Por Mónica Rincón
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La matanza de EE.UU. en El Paso, pueblo con alta población de migrantes hispanos, debe hacernos reflexionar. Pero no sólo a los ciudadanos sin cargo, sino a quienes son líderes de opinión, a las autoridades y a los medios de comunicación.

Disparar un arma, poner una bomba, son los últimos pasos de un camino largo, de un terreno que es mucho más fértil para este tipo de atentados horrorosos cuando se alimenta un clima de odio.

No basta con decir “yo no quería” “yo no tuve la intención”. Cuando se dicen medias verdades, cuando se miente, cuando se muestra no sólo a migrantes, sino a cualquier grupo, como una amenaza, como un peligro para el resto de la población; es ahí cuando quien así procede se hace cómplice de crear un clima de odio.

Más grave si esas acciones se dirigen contra grupos en alto riesgo de ver vulnerados sus derechos.

¿Está Chile lejos de la violencia que vimos en EE.UU.? Posiblemente. ¿Por siempre? No. Porque hay caminos que no se desandan y quienes los comienzan son responsables, aunque no tuvieran intención de llegar hasta el final de ellos. Por eso hay que evitar tanto el discurso liviano para acercarse a estos temas, como a quienes calculadamente dirigen sus dardos a grupos a quienes es rentable atacar, marginar o de manera calculadamente ingenua, atacar.

Y eso sólo se combate con líderes, ciudadanos y medios que estén dispuestos a ser no buenistas, sino impopulares aunque justos. Informados, aunque no necesariamente comprendidos.

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