Por Matilde Burgos
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A quienes son contemporáneos los ha embarcado en más de una aventura, siempre inundadas por las letras como buen escritor, profesor de literatura y poeta.

A principios de los ’90 invitó a leer noticias poéticas a través del Noreste. Mostró que había una belleza en el pensar a través de decenas de conversaciones con gigantes de la literatura y el pensamiento crítico.

Hoy dirige la editorial universitaria de Valparaíso. Transita entre el puerto y Santiago, habla cada tarde Desde el jardín de radio Pauta y semanalmente es una especie de Pepe Grillo a través de sus columnas en El Mercurio, donde recuerda que vivimos en comunidad, que somos pensantes y, aunque parezca obvio, que estamos vivos.

Cristián Warnken Lihn (58) conversó a fondo con CNN Íntimo sobre la importancia del diálogo, analizó la posición de disidencia en el movimiento feminista, reflexionó sobre el escenario político de Chile y recordó la muerte de su pequeño hijo.

Es considerado un hombre que da espacio a la conversación, por este motivo, destaca el diálogo como una de las más altas formas de hospitalidad humana.“Yo no sabía que era un buen conversador y en el programa La belleza de pensar fui descubriendo que había una faceta ignorada en mí mismo. Me veía encerrado con mis libros, pero esto fue un salto, una salida al encuentro con el otro”, dice.

Confiesa que, a través de la conversación, aprendió a trabajar el prejuicio y cree que éste provoca que se impida conocer y ser cambiados por otras personas.

Por lo mismo, critica que en Chile no se sepa conversar. “La gran crisis del mundo hoy día es porque se han empobrecido las conversaciones”, señala.

Confundimos las ideas con los estados de ánimo. Es normal que la gente se asuste cuando hay discrepancias”, añade.

Sobre las nuevas tecnologías y redes sociales, Cristián dice desconocer cuánto cambiará lo digital a la realidad. No obstante, sostiene que “el gran peligro es la pantallización”, ya que quita “la posibilidad de encontrarse con el que está al lado”.

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El dolor

El 24 de diciembre de 2007, su hijo Clemente (3) cayó a la piscina de su casa ubicada en Vitacura. El menor fue trasladado a la Clínica Alemana, lugar donde falleció.

Hoy continúa viviendo en el mismo domicilio, del cual decidió no escapar tras la muerte de su hijo.

Un dolor de esa envergadura es una experiencia traumática (…) Quien me ayudó mucho a quedarme fue un gran amigo, el poeta Diego Maquieira. Yo lo considero mi oráculo (…) me dijo ‘no dejen la casa, no se vayan de la casa, quédense en la casa’. Es más, nos dijo ‘entren todos en la piscina y bautícense con esa agua’. De pronto esa imagen que él nos propuso comenzó a tener un tremendo sentido. Yo creo que ahí hubo una especie de sanación y en el fondo uno no puede arrancar de la muerte (…) Los lugares donde estamos son vida y muerte al mismo tiempo”, explica.

10 años después publicó el libro Un hombre extraviado, donde explica que no hay respuesta ni recetas para el dolor.

El dolor tiene una zona muda y lo que queda hacer es sólo llorar, a veces callar y a veces escuchar y dejar de proyectar ideas que uno tenía antes sobre la muerte”, analiza.

Explica que “el mundo de los niños y de la infancia es un mundo muy frágil, muy sutil (…) La muerte de un niño chico nos adentra mucho más en el misterio de la infancia y las palabras que usamos los adultos están viciadas”.

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Dichos controversiales

En una entrevista que entregó al diario La Hora, en marzo de 2018, fue criticado por asegurar que “hay que tener ojo de pasar de un machismo brutal al feminismo radical”.

A casi un año y dos meses de esa declaración, sostiene que le parece “un mal signo que una mínima posición de disidencia, frente a un movimiento que es legítimo, pero que también puede tener aspectos discutibles como todos los movimientos, signifique poco menos que el linchamiento que emita ese juicio”.

Sobre las funas, señaló que sólo causan “hacerle daño al movimiento feminista” y que “desconfía cada vez más de los iluminismos”.

Lo más grave que puede pasar, y que yo lo he visto, es que haya intelectuales que empiecen a autoinhibirse”, afirma.

Lo políticamente correcto comienza a convertirse en asfixiante y no una invitación a hacer una discusión, puede terminar produciendo un efecto involutivo. Ese es el temor que más tengo. En Estados Unidos yo he escuchado que hay profesores que dicen ‘uno ya no puede sostener 10 segundos la mirada porque es acusado de acoso’, entonces la palabra acoso se ha banalizado. Los hombres somos todos acosadores”, añade.

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Otro de sus comentarios que fue ampliamente masificado ocurrió en octubre de 2017, en la antesala de la elección presidencial. En es oportunidad, afirmó que si ganaba Piñera “sería un retroceso para el país”.

“Mi observación en ese momento previo a la elección, tenía que ver con un punto bien específico que es el peligro de la promiscuidad entre política y negocios. Yo apuntaba a eso. En el sentido que tenía que despejar, muy claramente, los límites de los negocios privados con el ejercicio de presidente de la República”, explica.

Sobre esa observación, resalta que los presidentes de Chile estén bien respecto a los test de probidad en comparación con el resto de América Latina, pero de igual forma cuestiona que a muchos políticos les preocupe lo marca la encuesta.

Prefiero un político que escuche a la gente y que no esté con un sensor midiendo todo lo que está pasando minuto a minuto”, señala.

En la misma línea, confiesa: “Soy un gran admirador de la figura de Lagos, con todos sus defectos que se le pueda acusar, de soberbia, de esto y qué se yo. Me parece que ahí tenemos un líder político que tenga ese tamaño, esa estatura, y la capacidad de decir voy a hacer esto”.

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Para el escritor, “lo que le falta a la política es gente que esté pensando” ya que cree que “el espacio de reflexión es muy corto”. “Estamos en una crisis de falta de espesor, de falta de profundidad, de falta de reflexión intelectual, que yo encuentro altamente peligroso”, indica.

Finalmente, en cuanto a la figura de la actual oposición, señala que la ilusión que deben tener está ligada con el pensamiento.

Para mí la única esperanza de la izquierda es que vuelva a pensar y recupere su libertad interior y deje de hacer cultos a la personalidad y vivir con la lógica de la polera. La polera de Chávez, del Che, de Fidel, hay que aceptar que esas cosas murieron. Yo me considero de corazón de izquierda, pero para mí eso se derrumbó”, cuestiona Warnken.

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