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Que no pase como un hecho más, lo que ocurrió hoy es muy relevante. La disidencia de las FARC anunciaron que retoman la lucha armada. Y eso tiene consecuencias que ya podemos vislumbrar.

Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia pasaron de guerrilla a grupo terrorista. En un país tremendamente desigual, eligieron la violencia y terminaron además ligados al narcotráfico. También los paramilitares que los combatieron al margen de la ley.

El Estado combatió a las FARC, que habían dejado cientos de miles de víctimas, y ocupó todas las armas, incluso las que no le están permitidas. Fracasaron numerosos intentos de paz hasta que se firmó un acuerdo.
Pero ese acuerdo se decidió al más alto nivel, demasiado alto, tan alto que los colombianos no lo sintieron propio.

Fue tanto el voluntarismo, que se hizo una ceremonia para celebrar dicho acuerdo antes que se votara en un referéndum que finalmente lo rechazó. Por otra vía Juan Manuel Santos lo implementó.

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Cada vez más arrinconados, quienes desde diferentes bandos quieren la paz, hoy reciben un duro golpe.
El gobierno debe decidir si persiste en un camino que requerirá de décadas de trabajo duro o si prefiere sacar dividendos políticos atacando lo hecho por el ex mandatario Juan Manuel Santos. Porque en el corto plazo renta polarizar el debate como ha hecho, entre otros, el ex presidente Uribe.

Y la línea oficial de las FARC no puede tener medias tintas. No pueden tratar de justificar a los que toman de nuevo las armas, aduciendo que no se han cumplido todas las promesas, que hay aspectos insatisfactorios del tratado u otras excusas. Porque deben recordar a desplazados, secuestros y asesinatos: en suma, la tragedia y la violencia que sembraron.

Porque para no desangrar a un país, víctimas y familiares de ellas debieron aceptar verlos en el Parlamento, justicia en la medida de lo posible, sólo algo de reparación y una tardía petición de perdón.

Colombia se merece que sus líderes estén en el lado correcto de la historia, en el que se hace lo imposible porque los violentos no acallen la democracia a punta de balas. Después de medio siglo de conflicto, Colombia merece la paz.

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