Enfrentar deudas puede generar una fuerte afectación en la salud mental y física; por ello, la comunicación y el apoyo para sobrellevar esta crisis son fundamentales, recomendaron los expertos.
El costo de la vida sigue en aumento y, según diversos estudios, siete de cada diez personas declaran sentir estrés y preocupación al pensar en su situación financiera. Esta presión no solo impacta el bolsillo, sino también la salud física, emocional y las relaciones interpersonales.
El investigador de la Universidad de La Frontera, José Sepúlveda, advirtió que existe una fuerte correlación entre ingresos bajos, altos niveles de endeudamiento y precariedad laboral con mayores índices de sintomatología depresiva, ansiedad, estrés e incluso tasas más altas de ideación suicida. A estos factores se suman conductas de riesgo como el consumo de alcohol y otras drogas, además de conflictos dentro del entorno familiar.
“También aparecen emociones como la vergüenza, el pudor, la sensación de humillación y una baja en la autoestima. Pero además, el cuerpo siempre habla. Esta angustia y preocupación se manifiestan físicamente”, explicó la psicóloga Carolina Molina. Entre los síntomas físicos más comunes del estrés económico, mencionó el colon irritable, dolores en la espalda baja, tensión en el cuello, cefaleas frecuentes e insomnio.
Según Sepúlveda, este tipo de tensiones pueden trasladarse al plano relacional, afectando especialmente el vínculo entre padres e hijos, donde el estrés financiero termina por erosionar la convivencia.
El miedo y la vergüenza son reacciones comunes en estos contextos, pero pueden volverse un obstáculo a la hora de buscar soluciones. “Muchas personas intentan resolver estos problemas en silencio, accediendo a créditos bancarios o recurriendo a otras opciones que, si no se gestionan adecuadamente, solo profundizan el problema”, advirtió el académico.
Frente a esta realidad, tanto especialistas en salud mental como en trabajo social coinciden en que el primer paso es reconocer la situación. La académica del Departamento de Trabajo Social de la Universidad de Chile, Lorena Pérez-Roa, lo resume así: “Puede parecer algo simple, pero no lo es. Lo primero es abrir las cuentas, saber exactamente cuánto se debe y cuál es la situación real. Luego, es importante conversarlo, buscar alianzas y permitir que el entorno cercano conozca lo que estás viviendo”.
Por segundo año consecutivo, la iniciativa de Mercedes-Benz y The DO School ya está disponible para jóvenes chilenos entre 16 y 28 años que quieran transformar desafíos ambientales en soluciones concretas, con acceso a una red global de mentores, herramientas y financiamiento.
