Por Sebastián Flores

¿Qué es una universidad? La respuesta institucional podría decir que es un ente de educación superior enfocado en la enseñanza, el aprendizaje, la búsqueda de la verdad y la universalidad del conocimiento.

Dicha definición, pocas veces revisitada para auscultar si se acomoda a la realidad, es puesta en entredicho en Paradojas del Nihilismo: La academia, la polémica webserie documental estrenada el 27 de mayo que plantea que, en los últimos 30 años, las universidades devinieron en “centros de acreditación, impresoras de títulos, compañías que producen empleados y productoras de papers que nadie lee”.

La adjetivación de “polémica” no es gratuita. El trailer oficial de la producción original del colectivo Pliegue causó escozor en las elites académicas y despertó una amplia discusión en el mundo universitario: desde un acalorado debate en Reddit hasta mensajes provenientes de varios países de América agradeciendo que “por fin alguien se atreve a hablar de este tema”.

Financiada con un Fondo Audiovisual 2019 y tras tres años de investigación, el proyecto se vale del hoy popular formato de serie documental -posicionado por productos como The Last Dance o Hillary– para, a través de 6 capítulos estrenados semanalmente en YouTube, preguntarse cuál es el sentido actual de las instituciones donde circula el saber.

Esta webserie, no obstante, responde al género del ensayo filósofico, mezclando citas de Gilles Deleuze, Jean Baudrillard y Peter Sloterdijk con un tratamiento audiovisual que incluye la técnica stop motion, el collage y la ficción danza, ademas de entrevistas a intelectuales que cuestionan el modelo como María Olivia Monckeberg, Hassan Akram y Carlos Ossa.

Cada episodio analiza conceptos como el ejercicio del poder dentro de las universidades, el cual es catalogado como un sistema basado en la jerarquía, el status y el ego, donde existe un capitalismo académico que subordina la creatividad al mercado de la creación de papers.

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Daniela Céspedes, productora ejecutiva de la serie, lideró la creación de una obra que nace a partir de las vivencias que los miembros de Pliegue vivieron como estudiantes dentro de la academia. En conversación con CNN Chile, la también psicóloga desmenuza las razones por las que buscan poner en la palestra un tema que catalogan como “tabú” y que, a su juicio, “está sostenido en base a secretos, acoso, abuso, precariedad y nepotismo”.

Paradojas del Nihilismo aborda principalmente la pregunta por el sentido del modelo actual de la universidad contemporánea, pensando que la universidad es un modelo que se crea desde las escuelas monásticas del siglo XII, o sea, antes de los estados modernos —explica.

—Un modelo que hoy, en Chile y el mundo, pareciera ya no existir.
—Es un modelo Frankestein. Mantiene algunos códigos que se combinan con este proceso de transformación neoliberal de los últimos 30 años, postdictadura, el de las acreditación, la burocratización, la especialización de las carreras y la capitalización de todos sus procesos. Lo que nos pareció paradójico es cómo se aúnan dentro de una misma institución códigos precapitalistas -el honor, la jerarquía, el prestigio del docente-, pero a la vez todo ese trabajo queda supeditado al capital. Esa es la paradoja del nihilismo.

—El documental plantea “la muerte no declarada de la universidad”. ¿A qué se refieren con eso?
—Tiene que ver con un aspecto vitalista de cómo consideramos nosotros la muerte, que es básicamente una muerte en vida. Esto, en realidad, es la definición del nihilismo: posponer tu vida por ficciones supraterrenales que van en detrimento de tu propia vida; entonces la noción de muerte que nosotros estamos manejando, que es propiamente nietzschiana, tiene que ver con que hay una voluntad nihilista de muerte en la institución y en los que están dentro de la institución. Algo muerto para nosotros es algo que no tiene sentido y que nadie puede defender en término de sentido. Está agonizando, no es una muerte orgánica literal, es una descomposición total del sentido. Y lo planteamos como “muerte no declarada” porque, en el fondo, la gente se siente muerta en vida en la institución, pero tampoco lo puede decir y tampoco puede salirse del sistema.

Sobre esta idea, ¿qué función tiene la universidad en el contexto actual? ¿Hay que rescatarla como institución para que recupere su misión original?
—Es importante tu pregunta porque nuestra webserie no es una webserie de la nostalgia. No creemos que el modelo anterior tenga más sentido que el actual, y tampoco nosotros presentamos un modelo ideal de la universidad, sino que en realidad lo que hacemos es decirnos “si a nadie le hace sentido, ¿por qué nadie hace nada? ¿Desde dónde hay que partir? ¿Por qué no existe esta conversación?”. Y la respuesta está en que el mismo mecanismo de burocratización y capitalización de las horas del docente o del estudiante no te permite ningún momento para reflexionar sobre esto.

—Es difícil también imaginarse que la universidad como sistema no exista.
—Ni siquiera está al nivel de lo imaginario el hecho de que la universidad muera, a pesar de que esté muerta. Esa imposibilidad al final es el síntoma del cinismo, de no poder ver ninguna exterioridad a este modelo. La gente siempre va a responder “bueno, pero el modelo no está tan mal” o “ya, pero yo igual investigo y amo lo que hago”, cuando paradójicamente esa hipocresía y ese cinismo no tiene impacto en los territorios, todo se cosifica en papers. El conocimiento está súper elitizado, quienes llegan a posiciones de poder son por asuntos que no tienen mucho que ver con el mérito, sino que con los contactos, con la obediencia. Toda la supuesta carta de valores que tiene la universidad no se refleja en los pequeños actos cotidianos de quienes la componen.

—En la serie hablan de una elite académica. ¿Por qué esta, que no necesariamente es una elite económica, se aferra a darle respiración artificial a este modelo?
—Esta es nuestra hipótesis: son personas que actúan desde la hipocresía o que están en la negación total del problema por la incomodidad vital que conlleva pensarlo siquiera. Imagínate un profesor que lleva toda la vida con este problema y que recién ahora piense, en sus últimos 30 años de la vida, que todo esto no tuvo mucho sentido. O el cinismo: la idea de que todo puede ser peor, la paranoia de que el caos puede ser peor que esta situación. El primer capítulo parte diciendo que si tú ves una puerta con la leyenda “lo que sigue es el vacío”, ¿la abrirías? El cínico no la abre, porque prefiere esta situación de muerte a tener que enfrentarse con el vacío total. Esos son los dos tipos de paradoja que se dan y por qué los sistemas se mantienen, porque la gente prefiere estar en un negocio multimillonario a tener que incomodar toda su vida.

El negociado de los papers

Uno de los elementos más controversiales del documental se expone en el capítulo 3, titulado simplemente como Papers.

Los papers son la principal exigencia que tienen los investigadores universitarios y, cada vez más, el único recurso que tienen las universidades para lograr reconocimiento y prestigio. Los profesores no sólo son incentivados y penalizados si es que no publican, sino que algunos tienen que pagar por hacerlo.

El episodio expone que hay seis grandes editoriales de papers (Reed Elsevier, Springer, Taylor & Francis, Wiley Blackwell, American Chemical Society, Thomas & Reuters), de las cuales cinco de ellas son privadas con fines de lucro, controlando en todo el mundo el 50% de las publicaciones científicas indexadas y obteniendo márgenes globales de ganancia de casi un 40%.

Mi principal bronca con el paper es que nos roba la escritura, nos quita el derecho a ser escritores y no en el sentido profesional ni literario, sino al hecho básicamente de hacer que el tiempo pueda dialogar con las palabras para pensar lo que ni ella, las palabras, ni el tiempo son”, lamenta el académico Carlos Ossa en relación a lo que Pliegue expone como “capitalismo cognitivo”.

—¿Qué es el capitalismo cognitivo?
—Una de las cosas que aparecen en el capítulo 3 es que el capitalismo conlleva la descodificación total, que eso queda como pregunta y no tan claro, pero significa que en el capitalismo no hay códigos. Todo vale. Si tú tienes una industria basada en los alimentos de animales que generó toda esta deforestación y un impacto en el medioambiente, al capitalista no le importa vender animales, lo que le importa es saber que eso genera lucro. No tiene relación con el código, no cree en el código. Si el capitalista se da cuenta que ahora lo que vale es el veganismo, va a ir a explotar otras cosas y va a vender poleras de protección de los animales y no va a dudar en hacer que ese signo ético, que es cuidar a los animales, se transforme en comercio. Al capitalista no le importa lo que vende, todos sus procesos están orientados a generar más capital. En ese sentido, hay empresas que no son capitalistas porque creen en el código de lo que venden. Si la universidad participara, y sus procesos se orientaran al saber y no a crear capital, no sería una universidad capitalista, aunque estuviera en el modelo capitalista.

—Claro.
—El problema es cuando todos los procesos están orientados sólo a la producción de capital, y eso es un sin sentido y termina siendo nihilista porque la misma universidad, en sus formas de actuar, no cree en el código, no cree que el saber sea algo que importe, sino que el saber es solamente una posibilidad para generar plata. La descodificación del capitalismo conlleva que cualquier parte de nuestra subjetividad puede ser abstraida a signo capitalista. Si es que está cool leer a Deleuze, lo que va a hacer el capitalista es tomar a Deleuze y transformarlo en un signo de circulación de capital. En cambio, la gente que compone la universidad sí cree en el código. Los científicos creen y aman el saber.

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—Creen y aman el saber, ¿pero por qué no se replantean el cómo opera todo esto?
—Por eso hay un nihilismo, un posponer tu vida por ficciones supraterrenales. Como el cielo de la religión cristiana, que tiene que ver con supeditar toda tu vida, todo tu cuerpo, toda tu sensibilidad, a que después va a venir otro lugar mejor. Te niegas todo el tiempo por la ilusión de que después en el cielo te van a pasar cosas buenas. Lo mismo le pasa a todos los académicos: niegan su propia sensibilidad, niegan lo que no creen y lo que les hace sentido porque creen que en 30 años más van a ser prestigiosos, van a poder tener libertad creativa. Toda una ficción para supeditar tu vida, tu cuerpo, lo que te hace sentido, por ese futuro que nunca va a estar. El capitalismo supedita todos los procesos de sentido y de valor hacia el capital, porque no le importa el código que tengas o lo que creas. La única pregunta que importa es “¿esto genera o no genera plata?”.

—A Michael Moore le preguntaban por qué sus documentales, que cuestionan el capitalismo, estaban financiados por Miramax, que en su tiempo era propiedad de Disney. Él respondía que los capitalistas son tan ambiciosos que son capaces de venderte la misma arma que los apuntaría.
—Exactamente, porque eso habla de que no hay códigos. El único código es el capital, y eso es lo que se ha negado en los últimos 30 años en la discusión sobre el capitalismo. Supuestamente, el capitalismo no es ideológico, pero su ideología es esa, precisamente porque el capitalismo supedita todo el capital, y está aliado al cinismo, que es una falsa conciencia ilustrada. Conciencia de que, a pesar de que lo sabemos todo, no podemos hacer nada. El capitalismo es tan fuerte y cínico porque no existe una exterioridad al capitalismo. En el momento en que haya una exterioridad al capitalismo, el capitalismo lo subsume a su lógica. El capitalismo se sustenta también en elementos de antiproducción, por ejemplo, los carabineros, las fuerzas de orden, son elementos innecesarios que no producen capital, que es puro gasto, pero esos elementos de antiproducción permiten que siga la producción capitalista, u otros elementos de antiproducción como la familia o el sujeto van a proteger esta máquina sin parar. Por eso que la universidad es un elemento perfecto donde se unen elementos de antiproducción, pero supeditados al proceso nihilistas, porque si tú vas a impedir que nosotros generemos plata, no me importa tu honor.

—Yo entiendo la producción capitalista cuando transa mercancías como alimentos o ropa, pero en el caso de la universidad, la producción se hace bajo el formato de los papers. Yo, que trabajo como periodista en medios, no podría soportar publicar algo que no leyera nadie. En el caso del paper, pareciera no tener sentido incluso desde la lógica del capital, porque son productos que quedan archivados en bibliotecas.
—No hay ningún sentido, no hay respuesta. La pregunta es por qué se mantiene, y se mantiene porque quién te revisó supuestamente es alguien muy importante a quien tú tienes que admirar. Y si te lo leyó él, bastará con eso.

Nuevas maneras

Daniela Céspedes es psicóloga, pero también se cataloga a sí misma como filósofa autodidacta. Dentro de sus reflexiones, cree que el saber es profundamente político, pero también que ejercer política no requiere necesariamente de ideología ni de organización partidista.

En esa línea, cuenta que varias veces le han preguntado a quién responde ideológicamente Pliegue y cuál es su agenda, ante lo cual afirma: “hacemos esto porque nos gusta y nos hace sentido. Pienso que quizá ese podría ser el horizonte de futuro de un investigador y docente. Cuando le pregunten, ¿por qué haces esto? La respuesta sea tan simple como ‘porque me hace sentido, porque lo amo y lo afirmo por sí mismo'”.

—En 1987, y en el contexto de las protestas contra el rector Federici de la U. de Chile, Cecilia Bolocco dijo que a la universidad se va a estudiar. Ella lo dijo pensando en que no se va a hacer política, sino a sacar una carrera para luego tener trabajo. En esa lógica, queda fuera también la idea de la universidad como espacio de generación de conocimiento y vinculación con el medio.
—Es que eso es ideológico. Es muy ideológico pensar que lo que tú haces no es político, porque lo que dijo ella es político. Pensar que algo no es político es pensar que tú puedes salirte de las relaciones de poder, cuando estamos siempre inmersos en relaciones de poder. Pensar no es lo mismo que saber, la gente los confunde. El saber ya es un dispositivo de poder. Lo que se sabe y lo que no se sabe lo elige alguien a través de ciertos intereses, pero pensar es un ejercicio emancipatorio per se, porque al pensar uno contradice todas esas creencias que sostienen tu pensamiento. Pensar es el opuesto de la ideología y el opuesto de la opinión. Cuando tú piensas no estás opinando, y cuando tú piensas no estás diciendo algo ideológico, porque lo ideológico es aquello que funciona dogmáticamente. Algo que tú no discutes, algo que tú asumes.

—El trailer del documental justamente lo que generó fue discusión e interés no sólo en Chile, sino en varios países de América. ¿Cómo te tomas esa expectación ante la serie?
—Ha sido bien sorprendente porque apenas salió el trailer vimos inmediatamente las repercusiones de plantear la posibilidad de reflexionar en distintos países. Me han llegado mails de personas de Colombia, de México y de Estados Unidos diciendo “por fin alguien se atreve a hablar de este tema”. Ni siquiera saben de qué se trata, pero ya el sólo hecho de que alguien lo hable te hace sentir que no estás solo en esa crítica. Sin embargo, también han ocurrido casos de amedrentamiento a participantes de la webserie, que por temas legales y para proteger a las personas que les está pasando, no puedo decir más, pero que se enmarca dentro de estas mismas dinámicas que estamos hablando. Hubo mucho miedo a participar de este documental.

—¿Amedrentamiento de parte de estas mismas instituciones académicas?
—Sí.

—¿Qué tan grande fue el miedo a participar?
—Nosotros mandamos un mail a 1.500 científicos, de distintas instituciones. De esos, me respondió sólo uno. Ese hecho, que lo podemos identificar de diferentes maneras, también habla de que este problema, si bien todos lo quieren discutir, no quieren hacerlo poniendo su nombre y su carrera, por lo que pueda pasarles dentro de estos supuestos códigos de honor que tienen las universidades.

—¿Cuál es el futuro que vislumbras para la academia? ¿La universidad debería ser superada o más bien hay que reformarla?
—Como Pliegue, nosotros constantemente estamos tratando de afrontar la voluntad nihilista de que no hay salida. Y, por lo tanto, orientar desde tu vitalidad a construir nuevas maneras de hacerlo.

—¿Hay otras maneras?
—Mientras hay vida, hay maneras de vivir.

Paradojas del Nihilismo: La Academia
180 minutos
6 Capítulos
Documental-Ficción
Una producción original de Pliegue

Mira el primer capítulo acá:

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