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El clima está descontrolado, el futuro es incertidumbre y la pasividad humana espanta. Espanta ante la evidencia de los desastres sociales que se suceden a cada momento, en todo el mundo, y ante los cuales no reaccionamos más allá de las lamentaciones que ya suenan a lugares comunes.

En Chile el aumento en la frecuencia e intensidad de los fenómenos naturales extremos se ha hecho evidente en la década que se despide. La más prolongada y destructiva sequía en la historia registrada del país se hizo patente a partir de 2010. Y, como corolario, 2019 se transformó en el tercer año más seco en la zona central según las estadísticas que maneja la Dirección Meteorológica de Chile.

La diferencia con los más secos (1924 y 1968) es que estaban inmersos en sequías de tres años. Esta vez es una década con déficit de lluvias, con una demanda de agua mucho mayor -tanto para el consumo humano como productivo- y con un código de aguas que data de 1981, el cual pone en manos de privados este vital recurso.

La falta de lluvias (sequía meteorológica), sumada a la sobre explotación del agua hasta el punto de secar cuencas completas (sequía hidrológica), han llevado a que 6 regiones terminen la década con decretos gubernamentales de “emergencia agrícola” y “escasez hídrica”.

Como consecuencia de lo anterior, aumentan la erosión de los suelos (24% del territorio chileno presenta erosión severa o muy severa, según la U. de Chile), su degradación (80% de las tierras en nuestro país presenta algún grado de empeoramiento en la “salud” del suelo) y la desertificación.

A este listado debemos agregar la deforestación, la mayor cantidad de hectáreas dedicadas al monocultivo (sólo una especie, como los paltos, pinos o eucaliptus) y las faenas mineras.

Todo un panorama que nos hace prever que comenzaremos la nueva década con dificultades para satisfacer el abastecimiento de agua potable en las grandes de ciudades de la zona central, por ejemplo, en Santiago y Valparaíso.

¿Qué nos podría salvar? Un invierno 2020 muy lluvioso. Algo que, según los expertos, es poco probable ante la tendencia a la disminución de las precipitaciones en el país.

Además, cada vez que caen precipitaciones, lo hacen con una isoterma cero alta. Vale decir, la línea de la nieve se marca más arriba en la cordillera, por lo que en donde antes nevaba, ahora se registran lluvias en estado líquido. Así no tenemos acumulación de nieve para las temporadas de escasez y, como si fuera poco, cada vez que llueve está latente el peligro de aludes o el enturbiamiento del agua imposibilitando su consumo.

Eventos extremos

La década que termina está marcada por los eventos naturales extremos en el mundo, y en Chile, especialmente desde 2015 a la fecha. Hagamos memoria con el siguiente listado:

  • 2015: Aluviones en Antofagasta, Atacama y Coquimbo
  • 2016: El año con la temperatura media más alta en el planeta
  • 2016: Corte de agua potable en Santiago por enturbiamiento del Río Maipo
  • 2017: Incendios forestales con más de 500 mil hectáreas consumidas
  • 2017: Récord de calor en Chile: 44,9° en Quillón, Ñuble.
  • 2017: Nevada en gran parte de Santiago
  • 2017: Aluvión en Villa Santa Lucía, Palena
  • 2018: Granizada (graupel) intensa en Santiago
  • 2018: Granizos gigantes en O’Higgins
  • 2019: Récord de temperatura en Santiago (38,3°)
  • 2019: Récord de temperatura en 13 ciudades de Chile
  • 2019: Tornados en Bío Bío (Talcahuano y Los Ángeles)

¿Qué podemos esperar para el futuro inmediato? Todo es incertidumbre. Pero a la luz de los acontecimientos, no es difícil afirmar que con el cambio climático aumentará la frecuencia y la intensidad de los eventos extremos.

Fenómenos conocidos, porque aquí no hablamos que se vaya a registrar un huracán en la Antártida o que nevará en Arica. No, lo que ya había, ahora se multiplica en frecuencia e intensidad.

Tendremos más tormentas eléctricas y episodios de lluvias en el norte del país. Menos precipitaciones y más olas de calor sobre el centro-sur. Debemos estar preparados, no para revertir esto, porque el cambio ya está. Lo que debemos hacer es adaptarnos y, con urgencia, tratar de mitigar este proceso que marcará cada vez con más incertidumbre el futuro de la humanidad.

Mira el podcast El cambio climático acá:

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