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“Estoy ahora en el Registro Civil intentando sacar el certificado de defunción para mi hija no nacida y el sistema no permite que salgo mi nombre porque no soy hombre”.

Esta es la denuncia que hizo una madre chilena que luego de enfrentar un dolor tan profundo como la pérdida de una hija, debió recibir una nueva bofetada, pero esta vez del Estado.

¿La razón? A casi un año de implementada la Ley de Matrimonio igualitario, sus disposiciones aún no llegan a todos los rincones de la burocracia. En trámites como el que debió llevar adelante la denunciante, el sistema no la reconocía como madre al igual como lo hace con su esposa, ya que los formularios sólo considera a un hombre y una mujer como progenitores.

Casos como éste se suman a dificultades en la inscripción de hijos o en la realización de matrimonios. Bien lo sabe la denunciante, Isabel Amor, quien es directora de Fundación Iguales, organización que junto a otras de la comunidad LGTBI vienen hace días alzando la voz.

Porque no son sólo malos ratos, son nuevas humillaciones, nuevas discriminaciones absolutamente inaceptables. Precisamente, la ley de matrimonio igualitario venía a saldar una deuda vergonzosa con miles de chilenos y chilenas que eran tratados como ciudadanos de segunda por su orientación sexual.

No podemos seguir recorriendo ese camino. Bien hace el gobierno en dar instrucciones al Registro Civil para solucionar la situación. Pero ello se debe extender a todos los rincones del Estado para que nadie sea tratando jamás como lo fue esa madre.

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