Por Sebastián Flores

Lo primero que llama la atención desde el otro lado de la pantalla es que el encuadre es exactamente el mismo que cruza todo el videoclip: un interior de casa con aires rústicos que parece sacado de series como Twin Peaks o Dark.

Justamente, una atmósfera como la de Winden es la que rodea al nuevo hogar de Camila Moreno Elbert (34), una de las cantautoras más importantes del último tiempo en Chile, quien con más de una década de carrera ha brillado gracias a tres aclamados álbumes de estudio, una nominación al Grammy Latino por su primer éxito Millones y un Premio Pulsar por su obra maestra Mala madre, elegida como el mejor disco chileno de 2015.

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Desde ese último trabajo, que conllevó un retiro de los escenarios para dedicarse a la maternidad, ha pasado ya un lustro. En estos años, Camila se dedicó a ampliar sus horizontes no sólo musicales, sino también a explorar nuevas posibilidades amorosas y sexuales. Ambas búsquedas se ven materializadas, precisamente, en su último single Es real y en su reversión junto al reggaetonero boricua Guaynaa, rebautizada como Esta electricidad (es real).

Este inesperado cruce entre el puertorriqueño -famoso en nuestro país tanto por su hit dembow Rebota como por su colaboración en Plata ta tá de Mon Laferte– y la chilena -heredera tanto de la vanguardia bucólica de Violeta Parra como de la experimentación sonora de Björk, PJ Harvey o Radiohead– dio como resultado una canción difícil de etiquetar, pero sumamente adictiva en lo visual y lo sonoro.

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Dirigido por la misma Camila Moreno junto a Gowosa, el videoclip es una videollamada donde ambos cantantes comparten su cotidianeidad entre imágenes con glitch generadas por Edisen Gage y archivos del estallido social chileno registrados por la Galería CIMA de Plaza Italia.

Desde el mismo living y el mismo encuadre, Moreno recibe a CNN Chile al igual que a Guaynaa: vía Zoom. En la conversación, califica a esta nueva canción como “un rap-pop” y revela que en su adolescencia escuchó harto hip-hop, por lo que no es que hoy se acerque a lo urbano, sino que vuelve desde otra etapa de su vida.

—Antes de hablar de la canción con Guaynaa, cuéntame sobre la original: Es real. Me parece que si ya venías acercándote al pop, este es tu aterrizaje total al adoptar además el género urbano.
—Sí, o al menos la búsqueda intencionada del pop, o lo que alguna gente llama pop oscuro, es algo que viene hace rato y que traté de materializar en Mala madre, en canciones como Tu mamá te mató, por ejemplo, que son de una estructura bastante sencilla y tienen un coro pegote, pero con una atmósfera enrarecida. Y del género urbano, el reggaetón y el trap, inspirado en artistas como Rosalía o Billie Eilish, me inspiraron mucho en el tema del minimalismo. Aparte que encuentro que son secas, me llamó mucho la atención el trabajo detallado y consciente de poner pocos elementos en las canciones.

—Sé que hace un tiempo estás escuchando reggaetón y que antes no te gustaba. ¿Hace cuánto aceptaste ese estilo y por qué?
—A mí me gusta el reggaetón hace poco, hace un año y medio que soy súper fan. Eso viene más desde el cuerpo, desde el goce, más que de un proceso intelectual, y el proceso intelectual o de gusto más específico tiene que ver con lo que te hablaba del minimalismo que está, a mí gusto, más presente en el trap. Pero con el reggaetón ha sido ese proceso de liberación relacionado a la creatividad y a la sexualidad.

—¿Cómo surgió la colaboración con Guaynaa?
—El Guaynaa me contactó por Instagram de una manera súper inesperada: él me dijo “oye, me gusta lo que hacís, soy fan. Me encanta Es real“.

—¿Él era fan tuyo? ¡Guau!
—Sí, para mí también fue “guau”, qué raro que él escuche mi música. Él me decía “no entiendo cómo no eres muy famosa, tú deberías ser muy conocida, eres demasiado buena”, él se fue en esa onda. Igual yo creo que influenciado por Residente (ex Calle 13), que ha sido muy amoroso conmigo desde hace muchos años, desde que me invitó al Festival de Viña a cantar Latinoamérica. Siento que hay una influencia de René hacia Guaynaa. De hecho, Guaynaa cuenta que René le dijo “escúchate a esta chica de Chile”.

—Sigo sorprendido porque él era fan tuyo. Qué buena.
—Empezamos a jugar. Guaynaa me empezó a mandar audios con el rap encima de Es real. Decía “esta canción me tiene iluminado” o “este es el mejor rap que he hecho y realmente he logrado rapear, poner lírica y expresarme más abiertamente a nivel de escritura. Entonces pensé “hagámoslo real”. Esto más que un remix es una colaboración, es una canción nueva que surgió por este juego que teníamos.

Vamos a quemar el reino

Durante esta colaboración, Camila y Jean Carlos Pérez -nombre real de Guaynaa- forjaron una amistad que se deja ver sin tapujos en las fotos de cuarentena que han subido a Instagram.

Parte de esa relación tan íntima se puede ver en el videoclip. Durante el proceso, ambos se mostraron sus hogares y conversaron muchas horas de filosofía, de teoría queer, de política y de sus sueños, lo que finalmente terminó en la lírica de Guaynaa que tiene un fuerte énfasis en la justicia, la igualdad y el amor libre.

El video, por otro lado, le aporta una estética de magia y fantasía. Ese resultado debe mucho al trabajo de Maira Morán -montajista que ya había trabajado en el clip de Sin mí y en la reversión de Millones con Natalia Valdebenito-, quien desde Madrid entregó su sello para lo que la cantautora nacional cataloga como un trabajo tricontinental. “Yo lo grabé en Chile, Guaynaa grabó desde Puerto Rico y la Maira montó en España”, dice.

El tridente audiovisual que componen Moreno, Gowosa y Morán es también el equipo de un proyecto más ambicioso. Camila cuenta que el video de la original Es real es parte un guión completo que incluso “podría llegar a ser una película”: es una historia de amor entre dos mujeres en un reino distópico donde hay cyborgs y mutantes, pero con un entorno ruinoso y típicamente chileno.

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—Además de lo postapocalíptico, en Es real está esa relación entre dos mujeres y un concepto queer que desborda sensualidad. ¿Tiene que ver con esta apertura sexual que, me contabas, estás descubriendo?
—Sí, totalmente. De hecho, Es real nace de una experiencia personal al respecto, de un descubrimiento personal con respecto a mi sexualidad y a la expansión de ella. En esta canción me basó en esa historia para generar este mundo ficcionado entre X (mi personaje) y M (el personaje de Paloma Hoyos), que se encuentran en esta fiesta queer clandestina en esta historia de un futuro postapocalíptico de distopía criolla que estaremos desarrollando durante el año.

—En la nueva versión de Es real dices frases referidas a la contingencia política, las cuales no aparecían en la original. ¿Por qué introdujiste estos nuevos versos?
—En la original, esa melodía -que es la parte más bailable y rápida de la canción- no dice nada, son sólo balbuceos. Pero la gente empezó a hacer conjeturas sobre lo que yo estaría diciendo, como si hubiese un mensaje encriptado. Entonces hice el ejercicio de ponerle palabras a este supuesto mensaje encriptado y le propuse a la gente que me mandara sus letras. Hice una encuesta por historias de Instagram y mucha gente creía que yo decía “quiero que renuncie Piñera”. Tomé estas ideas e hice esta letrita chiquitita.

Es como si hubiese un secreto

Pese a la paralización de todas sus actividades programadas para este año y las dificultades económicas que esto conlleva, la pandemia del coronavirus encontró a Camila Moreno, según sus propias palabras, “tranquila con las decisiones que he tomado el último tiempo en mi vida”.

Hace un tiempo, Camila se fue a vivir a lo alto de los cerros de Peñalolén. Lo que en un principio la tenía complicada por lo agotador de tener que bajar a Santiago todos los días, hoy es una ventaja que le ha permitido vivir en un entorno natural, sin muchos humanos alrededor y darle tiempo a cosas que antes no podía por trabajo.

—Vivo en la montaña, lejos, y eso al principio me tenía contrariada. Pero cuando llegó la pandemia fue como “uff”. En general mi trabajo orbita en torno a las capitales, por lo que esto es lo que puedo sostener a nivel laboral. Si no fuese así, yo preferiría vivir más en la naturaleza, con un estilo de vida más rural. Cada vez me estoy alejando un poco más de la ciudad —narra en medio de esta oscura y nublada tarde de junio 2020.

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—El encierro no le ha hecho daño a tu salud mental, entonces.
—En el plano laboral-económico ha sido dramático porque, claro, no hay pega. A nivel de salud mental, yo soy demasiado privilegiada porque tengo patio y estoy con mi hijo de 3 años, y la cuarentena ha favorecido mi relación con él, porque antes yo estaba mucho menos en la casa. Entonces ha tenido, en mi vida privada, cosas positivas.

—¿Qué opinas de todo lo que está pasando en el contexto de la pandemia y la crisis social que estamos viviendo?
—A nivel social y económico ha sido muy dramático para todes, sobre todo porque la manera que han tenido de manejar las cosas ha sido terrible. Con la pandemia se vuelve a reafirmar todo lo que se planteó en el estallido social y nos damos aún más cuenta de las diferencias sociales y de las injusticias. Mi sensación es que la olla a presión ha ido creciendo por temas totalmente justificados, porque el Estado tiene a la gente en estado de abandono. Y cuando el virus se vaya, vamos a salir a la calle con más fuerza que antes incluso. Ahora, el tema de la pandemia ha venido a echarle más leña al fuego, porque ellos siguen demostrando lo ineptos que son y lo poco y nada que les importa la gente. Realmente nunca les importó la gente, y ahora es brutalmente evidente.

—¿Cómo ves el arte que ha aparecido en Chile este último tiempo y cómo dialoga con lo que pasa en nuestra sociedad?
—Me parece misterioso y alucinante el nivel de creatividad artística que nace en Chile, siendo un país sumamente aplastado. Existe una resilencia real y organizativa, desde las ollas comunes hasta la organización de cabildos y asambleas, pero también en la resiliencia poética, del espíritu, la salud mental y todo lo que estamos hablando. En Chile hay un misterio, que quizás tiene que ver con que somos una isla, de que somos un país de poetas y poetisas donde se nos ha machacado mucho, pero aún así existe gente como Violeta Parra, Cecilia Vicuña o Gabriela Mistral. Es como si hubiese un secreto.

—Hay quienes dicen que el estallido social se exportó desde Chile a Estados Unidos. Coincidencia o no, acá también se experimentó con el neoliberalismo como un laboratorio mundial. Pasan cosas particulares en relación al resto del planeta.
—Totalmente. Mi impresión es que ese secreto del que te digo tiene harto que ver con la sangre e identidad mapuche que todos tenemos y que no hemos querido reconocer. Por algo los españoles hicieron una sola gran epopeya y se llamaba La araucana y no La aymara (risas). Yo siempre he pensado que la persecución indígena no solamente es una persecución de territorio, sino que una persecución de cosmovisión, de conocimiento, de filosofía. Porque esa manera de concebir la realidad es muy amenazante para un sistema capitalista neoliberal, sobre todo porque es una cultura animista, una cultura que ve a los cerros como espíritus, como dioses. Hay una manera respetuosa de habitar el espacio.

—Ese espíritu mapuche, a tu juicio, ¿corre inherente por el pueblo de Chile?
—Creo que el estallido social le debe mucho a la lucha mapuche, a la lucha de los secundarios y a la lucha feminista. Había una fuerza gestándose hace rato ahí. Para qué vamos a hablar de la resistencia de los mapuche, más de 500 años existiendo en pie de guerra cuando ha sido un pueblo que ha sido víctima de genocidio. Creo que tiene que ver con eso: esa conexión medio mágica-espiritual-poética con la realidad que ha exportado algunos de los grandes himnos musicales para el mundo.

—¿Cuáles himnos?
—Uno es El pueblo unido y el otro es Un violador en tu camino. Este último sobre todo, que llegó a lugares como India, Bulgaria o África y se expandió de manera natural, porque había algo que resonó en la gente, que tiene que ver con que las mujeres sabemos escuchar y con que es una performance, no solamente una canción, que invita a lo colectivo, a miles de mujeres reunidas en un mismo espacio, al unísono cantando y moviéndose. A mí me parece admirable, tremendo y maravilloso. Demasiado necesario para este mundo donde todavía se cuestionan cosas tan básicas como el feminismo, algo tan básico como “no nos maten, no nos violen, porfa”. El feminismo al final es sentido común: derechos básicos.

—Te lo pregunto desde la música y el arte, pero también a todo nivel: ¿cómo vislumbras el futuro de Chile y la humanidad si es que logramos salir de esta crisis?
—Hay un lado de mí que tiene mucha fe y otro que es fatalista, por la gente que nos está gobernando y tomando las decisiones. Necesitamos gente en el poder que sea feminista, que entienda que gente como Martín Pradenas no puede estar suelto. Son cosas básicas, súper básicas, que no están ocurriendo hoy, en 2020, y que tienen que ocurrir. Pienso que si se eso ocurre y logramos ir a votar cuando haya que votar, va a ser una bisagra crucial. Por cómo se va a escribir esa Constitución y por cómo se van a llevar a cabo esos cambios reales, que para mí tienen que ver con la educación, la salud, la vivienda, los derechos reproductivos, los derechos del agua y con cambiar esta cultura heteronormada.

—¿Cómo se cambia esa cultura?
—Entendiendo que somos más fluidos. Sólo así finalmente dejará de existir tanta odiosidad.

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