El escritor chileno Alejandro Zambra reflexionó sobre las históricas elecciones de constituyentes, gobernadores, alcaldes y concejales, las que se desarrollan también este domingo, tras una primera jornada realizada este sábado. Pero lo hizo pensando todo el proceso como si fuera una gran serie de ficción.

La séptima temporada de Constitución es de lo mejor que he visto en los últimos años. No me canso de repasar sus episodios finales, sobre todo esa secuencia tan emocionante, ambientada en un hipotético octubre de 2019, en que varios personajes secundarios —los conocíamos de temporadas anteriores, pero no habíamos calibrado su importancia en la trama— se encuentran en una misma esquina de la ciudad y enfrentan juntos la brutal represión de los policías vestidos de verde (conocidos por el enigmático apodo de ‘los pacos’)”, escribió.

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El autor de Bonsái, La vida privada de los árboles y Poeta chileno, entre otros, narró al diario español El País los acontecimientos que llevaron hasta esta doble jornada de comicios como si fuera el argumento de una serie, con protagonistas, villanos y temporadas.

“Los habitantes del país llamado Chile —sí, como el ají mexicano— reconquistan un poderoso sentimiento colectivo, el pueblo está en la calle, dispuesto a reclamarlo y a repensarlo todo, con lucidez y valentía, por fin encaminados a la construcción de un relato común”, agregó.

La pandemia

Zambra recordó que “desgraciadamente los primeros capítulos de la nueva temporada son, por el contrario, una burla, una soberana estupidez. Alerta de spoiler: de la noche a la mañana, sin ninguna justificación narrativa, se desata una pandemia que obliga a los ciudadanos de todo el mundo y por supuesto a los chilenos o chilenenses —desconozco el gentilicio correcto— a recluirse y hacer cuarentenas y usar mascarillas y practicar la así llamada ‘distancia social'”.

El desesperado y tambaleante presidente Piñera impone un torque de queda eterno y agradece al cielo -es un hombre de fe- la posibilidad de terminar su periodo“, añadió.

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Ante esto, se preguntó “¿de verdad era necesario un truco tan barato? ¿No les dio vergüenza este giro insulso a la ciencia ficción? Sé que mi molestia es ingenua, pues con todas las grandes series ha pasado lo mismo: tras una temporada de excelencia, que nos permite albergar esperanzas acerca del futuro de la televisión, sobreviene una temporada lenta y absurda, llena de desvíos forzados, detalles prescindibles y diálogos flojos, cuyo más que evidente propósito es estirar el chicle y aprovechar el éxito de audiencia a como dé lugar”.

“Con el paso de las temporadas, iba quedando claro que el mentado libro (la Constitución) había sido concebido para mantener el poder en manos de unos pocos indefinidamente, si hasta permitía que se privatizaran los derechos de agua a perpetuidad, cosa que según entiendo, solo ha sucedido en este desamparado país de la serie”, sostuvo.

El villano

“Hay villanos que se las arreglan para conquistar nuestros corazones, pero no era el caso de Pinochet, cuya ramplonería y brutalidad lo volvían intolerable. Supongo que todos deseábamos que se muriera de una buena vez, de hoc, recuerdo haber sentido una frustración enorme después del episodio en que se salva de un atentado”, escribió en la columna publicada en el medio español.

Tampoco me enganché del todo con la tercera temporada, porque – de nuevo- nunca terminé de creerme su rocambolesca premisa: en 1998, como en su país chilenense no hay médicos buenos, Pinochet, viaja a Londres para someterse a una cirugía con tan mala suerte que un super juez, español – interpretado magistralmente por el gran Javier Camarón de la isla- aprovecha este paso en falso para arrestar al ex dictador y solicitar si extradición por crímenes de lesa humanidad”, apuntó Zambra.

Bachelet y Piñera

Junto a esto, el escritor de los cuentos Mis Documentos y Fantasía también destacó que en la cuarta temporada, que se desarrolló en 2006, apareció Michelle Bachelet, a quien define como “personaje improbable”, ya que “nadie habría imaginado que un pequeño país al sur del mundo, en teoría católico y conservador, terminaría eligiendo como presidenta a aun mujer agnóstica y separada”. Además, destaca que “su aparente integridad – los guiños a la Birgitte Nyborg de la serie Borgen son demasiado explícitos- la vuelve blanco presidente de un montón de personajes inescrupulosos que no dudan en traicionar su confianza, entre ellos varios de sus mas cercanos colaboradores”.

Además, que “tampoco el presidente-millonario Piñera es una figura verosímil, o quizás lo que resulta inverosímil es que el mismo electorado que se enamoró de Bachelet en la temporada cuatro elija a Piñera en la que temporada cinco, y luego de nuevo a Bachelet (temporada seis) y enseguida una vez más a Piñera (temporada siete)”.

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Constitución triunfa, sin embargo, gracias al rutilante protagonismo que cobran los estudiantes secundarios y universitarios, a partir de la temporada cuatro y también por los espectaculares y memorables efectos especiales, aunque tal vez los guionistas exageran el catastrofismo: pienso en el terremoto/tsunami de 2010 (que como dice un personaje, con cierto inexplicable orgullo patrio, ‘cambia el eje del planeta Tierra’) y en la machacona recurrencia de aluviones, incendios forestales y olas de calor. Así lo similar sucede con la tendencia a las soluciones hollywoodenses (los dos primeros episodios de la temporada sino de hecho están evidentemente basados en Los 33 protagonizada por Antonio Banderas)”, analizó.

Séptima temporada

Así avanzó en su resumen hasta el 2020, donde destacó “el capítulo del plebiscito es de hecho excelente”: “Apuesto que somos muchos los fans en este estado de insomnio permanentemente a la espera del final de esta temporada, reprogramado – tras una desagradable postergación- para este fin de semana”.

“Tendremos que esperar al menos una temporada más para que los chilenos escriban por fin su nueva constitución. No será fácil, pues no solo se trata de que los buenos parlamenten con los malos: también habrá feroces luchas intestinas entre los casi buenos, los buenos-buenos y los super buenones, un sector cuya unidad es menos probable que una alianza entre los bien malos, los casi buenos y los malos de adentro“, adelantó.

Zambra finalmente concluyó que “no será fácil, pero a lo largo de estos años tan duros, tan extraños y tan hermosos, nada ha sido fácil y estoy absolutamente seguro de esto: ha valido la pena“.

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