“A raíz de las reacciones que han generado mis dichos, pido disculpas a la familia de Jaime Guzmán”. Palabras de la diputada Marisela Santibáñez tras conocerse que dijo de Guzmán que “estaba bien muerto el perro”.
Bien que pida disculpas, y en especial a la familia de Jaime Guzmán, pero no basta. Mal que lo haga a raíz de las reacciones generadas y que reduzca lo suyo a una “frase poco feliz”, porque es una frase muy violenta. Agrega que no tiene nada que ocultar, evidente. Ya conocemos el video, no hay mérito suyo en esto.
Pero además es incomprensible lo sucedido. No fue sorprendida, ella habló para defender, justamente, al diputado Boric, que venía de pedir disculpas por haber recibido sonriendo una polera con la cara de Guzmán baleado.
Así se polariza la política y se espera bastante más de quienes trabajan profesionalmente en ella. Más claridad en los principios democráticos, porque más allá del juicio que se tenga sobre alguien que fue parte de la dictadura de Augusto Pinochet, Jaime Guzmán fue asesinado y en democracia. Y no depende ni de la calidad personal, ni de la estatura moral de a quien se mata en democracia para que sea inaceptable.
Y la diputada deja dudas sobre su postura cuando dice que nunca ha validado la violencia en una democracia plena. Al ponerle apellido “plena” relativiza todo. ¿Quiere decir que en otros tipos de democracia o en otros tiempos, como la de los 90 con muchos cerrojos heredados de la dictadura, cuando se mata a Guzmán, ahí sí era aceptable usar la violencia como herramienta política? ¿Quién califica cuándo una democracia es plena? No queda claro si condena el crimen de Guzmán, ni si la diputada cree que hoy hay democracia plena como para rechazar la violencia.
Simplemente, no. Sin excusas. Y no a quienes han usado la muerte de la hija de la parlamentaria para intentar insultarla. Hay límites que no se pueden cruzar sin convertirse en lo que se está criticando.
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