Por Daniel Matamala
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El proyecto Admisión Justa del gobierno logró el milagro de poner de acuerdo al caótico archipiélago de las oposiciones. Todos los diputados opositores de la Comisión de Educación, desde la DC hasta el Frente Amplio, y el Partido Comunista, acordaron rechazar la idea de legislar.

Lo ocurrido habla a las claras de las fortalezas y debilidades que tiene el arco opositor. La ex Nueva Mayoría y el Frente Amplio ven en Admisión Justa una suerte de contrarreforma, que debilita tal vez el gran legado del gobierno anterior: la Ley de Inclusión. Y frente a esa amenaza, aparecen ahora como una sola voz.

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Tuvieron para ello la ayuda involuntaria del presidente Piñera, quien al decir que el proyecto dará más libertad a la “industria de la educación”, cometió un desliz difícil de reparar, y que recuerda a la desafortunada frase del ex ministro Eyzaguirre y los patines.

Pero, para ser alternativa real de gobierno, la oposición no puede limitarse a ser una muralla defensiva. Tiene que ser capaz de proponer proyectos al país. Y ahí su déficit es tremendo. Como se volvió a ver hoy en sus divisiones en la votación del tema migratorio. Ni en lo tributario ni en el previsional ni en ningún otro, ha sido capaz de tener una sola voz para proponer proyectos alternativos del gobierno, y ha oscilado entre negociar ciertos acuerdos o dar un portazo.

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Entonces, a no engañarse. Esta manifestación de unidad opositora está todavía muy lejos de ser el inicio de la construcción de una coalición política viable.

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