sistema que excluye a las personas trans de distintos espacios de lo común. Entonces veo que nuestra sola presencia en el espacio de la universidad es una suerte de revuelta política, pero no basta con eso, sino que tiene valor en la medida en que reconocemos la exclusión histórica de quienes nos anteceden.

Hoy existe la Ley 21.369 que regula el acoso sexual, la violencia y la discriminación de género en el ámbito de la educación superior, que plantea que se deben modificar todos los planes curriculares en las carreras para instruir en conocimientos específicos en DD.HH., género y violencia de género, pero, además del desafío de la modificación, está el de la implementación, donde nos encontramos con un vacío tremendo de profesionales que tengan información especializada para hacerse cargo de esta reformulación.

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Kris Córdova

Estudié Licenciatura en Ciencias con mención en Biología, pero por diferentes razones no ejercí. No me quise dedicar a la investigación porque quería viajar y conocer otros lugares, de hecho, gracias a esos viajes también pude finalizar mi proceso de transición o, más bien, terminar de entenderme. Ahora hago educación y difusión de las ciencias y la diversidad. Muchas personas hablan de un proceso de “euforiade género, en vez de ese concepto de “disforia” que es psiquiátrico, pensando que más que estar disconforme con el cuerpo, es una felicidad; para mí fue el poder abrazar mi identidad como yo la percibía, siendo una persona más plena, más libre.

Eso fue tan potente que dije, es bueno que otras personas puedan sentir eso también; poder compartir la alegría de ser y poder ayudar a otras personas a vivir esa experiencia sin problemas ni tapujos. Así fue que entré al activismo, al área de educación de OTD (Chile Organizando Trans Diversidades), luego a presidirla y finalmente a darme cuenta de que esto es algo más complejo que solo aceptarse a sí misme, porque hay toda una serie de problemáticas sociales que yo también estaba experimentando.

Yo soy trans no-binare. En un principio tenía miedo de que el relato no binario generara rechazo de algunas personas, o que pensaran que era por moda. Pero a medida que fue pasando el tiempo, fui conociendo a otras personas no binarias, aprendiendo que la historia está llena de culturas donde personas no se identificaban como mujer u hombre y existían terceras posibilidades. Eso me dio confianza para decir que podemos hablar de lo nuestro y eso no deja de ser un asunto de DD.HH.

Debemos ir perdiendo el miedo a hablar de ciertos temas. Esta apertura me ha permitido hablar de una diversidad que no necesita etiquetas, nombres o que tu relato calce en una gran macrohistoria para que sea válido. Este activismo, que busca empoderar a mi comunidad, también es para sensibilizar al resto de la sociedad para poder decirles que somos personas como todo el resto y queremos vivir incluidas. La sensibilidad es la que nos permite conocer y entender.

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Constanza Valdés

Soy activista transfeminista, egresada de derecho, autora del libro ¿Un cuerpo equivocado? (La Pollera, 2021), fui además candidata a convencional y a Diputada, actualmente asesora en la Convención. Creo que los pilares que existen hoy dentro de la lucha de las personas trans, particularmente mujeres trans pensando en el 8 de marzo, tienen que ver con el reconocimiento de la identidad, que en parte se ha logrado gracias a la Ley de identidad de género, pero todavía faltan muchos aspectos.

El nivel de discriminación que existe hoy hacia las mujeres trans es brutal y la violencia, generalmente los crímenes de odio o situaciones de violencia que se dan en los espacios públicos, pueden llegar a ser mucho más fuertes hacia las mujeres trans que incluso hacia hombres trans u hombres gay. También existen femicidios en contra de mujeres trans y así los considera la Ley Gabriela.

Pero el problema más urgente que existe en torno a esto, es que la violencia de género todavía sigue analizándose como un problema privado, como una lógica de un particular en contra de otra persona, pero no en la lógica de que es un problema público.

En general, la gran mayoría de las mujeres trans ejerce el trabajo sexual porque no hay espacios de trabajo donde nos contraten a quienes abiertamente tenemos una expresión de género que pueda contradecir a un binarismo o derechamente no están contratando a personas trans.

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La situación de salud también es bastante compleja, el acceso a la salud, a las políticas públicas, las políticas de transición, terapias de reemplazo hormonal las cirugías, siguen siendo un privilegio. En ese sentido, siempre digo que tuve el privilegio de haber podido terminar la carrera, de haber podido egresar. Transicioné después de que egresar y eso me permitió justamente finalizar el proceso educativo sin ninguna situación que lamentar.

Tengo la esperanza que con el tiempo nuestra situación cambie, especialmente en torno a lo que significa el proceso constituyente. La única manera de cambiar este paradigma es a través de un cambio en la educación, que sabemos para producir sus resultados requiere tiempo. Para que eso suceda,  debe haber visibilización y se debe seguir discutiendo, que la gente entienda por qué esto es importante.

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