Por Marcelo Mardones
Agencia UNO

En el oscuro panorama chileno de fines de la década de los setenta, con la dictadura como telón para un país desgarrado, y con la necesidad de recomponer parte de los lazos perdidos en la negación de los canales democráticos y el deshilvanado del tejido social, ciertos hitos subterráneos comenzaron a configurar respuestas frente al retroceso del debate público. Una de esas trincheras fue la que realizaron diversas consultoras y ONG’s ligadas al mundo de izquierdas que, bajo el amparo de sectores de la iglesia católica o el apoyo internacional, lograron elaborar una serie de análisis, documentos y propuestas en ámbitos donde la retirada del Estado y su acción resultaban más sensibles. Entre estos actores intelectuales, generalmente de muy baja visibilidad para una opinión pública cercenada, se encontraba la consultora y editorial Sur; fundada en 1978, tras una irrupción mediante la ejecución de talleres y la formación de un centro de documentación, pronto lanzó dos boletines que alcanzarían una gran relevancia en la década siguiente: Correo del Sur y Hechos Urbanos.

Esta última comenzó su publicación en agosto de 1981, centrada en sus primeros números como una recopilación de notas periodísticas sobre materias como vivienda, cuestiones municipales, salud o educación, aunque pronto estos contenidos se verían presentados con una redacción que denotaba miradas críticas al escenario social del país. Aunque durante su primer año el boletín conservó este formato de contenidos amplio, algunos temas iban adquiriendo cierta relevancia en sus páginas, la mayoría de ellos en relación a problemáticas urbanas como la cuestión habitacional, o el retroceso de la planificación, entre otros. Así, además de un documento informativo, Hechos Urbanos comenzaba a perfilarse como un observatorio de la calidad de vida urbana durante la implementación del neoliberalismo, proceso que tuvo abiertas consecuencias en la producción de la ciudad y las posibilidades de habitar de su población.

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El nuevo énfasis que adquiría el boletín se hizo evidente a fines de 1982, cuando los efectos de la crisis económica se hacían cada vez más complejos para la población, a lo que se sumaban una serie de coyunturas como las inundaciones del invierno de ese año, que dejaron al desnudo las débiles políticas de planificación urbana de las autoridades de facto. Aunque estos procesos parecían afectar más a Santiago por ser el mayor centro poblado del país, era una realidad que se repetía a nivel nacional y cuyos efectos a largo plazo serían la marcada segregación que caracterizó a las ciudades chilenas bajo la lógica del mercado neoliberal. En dicho contexto, con el movimiento de protestas contra la dictadura a las puertas y un debilitado rol del Estado frente a los desafíos sociales que enfrentaba el país, el discurso de medios alternativos como Hechos Urbanos permitió que las miradas críticas al proyecto neoliberal impuesto por la dictadura tuvieran una vitrina.

De esta forma, el boletín pudo hacerse cargo de exponer algunos conflictos que iban adquiriendo creciente interés por parte de la población y la opinión pública. Algunos de ellos tenían relación con tensiones históricas como las relativas a la vivienda, cuestión que había tensionado a los gobiernos de diverso cuño durante todo el siglo XX y que se venía agudizando desde su segunda mitad por el acelerado crecimiento de la población urbana del país. Sin embargo, otras problemáticas tenían un origen relativamente reciente, aumentadas por los efectos de la liberalización económica sin restricciones que ofrecía la dictadura: una de las más notorias en este sentido eran las relativas a la locomoción colectiva y sus externalidades, como la congestión vial o la cada vez más aguda contaminación ambiental. Aunque el debate sobre la polución se venía posicionando en la discusión pública desde las décadas previas, las consecuencias de políticas como la apertura sin restricciones a los empresarios autobuseros el establecimiento de recorridos implicó tanto un aumento exorbitante del parque vehicular para el servicio, sino también la agudización del problema del aire y el smog.

A través de diversos números especiales, Hechos Urbanos fue profundizando en estos temas mediante la difusión de estudios especializados desde el mundo académico, los que se ofrecían a la opinión pública en las páginas del boletín. Esto permitía un abordaje analítico sobre las coyunturas urgentes del periodo, por ejemplo, el terremoto de marzo de 1985, así como la discusión de los diversos ámbitos que iban configurando el paisaje de la ciudad neoliberal. El medio ofreció, en tal sentido, los elementos para lograr configurar en sus páginas algunos de los rasgos que iban adoptando las ciudades chilenas en su proceso de producción material, marcado por la guía omnipresente del mercado a la hora de adoptar decisiones políticas. El tono de denuncia que muchas veces acompañaba a los textos mostraba también, y sin dudas ni ambigüedades, la posición del medio frente al momento histórico, una decisión que involucraba compromisos sin medir costos pese al autoritarismo del momento.

La publicación de Hechos Urbanos hasta octubre de 1990 reflejó la voluntad de un grupo de profesionales y organizaciones de izquierdas que, desde el campo de las ideas, buscaron interpretar uno de los procesos cuyos alcances tienen hasta hoy algunas de las problemáticas urbanas más complejas para nuestras ciudades, como la segregación o la violencia. Aunque la opinión pública muchas veces se manifieste en términos más bien viscerales sobre estas cuestiones, resulta indudable la necesidad de una reflexión a largo plazo y que considere la evolución histórica de estas tensiones. En el mundo de la hiper información donde hoy nos desenvolvemos, cuesta apreciar los aportes que medios alternativos como éste realizaron durante la dictadura; su digitalización y disponibilidad web realizada por Sur Editores desde hace unos años nos otorga la posibilidad de poner hoy en valor sus análisis y posiciones, que es la invitación de esta columna. Cuando nos vemos a las puertas de un proceso constitucional donde temáticas como el derecho a la vivienda y la ciudad están en juego, volver a Hechos Urbanos es un acto de necesidad y conciencia política.

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