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(EFE) – Con la reconstrucción aún a medias, Gaza no se ha recuperado de la dura escalada bélica de 11 días que comenzó el 10 de mayo de 2021, y su primer aniversario se cumple hoy en plena tensión entre Israel y el grupo islamista Hamás, mientras crecen las amenazas con retórica belicista desde sectores de ambos lados.

Por ahora no se ha desencadenado una ofensiva con el enclave, pero la posibilidad de otro conflicto abierto entre el Ejército israelí y los grupos armados de Gaza sigue sobre la mesa desde que comenzó hace más de un mes otro repunte de violencia en la región, propio de los altibajos que caracterizan al largo conflicto palestino-israelí.

Seis ataques cometidos por árabes-israelíes y palestinos en el último mes y medio se han saldado con 18 muertos en Israel. Si bien los autores actuaron mayoritariamente de forma individual y solo uno de los ataques fue reivindicado por las milicias de Hamás, el grupo ha mantenido una retórica legitimadora que, según medios, ha llevado a Israel a plantearse la opción de acciones militares de represalia.

A su vez, tras el último ataque del jueves, que terminó con la muerte de tres civiles israelíes en la urbe de Elad, la derecha y parte de la opinión pública israelí exigieron al gobierno de Naftali Benet que retome los asesinatos selectivos contra líderes de Hamás, pidiendo la cabeza de su máximo dirigente en Gaza, Yahya Sinwar.

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Las Brigadas Al Qasam, brazo armado de Hamás, reaccionaron amenazando con una potencial “respuesta sin precedentesa tales ataques, e incluso sugirieron la vuelta de los atentados suicidas propios de la Segunda Intifada, que el grupo dejó atrás hace tiempo.

Desde marzo, Hamás ha elogiado todos los recientes ataques contra israelíes, a los que en abril se sumaron también una serie de lanzamientos de cohetes desde el enclave controlado por el grupo islamista que, sin embargo, no se atribuyó directamente los disparos.

Hamás también amenazó a Israel con librar “una gran batalla” tras varios días de choques entre Policía israelí y palestinos en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, que alberga la Mezquita de Al Aqsa y que representa el tercer lugar más sagrado del islam y el primero para el judaísmo.

El año pasado, los disturbios en el recinto, junto con protestas en las calles de Jerusalén y el riesgo de desalojo de palestinos en favor de colonos judíos en el barrio de Sheij Yarrah, fueron caldo de cultivo para la escalada bélica más fuerte desde 2014, con incesantes lanzamientos de cohetes hacia Israel por parte de milicias palestinas y duros bombardeos israelíes contra Gaza.

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Un año después, la situación en Gaza no ha cambiado mucho. El enclave -donde viven 2,3 millones de personas- sigue bajo bloqueo por parte de Israel desde que Hamás pasó a controlar el territorio en 2007, tras romper con la Autoridad Nacional Palestina (ANP).

Este año, el gobierno israelí amplió a 12 mil los permisos de trabajo para gazatíes en Israel, y se comprometió a extenderlos a 20 mil, pero el impacto de ello es relativo: La vida en Gaza es aún precaria y su mala salud económica arrastra tanto las secuelas del conflicto de 2021 como de otros anteriores. El desempleo en Gaza supera el 50% y la pobreza el 55%, mientras que el 70% de población depende de ayuda humanitaria, según ha detallado a EFE Maher al Tabaa, director de la Cámara de Comercio de la Franja.

A su vez, los bombardeos israelíes de 2021 dejaron unas 50 mil viviendas dañadas y 2 mil totalmente destruidas o inhabitables. El alcantarillado o las infraestructuras eléctricas y de agua -ya de por sí precarias- se vieron también afectados.

Egipto y Catar se comprometieron a entregar US$ 500 millones cada uno para la reconstrucción. La agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA) también recibió US$ 60 millones para ello de parte de Estados Unidos.

Aún así, según Al Tabaa, “la reconstrucción y desarrollo” de Gaza “no pueden depender solo” de si Israel alivia restricciones o de la ayuda financiera, sino de una solución “política” para el enclave. “El miedo a otra guerra es dominante en Gaza“, ha dicho a EFE Balsam Ayyad, ingeniera gazatí de 25 años, que asegura que gran parte de población civil del enclave vive cada día con temor a ello.

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