VIDEO RELACIONADO - Paulina Astroza sobre los efectos políticos de la 2da ola COVID-19 en Europa (18:09)
{"multiple":false,"video":{"key":"oVqQp0983p","duration":"00:18:09","type":"video","download":""}}

(CNN en Español)  Un grupo de trabajadores médicos de primera línea, probablemente agotados, aparecen acurrucados juntos en una videoconferencia mientras el hombre más poderoso de China levanta la mano a modo de saludo.

Es el 10 de febrero en Beijing y el presidente Xi Jinping, quien durante semanas ha estado ausente de la vista del público, se pronuncia ante el personal del hospital en la ciudad de Wuhan mientras luchan por contener la propagación de un nuevo coronavirus aún sin nombre oficial.

Desde una habitación segura a unos 1.200 kilómetros del epicentro, Xi expresó sus condolencias a quienes murieron en el brote. Instó a una mayor comunicación pública, pues en todo el mundo aumentaban las preocupaciones sobre la posible amenaza que representaba la nueva enfermedad.

Ese mismo día, las autoridades chinas reportaron 2.478 nuevos casos confirmados, lo que elevaba el número total mundial a más de 40.000, y menos de 400 casos había fuera de China continental. Sin embargo, CNN ahora puede revelar cómo los documentos oficiales que circularon internamente muestran que esto era solo una parte de la imagen.

En un informe marcado como “documento interno, mantener la confidencialidad”, las autoridades sanitarias locales de la provincia de Hubei, donde se detectó el virus por primera vez, enumeran un total de 5.918 casos nuevos detectados el 10 de febrero, más del doble de la cantidad pública oficial de casos confirmados, desglosando el total en una variedad de subcategorías.

Lee también: Rusia presentará su vacuna contra el coronavirus en la ONU este miércoles

Esta cifra mayor nunca se reveló por completo en ese momento, ya que el sistema de conteo de China pareció, en el tumulto de las primeras semanas de la pandemia, restar importancia a la gravedad del brote.

La cifra no revelada anteriormente se encuentra en una serie de revelaciones contenidas en 117 páginas de documentos filtrados del Centro Provincial de Control y Prevención de Enfermedades de Hubei, compartidos y verificados por CNN.

En conjunto, los documentos constituyen la filtración más significativa proveniente del interior de China desde el comienzo de la pandemia y brindan la primera ventana clara a lo que las autoridades locales sabían internamente y cuándo lo supieron.

El gobierno chino ha rechazado rotundamente las acusaciones hechas por Estados Unidos y otros gobiernos occidentales de que ocultó deliberadamente información relacionada con el virus, sosteniendo que ha sido franco desde el comienzo del brote.

Sin embargo, aunque los documentos no proporcionan pruebas de un intento deliberado de empañar los hallazgos, revelan numerosas inconsistencias entre lo que las autoridades creían que estaba sucediendo y lo que se reveló al público.

Los documentos, que cubren un período incompleto entre octubre de 2019 y abril de este año, revelan el que parece ser un sistema de atención médica inflexible, restringido por una burocracia de arriba hacia abajo y procedimientos rígidos mal diseñados para lidiar con la crisis emergente. En varios momentos críticos de la fase inicial de la pandemia, los documentos muestran pruebas de claros pasos en falso y señalan un patrón de fallas institucionales.

Uno de los puntos más llamativos se refiere a la lentitud con la que se diagnosticaron a los pacientes locales con COVID-19. Incluso cuando las autoridades de Hubei presentaron al público su manejo del brote inicial como eficiente y transparente, los documentos muestran que los funcionarios de salud locales dependían de mecanismos de prueba y notificación defectuosos.

Un informe contenido en los documentos de principios de marzo dice que el tiempo promedio entre el inicio de los síntomas y el diagnóstico confirmado fue de 23,3 días, algo que los expertos le han dicho a CNN habría obstaculizado significativamente las medidas para monitorear y combatir la enfermedad.

Lee también: Reino Unido autorizó la vacuna de Pfizer contra el COVID-19 y estará disponible desde la próxima semana

China ha defendido firmemente su manejo del brote. En una conferencia de prensa el 7 de junio, el Consejo de Estado de China publicó el llamado Libro Blanco en el que decía que el gobierno chino siempre había publicado información relacionada con la epidemia de “manera oportuna, abierta y transparente”.

CNN se ha comunicado con el Ministerio de Relaciones Exteriores y la Comisión Nacional de Salud de China, así como con la Comisión de Salud de Hubei, que supervisa el Centro provincial para el control de enfermedades, para que comentaran los hallazgos divulgados en los documentos, pero no recibió respuesta.

Los expertos sanitarios dijeron que los documentos revelaron por qué importaba lo que China sabía en los primeros meses.

“Estaba claro que cometieron errores, y no solo errores que ocurren cuando se trata de un virus nuevo, también errores burocráticos y políticamente motivados en la forma en que lo manejaron“, dijo Yanzhong Huang, investigador principal de salud global en el Consejo de Relaciones Exteriores, que ha escrito extensamente sobre salud pública en China.

“Estos (errores) tuvieron consecuencias globales. Nunca se puede garantizar el 100% de transparencia. No se trata solo de un encubrimiento intencional. También hay limitaciones por la tecnología y otros problemas con un virus nuevo. Pero incluso si hubieran sido 100% transparentes, eso no habría evitado que la administración Trump minimizara la gravedad de la situación. Probablemente no hubiera impedido que esto se convirtiera en una pandemia”.

El martes 1 de diciembre se cumplió un año desde que el primer paciente conocido mostró síntomas de la enfermedad en la capital provincial de Hubei, Wuhan, según un estudio clave publicado en la revista médica The Lancet.

Los archivos fueron presentados a CNN por un denunciante que solicitó el anonimato. Dijo que trabajaba en el sistema de salud chino y que era un patriota motivado para exponer una verdad que había sido censurada y honrar a colegas que también se habían pronunciado. No está claro cómo se obtuvieron los documentos o por qué se seleccionaron artículos específicos.

Los documentos han sido verificados por seis expertos independientes que examinaron la veracidad de su contenido en nombre de CNN. Un experto con estrechos vínculos con China informó haber visto algunos de los informes durante una investigación confidencial a principios de este año. Un funcionario de seguridad europeo con conocimiento de los documentos y procedimientos internos chinos también confirmó a CNN que los archivos eran genuinos.

Los metadatos de los archivos vistos por CNN contienen los nombres de los funcionarios provinciales en servicio como modificadores y autores. Las fechas de creación de metadatos se alinean con el contenido de los documentos. También se realizó un análisis forense digital para probar su código informático contra sus supuestos orígenes.

Lee también: 13 trabajadores siguen atrapados al interior de una mina en China

El mundo obtuvo datos más optimistas que la realidad

Los documentos muestran una amplia gama de datos en dos días específicos, el 10 de febrero y el 7 de marzo, que a menudo contradice lo que los funcionarios dijeron públicamente en esos momentos. Esta discrepancia probablemente se debió a una combinación de un sistema de informes altamente disfuncional y a un instinto recurrente para suprimir las malas noticias, dijeron los analistas. Los documentos muestran todo el alcance de lo que los funcionarios sabían, pero optaron por no explicarlo al público.

El 10 de febrero, cuando China reportó 2.478 nuevos casos confirmados en todo el país, los documentos muestran que Hubei -en realidad- distribuyó un total diferente de 5.918 casos nuevos notificados. El número interno se divide en subcategorías, lo que proporciona una idea del alcance completo de la metodología de diagnóstico de Hubei en ese momento.

Los “casos confirmados” son 2.345, los “casos diagnosticados clínicamente” 1.772 y los “casos sospechosos” 1.796.

Los criterios estrictos y limitantes llevaron en última instancia a cifras engañosas, dijeron los analistas. “Muchos de los casos sospechosos debieron haber sido incluidos como casos confirmados”, dijo Huang, del Consejo de Relaciones Exteriores, quien revisó los documentos y encontró que eran auténticos.

Las cifras que estaban dando eran conservadoras y esto refleja lo confusa, compleja y caótica que era la situación”, agregó.

Ese mes, los funcionarios de Hubei presentaron una cantidad diaria de “casos confirmados” y luego incluyeron en sus declaraciones “casos sospechosos”, sin especificar el número de pacientes gravemente enfermos que habían sido diagnosticados por los médicos como “clínicamente diagnosticados”.

A menudo, en los conteos nacionales, los funcionarios daban los nuevos casos “confirmados” diarios y proporcionaban un recuento continuo de toda la pandemia de “casos sospechosos”, a los que también parece que se agregaron los “diagnosticados clínicamente”. Este uso de un recuento amplio de “casos sospechosos” efectivamente minimizó la gravedad de los pacientes que los médicos habían visto y determinado que estaban infectados, de acuerdo con criterios estrictos, dijeron los expertos.

William Schaffner, profesor de enfermedades infecciosas en la Universidad de Vanderbilt, dijo que el enfoque chino era conservador y que los datos “se habrían presentado de una manera diferente si los epidemiólogos estadounidenses hubieran estado allí para ayudar”.

Agregó que los funcionarios chinos “parecían en realidad minimizar el impacto de la epidemia en cualquier momento. Incluir a pacientes que se sospechaba que tenían la infección obviamente habría ampliado el tamaño del brote y habría dado, creo, una apreciación más real de la naturaleza de la infección y su tamaño”.

Lee también: Argentina: Comienza el debate parlamentario por el proyecto de legalización del aborto enviado por el Gobierno

Los protocolos para el diagnóstico de coronavirus, publicados por la Comisión Nacional de Salud de China a fines de enero, indicaron a los médicos que etiquetaran un caso como “sospechoso” si un paciente tenía antecedentes de contacto con casos conocidos, fiebre y síntomas de neumonía, y que elevaran el caso a “diagnosticado clínicamente” si esos síntomas eran confirmados por una radiografía o una tomografía computarizada. Un caso solo se “confirmaría” si la reacción en cadena de la polimerasa (PCR) o las pruebas de secuenciación genética arrojaban resultados positivos.

Andrew Mertha, director del Programa de Estudios de China en la Universidad John Hopkins, dijo que los funcionarios podrían haber estado motivados a “minimizar” números para disfrazar problemas de preparación y financiación insuficiente en organismos locales de atención médica como los centros para el control de enfermedades provinciales.

Según Mertha, los documentos —que él revisó y consideró auténticos— parecían estar organizados de manera que permitieran a los altos funcionarios pintar el cuadro que quisieran.

Les ofrece todas las opciones sin poner a nadie en una posición explícitamente embarazosa, dándoles tanto el yunque como la balsa salvavidas para elegir”.

Los funcionarios chinos pronto mejoraron el sistema de notificación, colocando los casos “diagnosticados clínicamente” en la categoría de “confirmados” a mediados de febrero. Los altos funcionarios de salud y provinciales de Hubei también fueron destituidos de sus cargos en ese momento. Ellos habrían sido los responsables en última instancia de la información.

Además, las pruebas más amplias y mejoradas significaron que los casos “sospechosos” podrían aclararse más rápido y aparecer menos en los informes. Por otra parte, los criterios de diagnóstico de China han sido criticados por expertos en salud por su continua decisión pública de no contar los casos asintomáticos.

Las cifras de muertes que figuran en los documentos revelan las discrepancias más marcadas. El 7 de marzo, el número total de muertos en Hubei desde el comienzo del brote era de 2.986, pero en el informe interno figuran 3.456, incluidas 2.675 muertes confirmadas, 647 muertes “diagnosticadas clínicamente” y 126 casos de muertes “sospechosas”.

Dali Yang, quien ha estudiado extensamente los orígenes del brote, dijo que en febrero las cifras “todavía importaban debido a las percepciones globales”.

“Todavía esperaban que fuera como en 2003, y que como el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS) eventualmente se contendría, y todo podría volver a la normalidad”, agregó Yang, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Chicago. Señaló la llamada del 7 de febrero entre los presidentes Trump y Xi. “Creo que esa es también la impresión (ilusoria) que tuvo Trump: que esto iba a desaparecer”.

Los documentos, sin embargo, no son claros en modo alguno. En dos ocasiones, las cifras de defunciones públicas se sobrepasaron por poco, y las cifras internas indican discrepancias de un solo dígito de cinco y uno, respectivamente.

En otras ocasiones, los datos brindan destellos de nueva información pero sin un contexto vital. Aunque China nunca ha revelado el número total de casos de COVID-19 en 2019, hay un gráfico en un documento que parece sugerir la detección de un número mucho mayor.

En la columna inferior izquierda del gráfico marcado 2019, el número de «casos confirmados» y de casos “diagnosticados clínicamente” parece llegar a alrededor de 200 en total. Los documentos no dan más detalles. Hasta la fecha, la indicación más clara de cuántos casos fueron detectados en 2019 son los 44 “casos de neumonía de etiología desconocida (causa desconocida)” de los que las autoridades chinas informaron a la OMS para el período de la pandemia hasta el 3 de enero de 2020.

Tags:

Deja tu comentario