Foto: Agencia UNO

En entrevista con La Tercera, el senador, profesor de la Universidad Católica de Valparaíso y expresidente de la Democracia Cristiana, Ignacio Walker, se refirió a la posición central —literalmente central— que él cree debiera ocupar la DC en el mapa político actual. Acá, algunos momentos de esa conversación.

Siempre ha habido dos, tres o más almas al interior de la DC. A fines de los años 60 eran los oficialistas, los rebeldes y los terceristas. Los rebeldes terminaron como Mapu, los terceristas como IC y el partido subsistió a esos grandes quiebres. Los más de veinte partidos políticos de izquierda, incluida la ex Nueva Mayoría y ex Concertación, deben entender que la DC no es un partido de izquierda, eso es básico para empezar a conversar”.

“Cuando fui presidente del partido nuestro lema fue “identidad sin complejos”. Siempre actuamos en el marco de la Concertación y contribuimos a formar la Nueva Mayoría, pero con identidad sin complejos, y eso causaba irritación, pero no cedimos, porque los partidos tienen historia, cultura, electorado, narrativa, discurso, una subjetividad que hay que respetar. Yo no le temo a que existan dos almas, tres almas en el partido, en la medida en que logramos sostener una base común”.

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Tal vez llegó la hora de cambiarnos de nombre a Partido Demócrata de Centro (PDC). Ni conservador ni revolucionario, más allá de derechas e izquierdas, como fue nuestra definición a fines de los años 30, que cree en la gradualidad de los cambios, comprometido con los derechos humanos, sin ambigüedades ni doble estándar, con una mirada en los nuevos sectores medios, en los jóvenes y las mujeres. Finalmente, un centro donde converjan el socialcristianismo, la socialdemocracia y el social liberalismo. No le tengo miedo a hacer esta discusión”.

No se trata de renegar de nuestras raíces cristianas, porque el humanismo cristiano es nuestra filosofía política, pero el espacio de la DC es cada vez más reducido, por lo tanto, tenemos que procurar una convergencia con otros humanistas. Chile sigue siendo un país más de centro que de extremos, pero ese mundo está huérfano de representación política”.

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