Por Mónica Rincón
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Son angelitos, son niños para siempre, son casi súper héroes. No. Las personas con síndrome de Down no son nada de eso. Son ciudadanos, sujetos de derechos.

Hoy es el Día Internacional del Síndrome de Down. ¿Por qué? Porque este síndrome implica que en el par 21 ellos tienen 3 cromosomas, 21/3. Aunque habría que preguntarse si ellos tienen uno de más o nosotros uno de menos.

En Chile aún se les discrimina, como a todas las personas en situación de discapacidad, probablemente en parte por la ignorancia que hay sobre ellos. Todavía hay muchos mitos que derribar.

Es una característica genética, no se “padece” de síndrome de Down, como no se padece de ojos café o pelo rubio. No hay grados; o tienes o no tienes síndrome de Down: la diferencia es la estimulación que cada uno ha recibido. Sí pueden aprender a leer, a tocar un instrumento, hacer deporte. Sí maduran, sí se enamoran, sí quieren y pueden trabajar.

De hecho, son excelentes empleados, que presentan menos licencias y mejoran el ambiente laboral. Bueno, como en general todas las personas en situación de discapacidad. Porque la diversidad es un regalo que no debe tolerarse, sino valorarse.

Son ciudadanos como usted o como yo. Tienen los mismos derechos, solo que no se les respetan. Con el apoyo necesario, el mismo que cualquiera necesita para algunas cosas, pueden desarrollar todas sus capacidades. Por eso que es vergonzoso que en Chile su techo dependa de la billetera de sus padres.

Merecen que les abramos las puertas de colegios, trabajos y sistemas de salud. Que nunca más se les cobre extra por estudiar en un colegio integrado, que no los descarten en los seguros de salud, que como a uno más se les permitan realizar el trabajo para el cual estén capacitados y no se les segregue a sólo algunas actividades.

En definitiva, se trata de emparejar la cancha, de ayudar a que sus padres cuando reciben la noticia de que esperan un hijo con Síndrome de Down puedan sentir alegría. Pero para eso Chile tiene que recibirlos con alegría, con justicia y con respeto.

Para que nunca más la principal angustia de un papá o de una mamá de un niño con Síndrome de Down sea: ¿qué pasará cuando yo no esté? Porque para ellos debemos estar todos.

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