Por Mónica Rincón
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Lo esencial: una vez más las víctimas de abusos sexuales y de conciencia decían la verdad. Esa es la conclusión más importante del informe que hoy dieron a conocer los jesuitas sobre la investigación a Renato Poblete, encargada al abogado Waldo Bown.

Al menos 22 mujeres abusadas, cuatro de ellas menores de edad. Abordaje sexual inesperado y violento, tocaciones de connotación sexual y abusos sostenidos en el tiempo por años (y sistemáticos en cinco casos). Participación en un aborto a lo menos. Agresión psicológica, dependencia. Abuso en todas sus formas.

En esta conferencia el provincial de los jesuitas pidió perdón y habló de reparación. No justificó el actuar de la Compañía de Jesús, sino que asumió que haberle dado tal grado de autonomía económica y poder es una grave responsabilidad de la congregación que le dio mayores posibilidades a Poblete para cometer sus abusos.

Pero hay dos puntos que no se pueden dejar pasar. Se habló de cinco relaciones no consentidas que tuvo Poblete. Aún sin suponer mala intención en Cristián del Campo, hay que puntualizar que esas no son relaciones, no merecen ser calificadas así, ni siquiera si se les agrega el apellido de “no consentidas”. Cuando no hay consentimiento activo, cuando se somete al otro por cualquier motivo o medio, eso no es una relación.

Y lo que más preocupa es que se haya descartado el encubrimiento. Una cosa es que el abogado Bown no haya podido acreditar encubrimiento, pero la más mínima lógica hace pensar que sí existieron quienes taparon o no quisieron ver (teniendo en frente suficientes advertencias) las conductas abusivas y delictivas de Poblete.

Si es posible probarlo con estándar judicial, el tiempo y los procesos que ya se iniciaron por parte de la Fiscalía lo dirán.

Pero, francamente, hablamos de un hombre que, como ya reconoció por ejemplo Renato Hevia, era capaz de forzar un beso y que tenía conductas graves, sospechosas y, al parecer, no del todo escondidas. Usó el poder, las redes y el dinero que tenía gracias a que era sacerdote, abusando sistemáticamente de por lo menos 22 víctimas durante casi medio siglo, ¿y nadie (salvo dos jesuitas), nadie más supo nada? La pregunta se responde sola.

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