Por Bruno Delgado

“No puedes capturar la vida entera de una persona en dos horas. Como máximo puedes dejar la impresión de una”, aseguró Herman Mankiewickz al explicar el guión de Citizen Kane en 1940. O, siendo más precisos, eso dijo en la interpretación que hizo Gary Oldman del mítico guionista en Mank, la película de David Fincher que tiene 10 nominaciones en los Oscar.

Y esa máxima bien podría aplicarse al hablar de uno de los grandes debates de la historia del cine y que ha estado presente por 70 años: Es imposible establecer con certeza en un sólo articulo si el verdadero autor del clásico del enigmático “Rosebud” y el megalomaníaco Charles Foster Kane es su estrella indiscutida, Orson Welles, o su escritor en las sombras, Mank, como le decían en la industria. Pero al menos podemos ofrecer algunas luces.

A esta altura, discutir sobre el legendario film sigue siendo una guerra de trincheras: Mientras hay quienes defienden a muerte el dominio absoluto de Welles (director, protagonistas y co-guionista), otros apuntan a un rol protagónico del escritor.

En esta discusión cinéfila que saca chispas han participado destacados críticos que siguen sin ponerse de acuerdo y la propia Academia a cargo de los Oscar. Y ahora, la incursión de Fincher en los anales cinéfilos avivó las pasiones que durante el siglo XX desató Ciudadano Kane.

Resumiendo a Mank

Mank, la película, cuenta los días que tuvo Mank, el guionista, para cumplir con el encargo que le realizó Welles de escribir un guión para su primera película con el estudio RKO (en su tiempo uno de los cinco grandes de Hollywood, con Warner Bros., Fox, MGM y Paramount). Es así como seguimos las jornadas de alcohol y genialidad de Mankiewicz mientras redacta lo que terminaría siendo el ya mencionado clásico.

Pero la cinta nos hace saltar del presente al pasado en la vida del guionista (como sucede en Ciudadano Kane). Cada tantas páginas escritas por el escritor, nos remontamos a episodios de años anteriores, algunos reales y otros ficcionados: Su desprecio por el magnate William Randolph Hearst, su relación con la actriz Marion Davies, sus adicciones al juego y al alcohol, y las documentadas tensiones entre Mank y Welles por los créditos del guion.

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Fincher no sólo adoptó el blanco y negro, sino que reinterpretó icónicos planos de Ciudadano Kane y los introdujo en su propia película con resultados algo dispares, pero que no ocultan su respeto por la cinta y su director, pese a que está del lado contrario, tal como lo quería Jack Fincher, el padre de David, quien escribió el guión antes de morir en 2003.

Como lo sugiere su nombre, la reivindicación de la figura del guionista (y de todos los guionistas) es central, pero en ningún caso está destinada sólo a entretener a nostálgicos y estudiantes de cine. Mank es la historia de un hombre que consideraron una promesa en las sombras, hasta que cumplió la edad para ser un veterano, y que vio en Ciudadano Kane su última oportunidad. Lejos de ser una biopic melosa, su protagonista es retratado en todos los grises que permite el blanco y negro, pero con toda la simpatía que Hollywood le negó.

Director vs guionista

Hablar de quién es el único genio tras Ciudadano Kane, en el fondo, es hacerlo sobre qué es ser autor de una película. El cine, a diferencia de otros artes, es uno obligadamente colectivo, donde por necesidades propias de la producción se requiere de un equipo: por mucho que el cineasta sea el director, guionista y hasta el protagonista, requiere en su mayoría de más personas. Y entender dónde empieza la influencia de uno por sobre el otro es difuso y una batalla conceptual.

A comienzos del siglo XX, el estudio y los productores tenían control absoluto del corte final de los films (por algo el Oscar a Mejor Película se le entrega a los productores). Ante esto, unos jóvenes críticos franceses liderados por André Bazin plantearon en los ’50 en Cahiers du Cinema la revolucionaria teoría del autor: en su versión más extrema, dice que el cineasta toma un rol de dios y las películas reflejan por sobre todo su visión.

Esto permitió que figuras relegadas hasta ese momento como Alfred Hitchcock, Jean Renoir, Fritz Lang y, como no, Orson Welles -por nombrar algunos- pasaran al primer plano y toda su obra tuviera una nueva lectura y se revalorizaran sus trabajos. Esta teoría caló hondo en la crítica, en el desarrollo, formación y consumo del cine en Europa, EE.UU. y prácticamente donde hubieran salas de cine.

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Es así como la ya poderosa figura de Welles agarró dimensiones de mito y se convirtió en ley. Eso hasta que en los ‘70 una crítica estadounidense puso de cabeza a medio mundo. Pauline Kael cuestionó que en el cine clásico era imposible atribuir todo el crédito a los directores porque los productores siempre tuvieron la última palabra y, por otro, se le restaba cualquier importancia a los aportes del resto de los creativos, como los guionistas.

Fue justamente la interpretación dogmática que hizo el crítico Andrew Sarris (Notas sobre la teoría de autor, 1962) sobre la teoría del autor la que sacó de quicio a Kael, quien respondió al año siguiente con Círculos y Cuadrados. Pero su texto que nos convoca es Raising Kane (1973), donde no sólo defendió el rol de Mank, sino que le entregó básicamente toda la autoría de Citizen Kane a Mankiewicz anulando los aportes de Welles.

¿Recuerdan que el guión de Mank es de Jack Fincher? Bueno, básicamente adaptó punto por punto la tesis de Kael, pero el director de Zodiac, Social Network y Mindhunter lo matizó tanto para fines narrativos como para despolarizar la discusión.

Y el es Oscar es para…

Si esto fuera un partido de fútbol de ida y vuelta (que por suerte no lo es), podríamos decir que Welles y Mankiewickz ganaron uno cada uno, y que la definición a penales le corresponde a cada espectador. O incluso surgir con una tercera vía.

¿Podría existir The Dark Knight sin la interpretación de Heath Ledger? ¿O filmarse Mulholland Drive sin David Lynch? ¿Dónde trazamos la línea de la colaboración de grandes directores de fotografía como Néstor Almendros o Emmanuel Lubezki?

Por suerte son preguntas que sólo enriquecen nuestra experiencia, ya sea deslumbrándonos con la mirada única de un autor o autora, o nos haga más sentido la dimensión colaborativa del oficio. Lo cierto es que si Mank y este debate hicieron que al menos una persona tuviera ganas de ver por primera vez Ciudadano Kane, tanto Welles como Mankiewicz probablemente estarían felices y nosotros como espectadores seríamos los ganadores.

Eso sí, los Oscar no ayudaron mucho a esta discusión: En 1942, Welles y Mankiewicz fueron acreditados en el galardón por Mejor Guión.

La ceremonia de los premios Oscar será emitida por Chilevisión este domingo 25 de abril a las 20:00 horas con la conducción de Jean Phillipe Cretton.

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