La historia de Luis Badilla, el chileno que huyó de la dictadura de Pinochet y se convirtió en un importante vaticanista en Roma

Por CNN Chile

19.05.2025 / 14:55

En CNN Íntimo, el reconocido periodista chileno y una de las voces más influyentes en el ámbito de la información religiosa, reflexionó sobre los desafíos de la iglesia católica y conversó sobre su salida de Chile en 1973.


Luis Badilla Morales, reconocido periodista chileno y una de las voces más influyentes en el ámbito de la información religiosa, ha dejado una huella profunda en el periodismo especializado en asuntos vaticanos.

Su rigor, cercanía a las fuentes eclesiásticas y compromiso con la verdad lo han consolidado como un referente indispensable para comprender los entramados de la Santa Sede y la Iglesia católica.


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Su trabajo, especialmente desde la dirección del sitio Il Sismografo (fundado el 2006), ha sido clave para seguir de cerca la actualidad vaticana con análisis completos y una mirada crítica desde Roma.

Décadas de dedicación

Luis llegó hace más de 50 años a Italia desde Chile debido a la dictadura. “En Chile me había dedicado los últimos años a la política. Entré a estudiar psicología en la Universidad Católica, siendo de orientación demócrata-cristiana y habiendo sido presidente de la Federación de Estudiantes DC”.

Entré en política concretamente en la toma de la UC con un querido amigo que era nuestro líder (…), Miguel Ángel Solar. Él era el presidente de la Federación de Estudiantes de la UC. Ahí entré y después pasé a ocuparme de la parte promocional del programa de Radomiro Tomic”, agrega.

Sobre las elecciones de 1970, dijo tener “conciencia de haber tenido una relativa importancia porque me coincidió con el hecho que había ganado Allende, pero por mayoría relativa, y no podía ser presidente sin el apoyo suficiente en el Congreso (…). En ese momento yo era el presidente de la juventud DC y fuimos decisivos y determinantes para obligar al partido a votar por Allende y no por (Jorge) Alessandri”.

Sobre el apoyo de la DC al golpe, afirma que “la DC en el momento en que nosotros logramos hacerla votar por Allende en el Congreso tuvimos que dar una gran lucha porque ya tenía olor de golpismo la DC porque Frei se había retirado, pero en la oscuridad tramaba el golpe, Frei lo tramaba porque quería volver al gobierno y tanto fue así que él pensó que el golpe era para él hasta cuando no se dio cuenta de que no era así”.

—¿Y usted dónde estaba ahí, en el momento del golpe?
—De la DC nos habíamos ido en el 71, no éramos más militantes. Fundamos otra cosa pequeña que se llamaba la Izquierda Cristiana que tenía fundamentalmente una inspiración técnico-política, no nos interesaba la parte electoral, la idea era fundamentalmente técnico-política con el deseo de decir una cosa el día en que llegue el golpe.

Detalla que querían “estar en la otra parte de modo tal que en la historia se diga que no todos los cristianos fueron golpistas. La gran mayoría de los católicos chilenos fueron golpistas, lo celebraron con champán o no sé qué cosa, pero hubo católicos, pequeños, insignificantes, que fueron testimonio que se podía estar en la parte opuesta al golpe”.


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—¿Cómo llegaste acá (a Italia)?
—Llegué aquí porque yo me asilé en la embajada de Venezuela por un error, porque en realidad la embajada de Venezuela debería haber asilado a un diputado que tenía la Izquierda Cristiana y fue un error del muchacho que manejaba el auto (…). Se había negociado con la nunciatura apostólica en Chile que me pudieran tener por un par de días y de ahí me recuperaban los suecos, pero desgraciadamente el chofer se equivocó.

“Estuve una semana (…) y logré que el gobierno, el general Bonilla, que era el ministro del Interior que conocía, me diera el visto bueno para salir del país y salí directamente a Venezuela. En el aeropuerto nos quitaron todas las cosas que teníamos, yo había logrado tener US$2 mil, mi pasaporte y otros documentos, pero nos quitaron todo esto. Nos trataron muy mal, nos dieron documentos errados y después nos expulsaron”, agrega.

Relata que lo expulsaron a Curaçao y ahí logró tomar contacto en Chile con el cardenal Raúl Silva Henríquez. “Le conté la situación y me dijo que me ayudaría hablando con el arzobispo de Ciudad de Panamá, Monseñor McGrath, y efectivamente me llegó un pasaje que me había mandado el arzobispo y yo de Curaçao pude salir a Panamá y en Panamá me organicé con él y a la ayuda de otras personas para llegar a Europa donde llegué el 12 de octubre prácticamente un mes después del golpe”.

Aquí en Roma había un centro democrático que estaba organizando una resistencia internacional y diplomática y me vine inmediatamente aquí”, dice, mencionando que pasado un tiempo en el país europeo no quiso “recibir más financiamiento de parte de la Izquierda Cristiana porque los dineros eran pocos y las necesidades eran muchas, por lo que entonces decidí buscarme un trabajo y volver a estudiar también para poder tener una manera de financiarme autónomamente, etcétera”.

—¿Conoció al Papa Pablo VI?
—Conocí a Pablo VI en el diciembre del 73. Estaba viniendo el Cardenal Silva Enrique por primera vez a Roma después del golpe y a través de un vicedirector del Observatorio Romano con el que yo tenía contactos pude llegar hasta Papa Montini y conversar largamente con él y yo estaba muy interesado, ya que se me había creado la oportunidad de preguntarle por qué él no condenó el golpe, cosa que corresponde a la verdad histórica.

“Su respuesta fue muy sincera: ‘porque me lo han pedido los obispos chilenos, me ha pedido que no abra la boca, que no cree ninguna situación, porque el hombre es peligroso’. Por lo tanto, el papa no es que no quiso condenar el golpe, sino que siguió lo que le pedían los obispos, en particular Silva Enríquez, y se lo pedían porque decía el Cardenal —con el cual me encontré pocos días después— que él quería tener abiertos todos los canales posibles para salvar vidas porque si hubiera llegado desde el balcón del palacio apostólico una condena del Papa Montini a la dictadura de Pinochet, esta habría sido 10 veces peor”, afirma.

Siguió visitando al sumo pontífice, ya que “tenía mucho interés en conocer bien la realidad, una pregunta suya insistente era cuánto de lo que se sabía de Chile en los primeros meses después del golpe era verdad verdad y cuánto era propaganda (…). Desgraciadamente, la mayoría de las cosas que llegaban y que después se podían verificar o confirmar eran verdad; sobre personas torturadas, prisioneras en los estadios, no identificadas, desaparecidas. Desgraciadamente todo era verdad”.

“Ahí conversando con él, un día él me preguntó ‘¿usted de qué come?, ¿cómo se compra ropa? ¿dónde duerme?’, le conté que estaba en parte trabajando para el grupo político de la resistencia democrática, que estaba estudiando también, ya que tenía que aumentar las entradas para poder cubrir las necesidades de mi familia y las mías también, por lo tanto, hacía otras cosas, de enfermero, en un mercado vendiendo libros y él me dijo ‘mira, preséntate en la radio Vaticana, te van a hacer una prueba y si la superas a lo mejor tendrías buenas posibilidades’”, añade.

¿Y usted estaba estudiando medicina?
—Sí y en ese momento sí, me presenté hice las pruebas de traducción de gramática, etc., después hicieron las pruebas de speakeraggio y al final me asumieron por tres horas al día, que posteriormente aumentaron en seis que es el turno completo y desde ahí seguí hasta cuando terminé ya en jubilación 40 años después.

—¿Conoció a todos los papas?
—Sí, desde el papa Montini (Pablo VI) hasta no digo el actual, porque del actual sí, he tenido relaciones con Prevost, pero no, decir que somos amigos sería una exageración.

—Usted crea este sitio Il Sismografo para decir la verdad, porque usted dice que con la verdad se ayuda a la iglesia.
—No hay ningún otro modo de amar a la iglesia, sino con la verdad. Quien cree que mintiendo ayuda a la iglesia, la está destruyendo, por lo tanto, yo de este Papa, por ejemplo, me espero esta conducta de hacer de la verdad siempre, clara y transparente, el modo mejor de predicar el evangelio. No existe el crecimiento del cristianismo —lo decía Benedicto— por proselitismo, ya que no es un partido político, no es una ideología.

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