La decisión de la activista medioambiental sueca Greta Thunberg de viajar a la COP25 en un velero que usa energía solar, ha encendido el debate sobre el impacto que generan los viajes en aviones.

“Recientemente me han invitado a hablar en Panamá, Nueva York, San Francisco, Abu Dabi, Vancouver… Tristemente, nuestro presupuesto de CO2 no permite estos viajes”, dijo en 2018 en ­Twitter.

No es la primera vez que llama la atención por su forma de desplazarse. En abril ya recorrió Estocolmo, Estrasburgo, Roma y Londres usando sólo trenes como medio de transporte, ya que no toma aviones desde 2015. Un vuelo en avión emite hasta 20 veces más CO2 por kilómetro y pasajero que un tren, según la Agencia Europea del Medio Ambiente.

Mi generación no podrá volar más que para emergencias si no nos tomamos en serio la advertencia sobre el límite de 1,5 grados de temperatura”, dijo Thunberg.

Según recoge El País en su reportaje “¿Volar menos o no volar?”, es justamente en Suecia donde nació el término flygskam, que significa“vergüenza de volar”. Esto ya que las emisiones de turismo están cercanas al 8% del total mundial, lo que es equiparable a las de la industria ganadera o el transporte en automóvil, según un estudio publicado en Nature Climate Change.

Por eso nació la campaña Flygfritt 2020, que anima a comprometerse a no volar durante todo el próximo año. “Si coger un vuelo disminuye las oportunidades de que mis hijos vivan, no me resulta difícil tomar la decisión”, dijo Maja Rosén, una de las fundadoras de la iniciativa.

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La preocupación por la contaminación producida por los aviones ha aumentado a medida que también crece la cantidad de viajes largos que se realizan anualmente. En 2018 hubo 1.400 millones de viajeros internacionales, un 6% más que el año anterior, según la Organización Mundial del Turismo.

Del total de las emisiones turísticas, los vuelos suponen el 20%. Un viaje de Londres a Nueva York genera igual cantidad de emisiones que un europeo al calentar su casa durante un año entero, sostiene la Comisión Europea.

Medidas

Ya hay gobiernos que han comenzado a discutir las posibles medidas para hacer frente a este impacto. En Francia ya se anunció una “ecotasa” de 1,5 a 18 euros en los billetes de avión, montos que se reinvertirán en infraestructura para transportes más ecológicos. En el mismo país y en Holanda los parlamentarios se encuentran analizando si prohibir los vuelos cuyo recorrido se puede realizar en tren en tres horas o menos.

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La industria de la aviación también se encuentra en busca de soluciones, como desarrollar combustibles sostenibles y aviones más eficientes. Ahora el plan internacional de reducción exigirá a las aerolíneas que compensen las emisiones de CO2 financiando proyectos de energía sostenible.

A esto se suman opciones menos populares, como subir los impuestos al combustible de la aviación, lo que reduciría las emisiones en un 11%, pero aumentaría el precio de los pasajes en un 10%, según un informe de la Comisión Europea.

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