Por Daniel Matamala
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Ambos fuera. El presidente del directorio, y hoy, el director ejecutivo de TVN renunciaron a sus cargos, poniendo fin a un gallito que inmovilizó el canal público en el peor momento: cuando está hundido en una larga y profunda crisis.

La renuncia de Jaime de Aguirre llega después que el presidente Piñera anunciara un proyecto para facilitar la destitución del director ejecutivo, que hoy requiere 5 de los 7 directores. Una mala idea que liquidaría la independencia de Televisión Nacional. Como hoy el directorio está cuoteado, el oficialismo tiene 4 directores, y por lo tanto cada gobierno de turno podría despedir al director ejecutivo cada vez que el canal incomodara a algún grupo de poder.

Lo que se debe hacer es todo lo contrario: asegurar la autonomía de TVN, no limitarla. Liberar al canal de presiones políticas, no asfixiarlo con ellas.

Y para eso el cuoteo político debería ser reemplazado por un gobierno corporativo de expertos en medios, elegidos por concurso y sin lealtades partidistas ante las cuales rendir cuentas.

Eso además de un financiamiento permanente, porque, vale la pena recordarlo, desde su autonomía en 1992 hasta la reciente inyección de fondos, en democracia nunca TVN había recibido dinero del Estado. Es más: en dos ocasiones (2009 y 2010) el canal tuvo que entregar parte de sus ganancias a las arcas fiscales.

Por eso, quienes dicen que hemos financiado TVN con nuestros impuestos todos estos años, mienten o ignoran la realidad. Es información básica para entender un debate que puede ser la última oportunidad de rescatar nuestra televisión pública.

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