En el Día de la No Violencia Contra la Mujer, fracasa una sesión sobre denuncias de violencia sexual en el marco del conflicto social. Muy simbólico.
Un símbolo negativo, por cierto, de que los temas que afectan más a las mujeres no están en el centro del debate público. Demasiado a menudo hay algo supuestamente más importante que solucionar.
En estos días he escuchado varias veces decir que hay “otras urgencias”, como si el machismo no fuera parte estructural de la desigualdad. Como si pensiones, sistema de salud, educación; tuvieran que repensarse en favor de quienes tienen menos recursos, pero no con perspectiva de género.
Profundo error: las mujeres chilenas están por debajo del promedio latinoamericano en participación laboral. Si la pensión de un hombre es paupérrima, la de la mujer será miserable (porque le costará mucho más juntar el mismo dinero y, si logra esta hazaña, jubilará con un 15% menos), y en el colegio, con una educación aún sexista, a muchas las van a convencer de que su género limita sus sueños.
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¿Por qué sí entendemos que quien ha tenido menos oportunidades económicas merece una beca, pero cuando se trata de nivelar diferencias por género se habla de que sería una ventaja indebida?
Debiera ser apremiante poner fin a la violencia física, psicológica, pero también estructural que viven las mujeres. Porque es muy violento para las que ganan menos que un hombre por el mismo trabajo, es violento que se las considere un cacho porque sólo ellas tienen postnatal, es violento seguir escuchando frente a una violación que ella se lo buscó.
En la foto del acuerdo político se alcanzaban a divisar cuatro rostros femeninos en medio de un mar masculino. Y eso sí es un problema, porque nuestra élite política, gremial, académica o empresarial no es representativa en muchos aspectos y tampoco respecto del género. Hay mujeres y muchas las queremos ver igual que los hombres, en cada espacio de poder, dándole la mano a otras. Y para los que lo están pensando: no, nos vamos a aburrir de hablar de estos temas.
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