Por Daniel Matamala
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Según la ONU, Chile es uno de los 10 países del mundo en que más han aumentado los contagios de VIH.

Son cerca 67 mil chilenos viviendo con este virus, un niño que nace portando VIH cada cuatro días.

Y eso hace aun más incomprensible la confusión con que se ha tratado este tema en nuestro país.

Por años, campañas de educación fueron frenadas por grupos de interés que veían en el SIDA un tema de moral sexual, no de salud pública.

Obispos y parlamentarios aprovecharon su poder para bloquear el derecho de los chilenos a conocer los peligros de este virus.

Canales de televisión que usan el espectro público censuraron campañas de prevención, y el mismo Estado muchas veces cedió ante las presiones para reducir o eliminar programas de educación sexual y distribución de condones.

Chile es un país diverso, plural, y por supuesto, los distintos grupos religiosos o sociales tienen derecho a difundir sus ideas sobre sexualidad, pero no a obstaculizar políticas públicas que deben tener como único fin salvar vidas, no predicar sobre lo que deben o no hacer las personas en su esfera íntima.

¿Cuántos contagios pudieron evitarse sin estas interferencia?, ¿Cuántos hombres, mujeres y niños viven con VIH porque se censuró información?, ¿Cuántas vidas se perdieron en aras de principios religiosos y de una supuesta “moral” sexual?, son cifras que nunca podremos conocer.

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