Por Mónica Rincón
{"multiple":false,"video":{"key":"czow8YDwY2w","duration":"00:02:32","type":"video","download":""}}

Ayer se dio un pequeño, pero relevante paso. Se aprobó en el senado la idea de legislar el matrimonio igualitario. Falta mucho, pero es un avance como dijera hace años Muñoz y Dahm, contra “esa mañosa obcecación de blindar a la institución del matrimonio contra los embates de la realidad”.

No tener ese matrimonio igualitario es una discriminación odiosa y que un día parecerá anacrónica, como hoy parece que recién en 1998 se haya terminado con los “hijos ilegítimos”, o que recién desde 2004 exista una ley de divorcio.

Cada día en que le negamos a dos hombres o a dos mujeres el derecho al matrimonio civil es un día por el que debemos pedirles perdón.

Mientras los opositores al matrimonio igualitario claman por la familia, les pediría que defendamos todas las familias.

Lee también: Contra Cruz-Coke y el matrimonio igualitario: Los polémicos tuits del nuevo ministro Julio Isamit

Asombran los argumentos en contra. Que se está atentando contra la naturaleza. Que “matrimonio” viene de matriz, o sea de procrear. Usando esa lógica, como “patrimonio” viene de padre, ¿quiere decir que sólo los hombres pueden administrar bienes? Extraña obsesión por ver la etimología y la biología fuera fuente de moralidad.

Pero si matrimonio está ligado para algunos necesariamente a la procreación, deberían pedir que se les niegue a las parejas heterosexuales infértiles, a las de la tercera edad, a quienes se casan sabiendo que no quieren tener hijos. ¿Suena absurdo no?

Para otros es problema es la adopción homoparental, cuando no hay
estudios serios que digan que el sexo de tus padres marcará una diferencia en ti.

Lee también: Matrimonio igualitario: ¿Qué cambios implementa?

Lo dijo tan claro la Corte Suprema de EE.UU. cuando abolió la prohibición del matrimonio entre personas del mismo sexo: “Sería malinterpretarlos, decirles que le faltan el respeto a la institución del matrimonio. Lo respetan tanto que buscan realizarlo por sí mismos. Su esperanza es no ser condenados a vivir en soledad, excluidos de una de las instituciones más antiguas de la sociedad. Ellos piden ser tratados con igual dignidad ante la ley, y la Constitución les garantía ese derecho“.

En definitiva: dejemos de arrogarnos el derecho de decirles a dos adultos que no pueden elegir a quien amar.

Tags:

Deja tu comentario