Por Joan Xavier Alemany
Publicado por Joan Xavier Alemany

Crecí jugando clásicos de naves como Terminal Velocity y Fury3. Así como para muchos otros, este tipo de simulación siempre fue un imprescindible en la estantería de finales de los ’90. Al menos fue así hasta que la fórmula comenzó a perder creatividad.

Piedra angular de este género fue la saga Star Fox y su inolvidable entrada en Nintendo 64, la cual encuentra una agradable reminiscencia en el recientemente lanzado Starlink: Battle for Atlas (Xbox One, PS4 y Nintendo Switch), el título de Ubisoft que aterrizó en la portátil de Nintendo con una mezcla de nostalgia, exploración y una serie de elementos RPG necesarios para cualquier título que no quiera juntar polvo en cosa de semanas.

Hay que mencionar que si bien no es nominalmente un juego de Star Fox, su mayor gracia para los más adultos es que los entrañables personajes vuelven a aparecer-única y exclusivamente- en la versión de Nintendo Switch. Por lo mismo, y de entrada, la experiencia puede ser radicalmente distinta si decides obtenerlo en la versión “on the go”.

LO BUENO: UN VIAJE LIBRE DE ESTRÉS

Hay todo un universo elaborado para este juego, lo cual es bastante sorprendente si te dedicas a leer el backstory. Llegas como piloto experimentado a formar equipo con un grupo de humanos con las personalidades más estereotípicas que puedas imaginar.

Hostiles aparecen, y su objetivo es bastante genérico: adueñarse de tantos planetas como les sea posible.

Sin embargo, por repetitiva y predecible que parezca la historia, Starlink posee buena soundtrack, diálogos al grano y cutscenes con una satisfactoria animación 3D que hacen que la trama avance sin aspereza.

La nave principal, Equinox, es el punto de partida de una aventura que te llevará por 7 planetas diferentes en una constante sensación de asombro y descubrimiento.

A bordo del Arwing (si eliges a Fox como piloto), te mueves por cada mundo mientras las diferentes facciones y especies de enemigos aparecen frente a ti intentando frenar tu camino. Aquí es cuando entra en juego tu elaborado, muy elaborado arsenal.

Hay 15 armas que puedes adjuntar en pares en el ala derecha e izquierda de la nave. Del mismo modo, a cada una puedes añadirle modificadores que caen en forma de drop -con rarezas variables- conforme vayas avanzando en la exploración. Y todo con el aliciente de que cada arma y partes de la nave suben progresivamente de nivel conforme cumplas objetivos y elimines a la especie hostil.

Puede sonar complicado, pero todo cobra sentido una vez entradas las primeras horas de juego. Es un modelo visto antes: todo sube de nivel, y termina de cerrarse con un árbol de desarrollo para cada piloto al ir ascendiendo en su nivel general.

¿Hay que preocuparse de todos los elementos que suceden en segundo plano? No demasiado. La historia fluye sin darte cuenta y la navegación entre los sidequests y la trama principal avanza de manera sencilla: puedes incluso ir cambiando de misión con solo presionar izquierda y derecha en la cruseta.

El gameplay mismo tiene, en general, una positiva ponderación. Puedes recorrer la superficie de cada planeta a ras de suelo o encender tus motores para volar por los aires intentando acortar camino. Como varias partes del juego contienen una suerte de puzzles, sabrás que es necesario dominar ambas modalidades y no sólo salir disparado en las alturas.

El modo a ras de suelo es fundamental para quien se vea abrumado tratando de controlar tantos ejes mientras intenta apuntar a los enemigos o acarrear los objetos.

Algo que es bastante llamativo es la circulación en cada planeta, ya que puedes entrar y salir de ellos simplemente volando y atravesando sus respectivas atmósferas, sin tiempos de carga. Asombra ver cómo comienzan a aparecer los detalles y la identidad de cada mundo conforme te vas acercando.

Sin embargo, un punto en contra es la dificultad de la maniobra en espacios reducidos. La intención de los puzzles que de tanto en tanto aparecen claramente es obligarte a bajar algunas revoluciones y “enhebrar la aguja” con ejercicios de precisión.

Lo malo es que en ocasiones el ángulo de cámara y la aceleración de las naves hace que resolver algunas secciones termine siendo caótico.

Si tienes tiempo y ganas, hay recompensas por descubrir locaciones del mapa (principalmente nuevos aliados), escanear razas nativas (tan giganes y coloridas como en No Man’s Sky) e ir así completando cada mapa-globo (alumbrando a través de las sombras como en Age of Empires) que puedes consultar en el menú.

UN COMBATE CON VENTAJA

Con tanta variedad de armas, el juego espera de ti que descubras la combinación correcta para cada situación. Hay proyectiles comunes y 4 otros elementales que provocan efectos secundarios, como congelar o quemar. Juntarlos provocará un daño todavía mayor al enemigo.

Antes de enfrentar cada jefe, una gráfica se despliega indicando cuáles son las armas cuyo daño elemental es más efectivo contra el enemigo, lo cual es extremadamente útil.

Sin embargo, para los más veteranos que han pasado por otras experiencias como No Man’s Sky o el combate de Star Wars Battlefront, las batallas no representarán un desafío sustancial. Hay un “auto-aim” que facilita demasiado las cosas y sólo dependerá de tu rapidez mental a la hora de desplazarte en torno a los enemigos para superar las secciones sin transpirar.

También puedes ir pausando para probar armas y mods tanto como quieras, incluso en medio de la acción. Y si mueres, puedes montarte en otra de las naves del equipo para continuar el trabajo hasta que no te queden vehículos.

Ese handicap finalmente le quita el foco a los combates y hace que busques complementar la satisfacción en la exploración y en la trama.

CONCESIONES GRÁFICAS

Es cierto, en Nintendo Switch se ve mejor de lo que esperaba, pero Starlink debió hacer una serie de recortes gráficos absolutamente necesarios para alcanzar los 30 fps sin levantar cejas.

Particularmente, en algunos momentos, las texturas parecen despegadas entre sí e, incluso, tardan un poco en aparecer en un poco vistoso efecto “pop-up”. Y no me refiero a aquellos segmentos de baja resolución que hay en el mapa, sino que a figuras completas que navegando a alta velocidad demoran un segundo más en detallarse.

No es algo que incida en el gameplay o interrumpa la sesión de juego, y bien hay que consignar que en el modo portátil pasa casi desapercibido.

Después de todo el juego está bien hecho, y gráficamente pueden quedar espacio para la imaginación. Y en este caso hay suficiente detalle en cada planeta: hay hitos, inteligencia, colores y vida.

EN SUMA

Hay pocos juegos como este, y luego de un largo descanso del género de naves vale completamente la pena darle una oportunidad a Starlink: Battle for Atlas en Nintendo Switch. A ratos se siente como un Breath of the Wild futurista sobre un jet, con descubrimientos adictivos en mapas con tonos y personalidad propia. Sin embargo, la historia -bajo la lupa- es un cliché infantil y el gameplay tiene un escaso desafío para la destreza.

En cuanto a los juguetes que lo acompañan, son bastante caros (en torno a los $70 mil cada nave) y no son necesarios, salvo si eres fanático del coleccionismo.

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