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Rául Sohr se refirió a la crisis civil en Nicaragua, la que ya lleva varios meses a cuestas. Si bien el gobierno de Daniel Ortega recientemente logró que el país retomara su curso en funcionamientos básicos como abastecimiento, la situación nicaragüense está estancada, con una oposición enérgica pero no con la fuerza necesaria como para tumbar el régimen de Ortega.

Debido a esta realidad el presidente de Nicaragua no tiene ninguna intención de irse. Al mismo tiempo, la crisis interna se mantiene con el desempleo, estancamiento económico y la estabilidad pasada a llevar de Iglesia Católica, eje fundamental y preponderante para este país.

La Iglesia era el único ente capaz de “arbitrar” por la estabilidad del país, pero Ortega se encargó de neutralizar esta posibilidad. El presidente acusó a los obispos de intentar organizar un golpe de estado en su contra. Tras esto, el mandatario solo se aferra a un 21% de adherentes, ya que el rechazo a su gobierno bordea el 80%, cifra que en Latinoamérica no es determinante ya que hay gobiernos que han llegado hasta el final del mandato con números similares.

La habilidad de Ortega en establecer un liderazgo unipersonal, en conjunto con su esposa, ha impedido el surgimiento de nuevos opositares reales que le hagan el peso al actual mandatario. A su vez, se preocupó de no involucrar militares en las represiones.

Solo se habría utilizado fuerza pública y algunos grupos paramilitares, aunque éstos últimos bajo cuestionamiento, ya que se podría inferir que más de alguno de los miembros eran realmente militares que realizaban doble función, como lo que sucedió en conflictos similares en Colombia o Argentina, por ejemplo.

Revisa el análisis completo de Raúl Sohr.

 

 

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