“Despejó todas las dudas”. Así resumió el ministro Alberto Espina lo satisfecho que había quedado con las explicaciones que le dio el comandante en Jefe del Ejército sobre sus declaraciones ante sus subalternos.
Arriesgada declaración. Por varias razones, entre otras porque en su primera aproximación con la prensa, Espina se mostró bastante menos molesto de lo que le vimos horas más tarde cuando anunció que había citado a la cabeza del Ejército.
Luego Ricardo Martínez reconoció públicamente que no había informado al ministro de su denuncia ante la justicia militar del que asegura es el único caso al que quiso referirse cuando habló en plural, y que sólo incluía a suboficiales cuando a los 900 militares les dijo que había oficiales.
Bien si le aclaró al ministro de Defensa, porque los ciudadanos aún tenemos dudas. ¿Por qué se siente con el derecho a deliberar sobre las pensiones? ¿Por qué le dijo a sus oficiales que había pedido paralizar juicios de cuenta si no era cierto? ¿Por qué pensó que iba a ser bien visto intentar parar dichos juicios si él debe ser el primero en pedir que se les fiscalice con severidad?
Aquí no se está cuestionando la transparencia con la que ha actuado el Gobierno, que, de hecho, hasta donde puede apreciarse ha decidido con rapidez, apenas ha tenido los antecedentes de irregularidades.
Aquí lo que uno aún duda es si a las autoridades civiles, los miembros de las FFAA y de Orden les entregan toda la información. Y si no sería más prudente dejar espacio a la duda razonable. Pensando incluso en que el propio Ricardo Martínez puede encontrarse con sorpresas dado el clima interno que él mismo describió en la reservada reunión con sus hombres.
Pero cabe la posibilidad de que el ministro de Defensa estime que no le quede más camino que confiar y respaldar a un comandante en Jefe que es traicionado por quienes deciden filtrar el audio de una reunión reservada, sobre todo después de que sacaron en la renovación del Alto Mando al 45% de los generales.
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