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Su rostro se hizo público hace nueve años. Ese 2010 tuvo la valentía de contar su historia para el programa Informe Especial, en el que relataba décadas de abusos por parte de un sacerdote que no volverá a ejercer su ministerio mientras viva: Fernando Karadima.

Esa denuncia cambiaría la historia de la Iglesia en Chile y también en el mundo. Su relato lo conocemos: abuso sexual, de conciencia y de poder hacia él y su familia.

En conversación con CNN Íntimo, James Hamilton profundizó sobre lo que no se conoce de sus vivencias: cómo decidió vivir el resto de su vida después de hacer pública su historia, cómo ha luchado contra una institución poderosa y cómo ha batallado contra sus propias heridas.

A fines de marzo de este año, la Corte de Apelaciones de Santiago acogió la demanda civil en contra de la Iglesia Católica presentada por los denunciantes de Karadima. En la instancia, el tribunal resolvió pagar $100 millones a cada uno de los demandantes.

Hamilton, más allá de pensar que puede escribir el epílogo de la lucha que lo ha marcado durante años, confiesa que toma la nueva etapa como un comienzo.

“Siento que hoy en día he sanado una serie de heridas con el apoyo de toda mi familia y de mis amigos. Realmente empieza una etapa en la cual uno sabe un poco más y sigue pudiendo. Siento que no voy a detenerme nunca”, afirma.

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Sin embargo, reflexiona sobre la injusticia que ve en distintos casos de abusos. Por lo mismo, se refirió al caso de Marcela Aranda, quien denunció al sacerdote jesuita Renato Poblete, y opinó sobre las barreras que deben enfrentar las mujeres en sentidos como la discriminación, abandono y maltrato.

Marcela no solamente sufrió todo ese abuso, sino que también como mujer las vallas a vencer para poder abrirse públicamente. Pienso que son aún más difíciles que las que nos puede haber tocado a nosotros”, manifiesta.

A su vez, opina sobre las declaraciones del nuevo obispo auxiliar, Carlos Irarrázaval, en Hoy es Noticia. El prelado causó polémica al afirmar que: “es cierto que en la última cena no había ninguna mujer sentada a la mesa y eso tenemos que respetarlo también. Jesucristo tomó opciones y no lo hizo ideológicamente, dijo en entrevista con Matilde Burgos.

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A raíz de esto, Hamilton sostiene que Irarrázaval “es la persona menos idónea”, ya que “queda en evidencia que es una persona absolutamente descriteriada a lo menos, para no decir tonta e inepta para su cargo”.

Un momento clave en el proceso de los denunciantes contra el ex párroco de El Bosque, fue la reunión que tuvieron en abril de 2018 con el Papa Francisco en el Vaticano. En la visita asegura que se percató que el Papa esta realmente solo y que esto interfiere en que “su mayor falta de libertad es en la mala información que recibe”.

“Pienso que, internamente, su grado de libertad también le ha servido un contacto con Juan Carlos Cruz. Todo eso le ha ilustrado y le ha dado más libertad, pero en el contexto en el cual él se mueve, le impide, probablemente, ejercer como él quisiera sus funciones”, añade.

Red de control en la Iglesia

James recordó cómo llegó a la parroquia El Bosque, luego que fuera invitado por una compañera de Medicina. Recuerda que en esta etapa estaba en un proceso donde se replanteaba qué camino tomar. “Uno va resolviendo incertidumbre de ‘qué voy hacer con mi vida’”, cuenta.

Por este motivo, asegura que le pareció atractiva la posibilidad de participar en una parroquia.

Sobre el rol del ex sacerdote, señaló que: “Karadima era un agente más de la dictadura. Influía en el voto, en las prédicas. Indudablemente para él la opción del gobierno militar era la única opción (…) Había un mecanismo dentro de la doctrina de la Iglesia que todo era justificable”.

Además, agregó que durante esos años, la “red de protección de Karadima era desde Pinochet hasta Sodano”.

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“En la medida en que la dictadura se acaba y empieza la democracia, seguían estos grupos funcionando por debajo. Eran los grupos que decidían los futuros obispos, que hacían que sacerdotes fieles a Karadima fueran ordenados obispos y así se iba generado una red que se instalaba en el control de la Iglesia chilena”, explica.

No obstante, enfatiza en que desconocían que esa red de control también era de “corrupción al igual que las otras redes de corrupción de otros obispos, que tenían sus grupos a los cuáles también querían proteger”.

Por esta razón, expuso que “lo que finalmente uno ve es una perversión de manera transversal de todas las autoridades de la Iglesia”, ejemplificando el caso del sacerdote Gerardo Joannon y la denuncia contra el jesuita Renato Poblete.

Los jesuitas, que se suponían medios intocables, pero vemos que el nivel de perversión de ellos es aún peor porque siempre se han catalogado como los intelectuales o los estratégicos dentro de la Iglesia, pero uno se da cuenta que esa intelectualidad y esa estrategia fue utilizada principalmente para el abuso de sus perversiones”, cuestiona.

Reinterpretó su vida

El proceso de cicatrización de sus heridas asegura que no ha sido fácil. Dice que, en su caso, estuvo ligado a una terapia constante.

“Necesitas a una persona que tenga la experiencia de hacerte de espejo y de memoria (…) esta persona te va ayudando a reinterpretar tu vida”, indica.

En ese sentido, asegura que el tiempo ayuda a cambiar el rol, porque la primera sensación que tienen es que son culpables por lo ocurrido.

De igual forma, hoy afirma que la rabia ya pasó. “Cuando tú estás en este proceso y sientes que ya eres más o menos normal, vuelves a mirar tu historia y cambias los roles. No eres el culpable, súbitamente te das cuenta de que fuiste una víctima”, dice.

En la misma línea, declara que hay distintas maneras de ejercer el abuso y que esto, de alguna manera, “permea a la sociedad y para cambiarlo requiere un trabajo muy fuerte”. Enfatiza que el primer paso es “diagnosticarlo y ponerlo en evidencia”.

Uno de los pilares en todo este proceso fue Valerie, su segunda esposa, con quien fue padre nuevamente.

Asegura que la paternidad con los hijos de Valerie ha sido distinta, a diferencia del proceso que vivió en el primer matrimonio. “El poder tener la capacidad de observar el crecimiento de los niños, sus detalles, asombrarse, maravillarse es algo que hoy me siento mucho más capacitado, entonces lo disfruto”, señala.

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Los resultados de una rebeldía

Esta semana, la Cámara de Diputados aprobó que el proyecto de ley que establece la imprescriptibilidad de los delitos sexuales contra menores de edad, con carácter retroactivo desde 1990.

Hamilton asegura que estos procesos deben traducirse en cambios a la sociedad y sobre la importancia en que la Iglesia se hiciera responsable civilmente como garante y encubridor.

“Cuando comenzamos el proceso contra Karadima nos dijeron ‘no sacan nada, si esto está prescrito’”, recuerda.

Fue en ese momento, dice, cuando se encontraron con que “el Estado y las leyes tenían una barrera”. Tras esto, vino una frustración entre los denunciantes, pero esto derivó en que se generara una rebeldía contra “la falta de derecho” y lograron que el caso se investigara.

“A nosotros no nos importó que no metieran a Karadima en la cárcel, pero sí nos importó que hubo una jueza del Estado de Chile que dictaminara que Karadima era culpable”, sostiene refiriéndose a Jessica González.

En la misma línea, indica que “ese derecho que nosotros tuvimos, creemos que es fundamental para cualquier ciudadano”.

Finalmente, sobre la relevancia sobre la indemnización por parte del Arzobispado por la demanda de encubrimiento, aseguró que el efecto de esto se aplica para el resto de la sociedad y no sólo para el núcleo de la Iglesia.

Las instituciones tienen que ser responsables y van a ser responsables civilmente de contar o no contar con todas las condiciones necesarias para que no haya atropellos, abusos y otros tipos de acciones criminales bajo su techo”, concluye.

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