Cuotas. Les pareció normal, y bien que así sea, establecerlas para lograr que hubiera más candidatas y luego más parlamentarias. Vieron que como era algo justo no podía seguirse esperando el “cambio cultural” y lo forzaron por ley.
Hoy quisiera entonces preguntar, ¿por qué no establecer en los colegios públicos y privados cuotas que garanticen cupos para niños con Necesidades Educativas Especiales? Es decir, que si un curso no los tiene en sus salas en cierto porcentaje y uno de ellos pide ser admitido en un establecimiento, sea obligatorio recibirlos.
También es justo, también es deseable y también es necesario porque, tal como ocurrió con las mujeres, no podemos seguir esperando un cambio cultural mientras a miles se les niega su derecho humano a la educación.
Preocuparse de todos los niños y niñas debiera ser una obligación moral, un imperativo ético.
Si les preocupa que por no tener dinero se queden sin enseñanza de calidad, más debiera preocuparles que por tener autismo o usar una silla de ruedas, les cierren las puertas de un establecimiento y de otro y de otro.
Si creen que por mérito algunos deben tener prioridad para entrar a determinados colegios y dicen que entienden el mérito como sinónimo de esfuerzo, ¿qué más meritorio que avanzar a pesar de estar en una situación de discapacidad?
Parece que cuando algunos dicen que hay que preocuparse de aquellos por los que nadie marcha, se les olvida ese 20% de menores con necesidades especiales permanentes o transitorias.
Parece que cuando otros critican a la educación por elitista y poco integradora, se les olvidó que la palabra inclusión no agota su significado en la falta de recursos económicos.
Mucho más que Admisión Justa o Ley Machuca, Educación con Inclusión. Esa que ni siquiera queda para marzo como estos dos proyectos, esa que deliberadamente siempre queda para después. Autoridades, en esta materia, reprueban.
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