Por Matilde Burgos
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Evidentemente el tema genera polémica. Lo curioso es que las voces perdedoras son las que abundan y las ganadoras brillan por su ausencia.

Incorporar a mujeres en una institución que por 206 años ha educado exclusivamente a hombres parecía lo lógico en una sociedad que valora derribar las barreras de la discriminación, pero apelando a dar voz a los ciudadanos, no pareció extraño que se consultara en un plebiscito si este Instituto Nacional -que nació dando educación sólo a hombres por la sencilla razón que en esos años no se educaba a las mujeres- cambiaba  o perpetuaba esta “tradición”.

Pero, ¿es toda decisión materia de consulta popular? Claramente no. Lo que está ocurriendo en el Reino Unido con el Brexit es un ejemplo. La decisión de esa mayoría fue a lo menos poco informada, y hoy no hay cómo darle forma.

Creo que el valor de la democracia está en elegir a líderes que tomen decisiones y que ejecuten políticas públicas en función del interés de todos. El Instituto Nacional es una institución pública que poco tiene de nacional si la mitad de la población no puede ni siquiera postular.

Si nació queriendo formar una intelectualidad laica y diversa, en una democracia que se ha propuesto eliminar las brechas de género es poco consecuente que se apele a un plebiscito que termine validando la segregación que como país declaramos rechazar.

Con este tipo de ejemplos, todo lo que se haga para enseñar equidad de género será letra muerta. Por eso, les vuelvo a plantear la pregunta: ¿deben ser las políticas públicas sometidas a la votación popular?

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