Por Marcial Parraguez

Para pensar el espacio doméstico es necesario partir entendiendo quiénes son las personas que pasan más tiempo en él, ya sea por gusto o por obligación. Amarí Peliowski, una de las curadoras de Casa Chilena. Imágenes Domésticas, una exposición del Centro Cultural La Moneda en la que expone sobre la evolución y las mutaciones de la vivienda en Chile, reflexiona sobre cómo la sociedad ha construido la identidad de las mujeres a través de ese espacio y limitado su rol en los demás territorios.

La idea de lo femenino, históricamente, ha estado determinado entonces por el borramiento y aislamiento del cuerpo femenino en el espacio“, sostiene la académica de la Facultad de Arquitecura y Urbanuismo (FAU) de la Universidad de Chile.

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Esos son algunos de los temas que en los que profundizó la doctora en historia y teoría del arte por la École des Hautes Études en Sciences Sociales, con los que detalla las fracturas sociales que se pueden ver en la exposición

—¿Cómo afecta la forma en que concebimos los territorios y la arquitectura a la hora de la construcción de la idea de mujer, lo femenino y del feminismo?
—Históricamente, el espacio se ha querido construir para un ser humano universal, pero ha sido un humano universal basado en la figura masculina. Tal como tenemos un lenguaje genérico en que lo masculino simboliza lo colectivo o lo general, el espacio también ha sido genérico considerando el cuerpo del varón como medida física y simbólica de la comunidad. Así, por ejemplo, Le Corbusier creó el “modulor” para lograr las medidas perfectas de puertas, ventanas y mobiliarios en sus obras, pero el modulor era un dibujo de un cuerpo humano cuya altura era de 1,82 metros, que, además de ser medidas mucho más cercanas a las de un cuerpo masculino que a las de uno femenino, lo son también a las de un cuerpo de un europeo.

—Preciado escribía en Pornotopía, que “Playboy va a dibujar una ficción erótica capaz de funcionar al mismo tiempo como domicilio y como centro de producción”. En Chile, las viviendas también se hilan alrededor de esta idea de domicilio y centro de producción, por ejemplo: almacenes en el primer piso y casa en el segundo.
—Es interesante la relación entre la pornografía y lo íntimo del hogar, porque mucho del feminismo actual, muy inspirado por las ideas de Preciado, se articula en torno a la libertad de explotar e intervenir el propio cuerpo para los fines que se quiera. En este sentido, se opone al feminismo que condenaba toda forma de objetivación del cuerpo femenino. Lo interesante es que este nuevo movimiento ha validado justamente un nuevo uso productivo del espacio doméstico; tal como una casa puede convertirse en un almacén donde atiende la dueña del hogar que no ha podido alejarse de su casa para trabajar, el dormitorio se convierte en escenario de esa actividad económica de la exposición del cuerpo desnudo en los medios virtuales.

—¿Cómo se desarrolla este “otro lugar” o híbrido en Chile? ¿Qué papel juegan las mujeres en este desarrollo?
—En Chile, de una u otra forma, abriendo almacenes o canales porno desde la casa, creo que las mujeres no hemos dejado de buscar medios alternativos de subsistencia económica en un medio adverso y hostil. Lo que nos ha enseñado el feminismo actual es que esos medios alternativos son diversos, todos válidos, y pueden ser empoderadores y placenteros. El problema con estos espacios en específico es que se trata de espacios generalmente no reconocidos, informales, en los cuales las mujeres siguen manteniendo un estatus vulnerable por no tener ningún tipo protección social.

—¿Cómo se ha ido organizando el territorio a partir de los cambios socioculturales, como los generados por los movimientos feministas?
—Creo que los eventos de los últimos dos años en Chile nos han demostrado que el espacio público otorga poder. Si bien algunas mujeres han ocupado desde hace algunas décadas lugares de importancia en los espacios de poder (el caso de Bachelet es ejemplar), la ocupación masiva que han hecho los movimientos feministas no solo de las redes sociales si no que, fundamentalmente, de los espacios de la ciudad, ha logrado introducir con gran rapidez nuevas discusiones en torno a los derechos no sólo de las mujeres, si no de todas las minorías. Creo que no se pueden desligar los cambios que están ocurriendo hoy de una nueva conceptualización rebelde del espacio, en gran medida empujada por la concientización de los efectos de segregación y discriminación que han arrastrado las ciudades chilenas en las últimas décadas. 

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—¿La distribución del territorio se permea con la clase, el sexo y los grupos racializados? ¿Y cómo se trabaja desde la academia?
—La historia urbana chilena, sobre todo en este último siglo, ha estado marcada por la dictadura, ha estado fuertemente marcada por diseños que han fomentado la segregación social. El mundo académico está sin duda muy interesado en diagnosticar los efectos negativos de esta segregación y también de crear estrategias que permitan transformar o revertir estas dinámicas. Sin embargo, creo que existe una desconexión entre el mundo académico y las políticas públicas que sólo puede ser revertido por el activismo.

18 de enero al 10 de mayo | 2020
Lunes a domingo | 9:30 a 18:30 horas
Sala Andes | Nivel -3
Entrada general: $3.000, estudiantes y convenios: $1.500
Tercera edad y niños menores de 12 años: entrada liberada en todo horario
Público general: entrada liberada todos los días desde las 14:00 horas

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