Ecoterroristas. De ecologistas no tienen nada, de terroristas, sí. Ahora enviaron un artefacto explosivo a la casa del presidente de Metro que, afortunadamente, fue desactivado. La carta en que reivindican el ataque está firmada por Individualistas Tendiendo a lo Salvaje, la secta Rojo Sangre y la Horda Mística del Bosque.
“Con nuestro atentado no buscamos acabar con la empresa Metro. Sólo buscamos honrar la tierra con explosiones y sangre”. Es que no se honra la tierra con explosiones y sangre, se la ofende.
Son cobardes y poco dados al esfuerzo. Incapaces de dar la cara, incapaces de articular petitorios, de organizar marchas como las feministas que congreguen a miles de personas en las calles. Ni de sumar de manera democrática gente a su cusa, que por sangrienta y desprovista de ideas, sigue siendo minoritaria.
Porque no es que no se pueda discrepar del metro, que es menos contaminante que subir en micros a los millones de pasajeros que traslada y una tremenda ayuda para sus usuarios. No es que uno crea que no hay empresas que depredan el planeta, sino que lo que demuestra que la ecología es una fachada para estos grupos es, por ejemplo, que no han llevado a ninguna multinacional a tribunales internacionales. Tampoco han intentado, como sí han hecho vecinos organizados, ir a tribunales para disputarle en esa cancha al Metro sus decisiones y forma de trabajar.
Estos autodenominados “ecoterroristas” jamás actúan a cara descubierta ni asumiendo costos. Porque no todos los medios de protesta son válidos. Pero ellos no tiene límites, ni siquiera les importa poner en peligro a la familia de quienes rechazan.
No sólo por Óscar Landerretche y Louis de Grange, por sus familias y amigos, es importante que estas investigaciones avancen y den resultados. Es por los valores que están en juego. Porque la Tierra no se usa como excusa, porque el respeto a la vida no se transa.
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