Por Matilde Burgos
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Tuvieron que pasar nueve años de propuestas, debate, olvido, y finalmente una discusión para que, a partir de la aprobación de una ley que entra en la recta final de su trámite parlamentario, finalmente los delitos sexuales contra menores sean imprescriptible.

Cuando el proyecto se convierta efectivamente en ley, un menor abusado sabrá que el delito que lo ha marcado para siempre no quedará impune, y quien se atreva a abusar de un menor, no tendrá nunca más paz.

Anoche todos los senadores aprobaron el proyecto. Fue unánime, pero debieron pasar nueve años para que nuestra sociedad, nuestra clase política y nuestros legisladores entendieran que el derecho al tiempo de una víctima no es antojadizo, que la gravedad y brutalidad de esta agresión daña tanto, que muchas veces ni siquiera la víctima es capaz de reconocérselo a sí misma. Para muchos tiene que pasar un largo tiempo para que se decida a hablar, contar, y finalmente a denunciar para poder sanarse.

Sin embargo, lo que resulta hoy tan evidente, que se apoya con la unanimidad, no siempre fue así. Hace nueve años Chile era distinto, el abuso apenas se entendía como delito y muchas veces se responsabilizaba a la propia víctima de su agresión. Una víctima nunca será la responsable y quienes nos lo hicieron ver fueron las propias víctimas, que con valentía y dignidad se convirtieron en luchadores incansables y solidarios en la búsqueda de la justicia.

A ustedes: gracias. 

Si hace nueve años hubiésemos entendido eso, probablemente habríamos salvado a más niños del abuso. Sin embargo, salvamos a abusadores de la cárcel.

Paradojalmente, para quienes abusaron de los que han luchado, sus crímenes están prescritos, pero estas víctimas pueden tener al menos la reparación de saber que nunca más un niño será vejado sin la posibilidad de recibir justicia.

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