Por Mónica Rincón
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“Si las mujeres quieren igualdad, compitamos en la cancha. No quieren ayuda”. Así fundamentó un diputado su voto en contra de la paridad en una eventual convención constituyente. Que compitamos en la cancha, nos dijo… ¿en cuál cancha? En una dispareja, cuesta arriba para las mujeres.

Una niña dedica 50% más de tiempo que un niño entre los 5 y los 18 años a las tareas domésticas. Las menores tienen un 70% menos de posibilidades de que les regalen un juguete científico. La mayoría de las mujeres se hace cargo de la crianza de los hijos y de las tareas domésticas y además trabaja fuera de la casa. Chile está bajo el promedio de América Latina en participación laboral femenina. Hay, y con ley de porcentaje de candidatas, apenas 22,6% de diputadas.

No nos vamos a cansar de aclarar que una cuota de candidatas o de cargos no es una ayuda, es la nivelación de una cancha que desde que nacemos es desfavorable.

Pero desde hoy ningún parlamentario puede alegar que no impulsa nuevas leyes que aún pueden garantizar paridad en una convención mixta o 100% electa porque eso podría poner en riesgo el acuerdo para una nueva Constitución. Si creen en la equidad, voten por ella. Atrévanse a perder el injusto privilegio de estar sobrerepresentados.

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Hoy fue un día en que no se puede celebrar que se aprobara el plebiscito para preguntar si la gente quiere una nueva Constitución. Porque se abre una ventana para hombres y mujeres, pero a ellas se les cierra la puerta principal.

Logrado el sufragio femenino, pronto se entendió lo vergonzoso de que no lo hubiéramos tenido antes. Hoy muchos diputados, los suficientes como para bloquear un avance básico, no han comprendido lo injusto de que los hombres estén sobrerepresentados en una instancia tan excepcional como el momento en que podría darse vida a la norma más importante de todas.

El rechazo a que las mujeres sean la mitad de quienes creen una nueva Constitución, algún día va a parecer tan insólito como cuando muchos votaron en contra de la ley de divorcio o de la que terminaba con los hijos ilegítimos. Anacrónico.

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