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El 15 de febrero de 1952, en la Comunidad Quechurehue, en la comuna de Cunco -región de La Araucanía-, nació Elicura Chihuailaf.

El escritor, poeta y oralitor mapuche ha sorprendido al mundo con su trabajo y su poesía etnocultural, ampliamente premiada y reconocida en el mundo de las artes.

Su infancia fue fundamental para su recorrido como escritor. Obras como Recado confidencial a los chilenos (1999), y La vida es una nube azul (2016), relatan aquellos momentos de su niñez caracterizada por la ruralidad y la cosmovisión mapuche.

En reiteradas ocasiones, Elicura se desempeñó como mediador cultural, reivindicando el diálogo intercultural con el Estado chileno y  realizando una intensa labor como traductor bilingüe, entre el español y el mapudungun.

Con su historia y sus obras, en 2020 se convirtió en el primer artista mapuche en ser reconocido con el Premio Nacional de Literatura. Recientemente destaca su participación en la cuarta edición del Festival Internacional de Poesía (FIP Santiago).

En una nueva edición de CNN ÍntimoElicura Chihuailaf Nahuelpan conversó sobre su vida cotidiana durante la pandemia, sus desafíos y parte de su historia artística y como oralitor. Además, el escritor dedicó unas palabras a la Convención Constitucional y a su ex presidenta, Elisa Loncon, y reflexionó sobre la violencia que hoy se vive en La Araucanía y el Wallmapu.

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“El ser humano es sólo una pequeña parte de la naturaleza”

Chihuailaf destacó que ser el primer ensayista, escritor y poeta mapuche en recibir un Premio Nacional “es un privilegio y es muy emotivo también el momento. A pesar de que varios años atrás ya había sonado mi nombre como prácticamente seguro ganador del Premio Nacional”.

La entrega del premio se dio a conocer en medio de la pandemia, cuando el escritor se encontraba en España. Chihuailaf recordó que lo “llamaron desde un canal de televisión para que estuviera el día siguiente en Temuco para una entrevista. Yo había recibido algunas noticias y le dije al periodista que no había problema, pero que recordara que en la puerta del horno se quema el pan y finalmente recibí la noticia en un momento pandémico en España”.

“Cuando me avisaron de este premio, yo sentí que se abría una ventana. Ojalá hubiera sido una puerta, pero yo espero que, a través de esa ventana, el Chile profundo pueda ver lo que se estaba perdiendo, lo hermoso que es la visión del mundo mapuche, de los pueblos nativos de este territorio y de todos los territorios del mundo”, comentó.

Estabas en España, la cuna de los conquistadores, del español que vino y que significó tanto dolor también para el pueblo mapuche.
—Eso a mí me conmovió profundamente. (…) Todos los idiomas son importantes, más allá de una historia que ya es más conocida, la cual es de mucho dolor e indudablemente permanece (…) Fue una paradoja desde todo punto de vista recibir la noticia del Premio Nacional de Literatura como también una mirada por parte de las y los jurados que dirimen el premio hacia una visión del mundo que permanece, en el sentido de que el ser humano es sólo una pequeña parte de la naturaleza y no el centro.

El Premio Nacional de Literatura llegó en un momento histórico también para el mundo y el país, donde recién Chile y los pueblos originarios habían votado que se iba a escribir una nueva Constitución que representara una oportunidad para su reconocimiento. Elicura destacó que generó “un diálogo necesariamente, no sólo escribiendo poesía, sino como seres humanos que tenemos que enfrentarnos a otra realidad”.

¿Cómo se vive un momento así?, ¿es potente?, ¿como estar viviendo un cambio de era?
—Claro, con toda la evidencia y las contradicciones que vino a ser primero en una cultura y luego desarrollarse en ella y finalmente tener que salir hacia la ciudades. Entonces, es un camino permanente.

Frente a este cambio de era, el poeta se refirió a la Convención Constitucional y a la figura de la primera presidenta del organismo, Elisa Loncon, respecto a quien aseguró que “es la expresión del Chile profundo que comienza a reconocerse”.

“Si algo dejó y está dejando la pandemia es precisamente la necesidad de diálogo, la necesidad de conversación con uno mismo. Entonces, yo creo que es un proceso que se ha ido masificando, que el Chile profundo ha ido asumiendo su hermosa morenidad”.

¿Cómo tiene que estar representado el pueblo mapuche y los pueblos originarios en este nuevo contrato?
—Me parece que es un punto fundamental porque ya no se puede mirar la naturaleza como se estaba mirando, el ser humano instalado como centro de la naturaleza. Vemos lo que está pasando aquí y en gran parte del mundo. El ser humano no es el centro y todas las culturas nativas, entre ellas la cultura mapuche a la que pertenezco, siempre lo han señalado.

—¿Cómo ve la figura de Elisa Loncon? ¿Cómo la ves a ella en esta posición desde el simbolismo y desde la ejecución de lo que está haciendo?
—A mí me parece que ha sido la persona perfecta para estar a la cabeza de este proceso.

¿Qué significa la mujer en el pueblo mapuche?
—La naturaleza y la tierra, es femenino y masculino y en ese mismo orden porque la visión de los pueblos nativos, en general, es que la tierra es femenina, la fuerza femenina, pero también la racionalidad masculina y dice que la emoción ordena a la razón.

—¿Usted reconoce en Elisa una buena representante en un momento particular?
—Sí, y en todos y todas los hermanos y hermanas que están ahí siendo constituyentes. Creo que son parte fundamental de esa mirada y creo que como grupo han sabido también instalar una visión absolutamente necesaria de un Chile que aprende a querer el lugar que le ha tocado.

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“Tengo que hacer dialogar a mi chilenidad con mi mapuchidad”

Sobre la oralitura y el porqué se define así, Elicura Chihuailaf señaló que fue “un concepto que surge de una conversación que tuve con un querido hermano maya, Jorge Cocom Pech”. Entonces, pensando en algunas condiciones, el poeta sintió que se “sentía parte de la oralidad, pero ya no tal como lo viví en mi infancia y parte de mi juventud, pero tampoco me siento parte de la literatura”.

“Hago uso de la escritura, pero lo que escribo tiene que ver con los sueños, con la esperanza, con el habitar cotidiano de una familia que siempre fue parte del sentido ritual encabezado por mi abuelo como lonco. Entonces, yo dije que en realidad fui parte de la oralidad e indudablemente como fui parte de la oralidad, esa oralidad vive también en mí”, agregó.

—¿Hay un riesgo de que se pierda?
—Es muy difícil, ya que uno, como cualquier ser humano en cualquier cultura, vive con una conversación constante que es la memoria de los mayores. Entonces, cuando uno habla está apelando a esa conversación que sucede entre el espíritu y el corazón. Entonces, uno escoge lo mejor para, en la dualidad de ser positivos y negativos como lo es la tierra y el universo, uno va recogiendo esa conversación.

—¿Cómo se va transmitiendo esa oralidad?
—Por eso surge la escritura. Hacemos uso de la escritura, pero no como algo constante y único, teniendo el libro como objetivo. Yo nunca tuve el libro como objetivo. Yo comencé a escribir como una manera de conversar conmigo mismo estando interno en un Liceo de Temuco. Entonces, el concepto de oralitura es precisamente escribir acerca de lo que estoy viviendo, acerca de la memoria de mis mayores.

Eso se sigue traspasando, el relato usted se lo cuenta a los nietos.
—Claro, el relato del azul por ejemplo y de ahí entonces surge esto que decía yo de perogrullo. Oralitura porque vivo entre la oralidad y la escritura (…) Todos somos un cauce donde fluye el agua de la visión del mundo y de las palabras alimentadas por dos orillas como cualquier estero o río. Por un lado, nos alimenta, a los y las oralitores, la oralidad y, por el otro, la escritura, la literatura.

— En “Carta abierta” nos contaba de dónde viene su tradición ¿Qué es lo que hoy les diría a los chilenos de este libro que fue publicado en 1999, pero que es súper vigente y que, además, refleja una belleza y ternura que uno no conoce?
—Sigue siendo lamentablemente la constante. Hoy se habla de conflicto mapuche, pero el conflicto lo instaló el Estado y en él está enquistado un pequeño grupo de poder al que le interesa que no se conozca otra visión de mundo, que no es la que busca un desarrollo contra la naturaleza.

—¿Hay intereses económicos?
—Indudablemente, porque los pueblos nativos en general en el mundo y particularmente el pueblo mapuche, que somos más numerosos, lo que queremos es un desarrollo con la naturaleza.

—Y esta violencia que hemos visto surgir en el último tiempo con mucha más fuerza. ¿Dónde está el punto de inflexión?
—El conflicto mapuche lo instaló el Estado y no se quiere hacer cargo de esa realidad.

¿Cuándo lo instaló el Estado?
—Cuando usurpó el territorio del Wallmapu, pero la violencia la instaló un pequeño grupo que tiene que asumir que son ellos quienes están creando la violencia, este grupo de poderosos a los que yo he denominado ‘el Chile superficial y enajenado’.

Chihuailaf destaca que en esta situación hace “falta ternura y también la comprensión de la necesidad”. También “una conversación entre Chile el profundo y y los pueblos nativos porque, en mí, para no ir en un ejemplo lejano, habita también la chilenidad y, bueno, me tocó esa historia que yo no escogí, pero tengo que hacer dialogar a mi chilenidad con mi mapuchidad”.

Hay intereses que tienen que ver con la denominada economía contra la naturaleza y, por ejemplo, ha afectado al agua, a los bosques. Se han instalado plantaciones de pino y eucalipto de una manera desmedida y esos son los intereses que se quieren perpetuar”, añadió.

El tema de la violencia, por ejemplo, cuando vemos esa cantidad de armas o grupos que aparecen encapuchados y armados ¿Quiénes son, pertenecen al pueblo mapuche, son narcotraficantes, son guerrillas externas, de dónde son?
—Hoy es difícil comprenderlo. Yo creo que hay una suma, pero también hay interesados en que suceda lo que hoy día está sucediendo. Pero, en lo sustancial, la violencia se va a terminar cuando el Estado termine con su violencia porque ellos fueron los que instalaron el conflicto mapuche, no nuestro pueblo.

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“Todos los colores habitan en mi casa”

¿Cuándo nació el poeta o cuándo usted empezó a saber que podía transformarse en esta voz del pueblo mapuche?
—Yo creo que surgió de manera natural, se instaló en mí a través de la conversación de mis abuelos, de mis padres, de mis tíos y tías que vivían con nosotros. (…) La poesía no es solamente verso, es color, aroma, textura, gestualidad, todo tiene que ver con lo poético y así yo creo que se instaló esto que para nosotros es el canto, que es la poesía.

—¿Qué aprendió de sus abuelos loncos?
—La intensidad respecto a este hecho de ser parte del infinito y parte de lo perecedero, un espíritu que llega a instalarse en su casa transitoria que es el cuerpo y ese espíritu que conoce el agua de las palabras, el cuerpo que es representado por el corazón, que es como una piedra no pulimentada y que nos decían: hay que hacer fluir el agua de las palabras para que vaya pulimentando poco a poco esa dura roca y, ojalá, hacerla transparente, que es alcanzar la sabiduría.

¿Qué nos dijo la naturaleza a través de esta pandemia?
—Yo creo que la propuesta precisamente de buscar el conocimiento de lo que nos ha tocado a cada uno en su realidad, en su entorno y en su propio ser. Que todo lo que hacemos en contra de la naturaleza la estamos haciendo en contra de nosotros mismos, que somos apenas una pequeña parte de ella. Entonces, la pandemia nos ha dejado una invitación que es a conversar para conocer, porque conocer es la única posibilidad de amar lo que nos ha tocado y amarnos a nosotros mismos (…) Si nos amamos, entonces también amamos la diversidad.

—¿Qué regalo le haría usted del pueblo mapuche a esta chilenidad? Y lo otro, ¿la chilenidad y los pueblos indígenas se incorporan en algún momento?
—Lo primero es comprender que no hay ningún ser humano que habite en este planeta que no provenga de pueblos nativos, en todos sus hermosos colores. Entonces, la tarea para los seres humanos en general que olvidaron su ser nativo, es conversar, conversar en primer lugar consigo mismo. La conversación es fundamental, en primer lugar, consigo mismo y luego con la diversidad. Para los pueblos nativos, y entre ellos para el pueblo mapuche, es el centro, el fogón que nos convoca es precisamente la conversación que es un arte (…) El arte está dado por el aprendizaje de escuchar, porque eso es lo más difícil.

Usted en su familia tiene todos los colores, ¿cómo ha sido la convivencia, la inclusión y el abrazo a todos estos colores?
—Sí, ha sido un regalo, una emoción. Puedo abrazar en mi nieto a la hermosa negritud, ya que una de mis hijas se casó con un muchacho haitiano, un sobrino se casó con una chica china (…) Todos los colores habitan en mi casa y eso me emociona mucho porque es un regalo y eso tiene que ver con la oralitura porque es escribir de lo que he vivido.

Usted ha llegado a lo más alto de lo que son las letras nacionales y ha sido reconocido internacionalmente. La lengua y la escritura mapuche, y usted escribe en las dos lenguas y logra el ritmo en un mismo texto en los dos idiomas. ¿Cómo lo ha hecho y cuál es la satisfacción que debe tener frente a eso?
—El mapudungun es un idioma muy poético en ese sentido, que no tiene una estructura como, por ejemplo, el castellano con el soneto, la décima, sino que se va conformando en la sonoridad. Entonces, por eso es tan poético, pero se complementan. Yo creo que los idiomas son eclécticos, que surgen de una mirada común de un ser humano o de los seres humanos en toda su historia que recogieron desde la naturaleza la sonoridad, o sea, aquello que llaman la onomatopeyas, porque finalmente el ser humano en todos los idiomas está expresando el cómo conocer ese misterio que es la vida y preguntando, parado frente a ese universo, de dónde venimos y hacia dónde vamos.

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