Este viernes el presidente Sebastián Piñera viajará a Cúcuta, Colombia. En medio de la crisis que vive Venezuela, el mandatario irá a la ciudad fronteriza a entregar “ayuda humanitaria” a los venezolanos.
Fue invitado por su par colombiano, Iván Duque, y por el presidente encargado Juan Guaidó. Y busca, según explicó el mandatario, apoyar una solución pacífica y constitucional de la crisis; además de colaborar con ayuda humanitaria.
La decisión generó críticas desde un grupo de la ex Nueva Mayoría. Ex cancilleres, embajadores y senadores, entre otros, calificaron el viaje como “inoportuno e inútil”. Juan Gabriel Valdés fue más allá y dijo que era “un acto populista” del “espectáculo de la política exterior”.
Si uno analiza los objetivos planteados, la decisión de ir a Colombia puede parecer coherente con la ofensiva que ha intentado ejercer el Gobierno sobre la crisis venezolana. Se busca una señal política de respaldo a Guaidó y de presión a Maduro con dos presidentes en la frontera. Pero es poco efectiva en el objetivo último, que es llevar esa ayuda necesaria a las manos de los venezolanos.
En terreno poco podrá hacer el presidente, pues Guaidó -y esto lo dijo hoy Sebastián Piñera- no tiene la fuerza ni el control para permitir que la ayuda humanitaria cruce la frontera. Y hasta ahora no hay detalles de cómo lo conseguirá. Tampoco tendrá mayor efecto en la búsqueda de elecciones libres que espera Chile. Es incierto aún el desenlace, pero podría atrincherar aún más a Maduro.
Por último, el viaje es una señal política externa, pero también interna, para un tema que ha sido útil para el Ejecutivo. De lo que pase el viernes se sabrá si la apuesta valió la pena o si terminó por ser un paso en falso en la búsqueda de un camino pacífico para la salida a la crisis.
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